Contrapunto
Álvaro Manzano, el músico que amaba a Shostakóvich
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Querido maestro:
Las pocas ocasiones en que nos reunimos para una entrevista las horas se prolongaban, el tiempo parecía infinito y creo no te dabas cuenta de que no me importaba.
Porque luego de la tanda de preguntas conversábamos de todo, desde la pandemia hasta las anécdotas más increíbles que te tocó vivir antes de convertirte en un maestro de la música clásica.
En el comedor de diario que adecuaste en lo que alguna vez fue una terraza de una casa colonial del añorado barrio de San Marcos, nunca faltaron el café y las galletas dulces o saladas, que generosamente compartías.
Y en un parlante, que nunca supe dónde estaba instalado, no faltaba la música bien seleccionada, que a veces generaba una interrupción mía para confirmar, rectificar o ratificar lo que yo creía estaba sonando.
Luego pasábamos a tu estudio de trabajo, donde competían, en tamaño, el escritorio y el piano blanco coreano que compraste en Quito, porque el que te habías traído de Rusia se rompió durante la travesía de regreso.
En esa habitación había libros de ensayos y novelas, tampoco se escapaba algún comentario tuyo acerca de literatura, de cultura, incluso del Premio Nacional Eugenio Espejo que merecidamente te ganaste.
En la última entrevista me anunciabas tu jubilación de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE), que dirigiste durante 26 años, en tres períodos; además de las peripecias y esfuerzos para hacer que funcionara bien.
Durante tu primera etapa en la OSNE apenas disponías de 50 músicos, la dejaste con 70; pero dijiste que el número ideal sería de 110 o más músicos, porque los presupuestos para el arte, la cultura y las bibliotecas siempre disminuyen.
Pero todo eso que me contabas era tan solo el lado poco agradable de dirigir a una orquesta.
Al anunciar tu retiro, en la entrevista que publicó la revista Mundo Diners, decías que estabas dispuesto a no abandonar el escenario, llámese Teatro Sucre, Casa de la Música, Iglesia de la Compañía...
En plena pandemia tu despedida en la Casa de la Música, el 26 de marzo de 2021, fue austera, pero con buena música de Verdi, un arreglo tuyo de una obra del maestro Gerardo Guevara (porque eras generoso y solidario con tus compatriotas).
También presentaste otras obras cortas y, antes de dar paso al nuevo director David Handel, te acompañó en el escenario la solista Iryna Valchak, que cantó Noches de Moscú.
Es que en la ex Unión Soviética estuviste 15 años de tu vida estudiando y soñando con que te convertirías en uno de los principales referentes de la música, no solo de Ecuador, sino de varios países latinoamericanos que apreciaron tu enorme talento.
La Unión Soviética fue el país de Shostakóvich, músico al que amabas con devoción y cuyas sinfonías dirigías de memoria y con bastante prolijidad.
Conociste no solo la obra, también la vida de ese músico genial que sufría con la presencia o la vigilancia del dictador Stalin, escondido detrás de las cortinas de un palco en el emblemático teatro Bolshói.
Porque no eras egoísta, en tu repertorio no faltaban autores ecuatorianos, tampoco obras del Grupo de los cinco (Korsakov, Borodin, Mussorgsky, Cui y Balakirev), que revolucionaron y dieron a conocer la música rusa antes de la llegada de Tchaikovsky.
Bajo tu batuta no faltaron las sinfonías de Tchaikovsky, especialmente la sexta, 'Patética', e imagino que con las notas del último movimiento bajaste al sepulcro o tal vez con el 'Réquiem alemán'. ¡Hasta siempre maestro!