Leyenda Urbana
La amenaza de un coloso se cierne sobre Ecuador
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Como si la ingobernabilidad, la violencia, el desempleo y la nueva y dolorosa oleada migratoria de compatriotas, en busca de oportunidades, no fuesen suficientes tormentos para la sociedad ecuatoriana; desde semanas atrás una nueva amenaza se cierne sobre el país, pero en especial sobre algunas de sus provincias.
Los ecuatorianos son seres raros y únicos, duermen tranquilos en medio de crujientes volcanes, viven pobres en medio de incomparables riquezas y se alegran con música triste, dijo, hace 180 años, el iluminado científico alemán Alexander Von Humboldt, amante de este país. Y tenía razón.
La más reciente amenaza comenzó la noche del 21 de octubre de 2022, cuando los equipos de monitoreo del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG) registraron un tremor en el volcán Cotopaxi.
Luego comenzó a expulsar humo gris que llegó hasta Quito, pero su reactivación inició en 2015, tras haber estado apagado 146 años.
Los registros históricos ubican a 1877 como la fecha de una virulenta erupción que causó enorme devastación.
El mayor riesgo del Cotopaxi es que la lava ardiente derrita el glaciar formando lahares violentos. Se calcula que en media hora estarían en Latacunga y en una hora en Quito.
En el área de influencia de una eventual erupción habitan 3,6 millones de personas, en las provincias de Cotopaxi, Pichincha, Napo y Tungurahua; pero las más afectadas serían 700.000, asentadas en el Valle de los Chillos; en Latacunga, en Mejía y en Rumiñahui.
Así lo advierten los técnicos más calificados que le toman el pulso al volcán, de manera cotidiana.
De nieve perpetua, el Cotopaxi es un volcán tan hermoso, como peligroso; es considerado uno de los más activos del mundo y, por lo mismo, se ha convertido en uno de los más monitoreados del planeta.
En las últimas semanas, personal de la Secretaría de Gestión de Riesgos ha ido casa por casa en las áreas sensibles del Cotopaxi, informando de los planes de contingencia, las rutas de evacuación y de los 152 albergues que se habilitarían si llegase a ocurrir la erupción. También se han hecho varios simulacros.
"No hay un modelo a seguir", asegura Oswaldo Coronel, hasta hace poco gobernador de Cotopaxi, quien ha estado al frente de varios operativos y de la preparación de la población, incluidos los estudiantes.
"Los lahares bajarían a gran velocidad y configurarían algo así como avenidas de lodo por los ríos hasta un río mayor o el mar", anticipa Hugo Yépez, vulcanólogo y sismólogo, que estuvo largo tiempo al frente del IG.
Comenta que los ríos Pita, San Pedro, Santa Clara y el Guallabamba fueron afectados en 1877, y que los lahares llegaron al mar en 18 horas; episodio que podría repetirse de darse nuevamente la erupción, que nadie puede predecir cuándo ocurrirá.
En instantes en que la tecnología posibilita el desarrollo de escenarios, bien se podría salvar vidas y mitigar los riesgos, pero la infraestructura sería afectada de manera inexorable.
Los daños alcanzarían la provisión de agua, generación hidroeléctrica y termoeléctrica; a la fibra óptica y a numerosas viviendas.
En realidad, se produciría un cambio en los medios de vida, sostiene Yépez, en alusión a los sectores y bienes privados y a los públicos, entre los que menciona los puentes que conectan el este con el oeste de la ciudad y los que conectan con el aeropuerto de Quito.
Las autoridades de ahora y las que asumirán en mayo deberían trabajar en los planes de contingencia.
Nadie busca alarmar, pero la población no puede estar desprevenida.
Si no se da la erupción, maravilloso; pero decirle la verdad a la gente siempre será mejor que ocultarle los peligros a los que está expuesta.
Ojalá así se evite que se siga usando sitios inapropiados y de riesgo para asentamientos y obras.
Latacunga se olvidó del Cotopaxi y se permitió asentamientos urbanos en las orillas de los ríos, dice el exgobernador Coronel.
Y revela que en Latacunga están en zona de riesgo el centro penitenciario, la Brigada de Fuerzas Especiales Patria, los dos hospitales y fábricas importantes en la zona de Lasso.
Unas 10.000 personas de manera directa y unas 50.000, indirectamente, serían afectadas por los lahares, en la provincia que lleva el nombre del coloso, que es su orgullo y amenaza, a la vez.
Las zonas del río Cutuchi, así como la Panamericana, la conexión eléctrica, las telecomunicaciones, el abastecimiento de combustibles por el poliducto y el abastecimiento de agua estarían en riesgo.
Las Fuerzas Armadas sí han tomado en serio la amenaza y están ejecutando los llamados 'juegos de guerra' aplicados a la amenaza del Cotopaxi.
Una pregunta surge espontánea ante un eventual dramático escenario: ¿sabrán los asambleístas lo que podría ocurrir con varias provincias y el país si erupciona el Cotopaxi? ¿Se habrán preparado para ayudar a la población desde su ámbito legislativo? ¿Les importa la amenaza que se cierne sobre Ecuador?
El presidente de la Conaie, Leonidas Iza, oriundo de Cotopaxi, ¿se habrá interesado en organizar a la población para prepararla en caso de que la erupción llegue a darse?
Ojalá que sí.
La catástrofe de Armero por el Nevado del Ruiz, que hace 37 años se cobró la vida de más de 20.000 colombianos, debería servir de doloroso ejemplo para estar atentos a todas las alertas y actuar de inmediato.
La vida no tiene precio; la naturaleza no tiene contemplación. Ante la amenaza del coloso, lo más aconsejable es permanecer alertas.