El Chef de la Política
Alcances y límites de un gobierno de transición (como el de Noboa)
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Partamos de una premisa fundamental: no se elige un gobierno de transición para que cumpla un programa específico de gobierno. En esos casos lo que se pide al nuevo mandatario es “simplemente” que reduzca la conflictividad política, social o económica, que llevó a la salida de su predecesor.
En ese aspecto, una transición busca que las aguas retomen a su cauce, se superen las tensiones y el escenario para las futuras elecciones sea lo más pacífico posible.
Dicho de otro modo, al gobernante de transición no se le demanda cambios drásticos ni el cumplimiento de una plataforma de propuestas específicas. En alguna medida, esas condiciones dan al nuevo mandatario mayor libertad para superar la crisis existente a partir de medidas de diversa naturaleza que, en otro contexto, serían difícilmente de tomar.
Por estas razones es que el encargo de cortísimo plazo cumple un papel clave en la vida política de los países. De allí que el presidente de transición sea recordado por haber sentado las bases para recuperar las riendas de la democracia, como en el caso de Valentín Paniagua en Perú, o también por haber sido incapaz de dar salida a la coyuntura que lo llevó al poder, que se espera no sea el caso de Daniel Noboa en Ecuador.
Lo dicho no quiere decir que el mandatario de transición no deba actuar sobre la marcha cuando se presentan problemas que requieren resolución inmediata. Eso es lo que le ha tocado vivir a Noboa con dos temas clave como son la inseguridad y la ausencia de recursos económicos en las arcas públicas. Independientemente de los pros y contras de las ideas propuestas por el presidente para salir temporalmente de ambos flagelos, es lo que tiene que hacer para cumplir el encargo recibido por parte de la ciudadana.
Sin embargo, hay otros temas que competen a quien sea elegido para un período completo y no a un presidente transitorio. Me refiero a los temas que sí implican pensar con detenimiento y sobre todo con una expectativa temporal de mediano plazo, como son los cuatro años de gobierno. Uno de ellos, por ejemplo, es el que tiene que ver con el tamaño del aparato estatal y, por ende, de la burocracia. Ahí se requiere todo un plan de gobierno que Noboa no tiene y tampoco se le exige pues, como se ha dicho, fue elegido esencialmente para terminar el período del expresidente Lasso.
Por ello, pensar en la reducción del Estado durante un gobierno de transición no solo que va más allá del encargo ciudadano, sino que además constituye una inmensa irresponsabilidad.
Quizás es necesario acortar la presencia del sector público en determinadas áreas, reducir el número de funcionarios o trasladarlos de una entidad a otra. Quizás esa no sea la salida. Lo de fondo, independientemente de cuál sea el diagnóstico más certero, es que para tomar decisiones de ese calibre se requiere estudios en profundidad, personal especializado y el apoyo popular obtenido luego de presentar esa propuesta en el plan de gobierno.
Ninguno de esos requisitos está actualmente sobre el tapete, precisamente, porque Noboa es presidente de transición. Bien valdría, por tanto, que el presidente se dedique a apagar los enormes fuegos de la inseguridad y el déficit fiscal y deje para quien dirija el país en 2025 la tarea de pensar el tamaño del Estado, que no es menor y se la debe asumir con responsabilidad, tiempo y preparación. Bien sabemos todos, presidente incluido, que un proceso de ese tipo hecho al apuro, sin planificación, está destinado al fracaso. Ni consigue su objetivo político ni le entrega suficientes e inmediatos recursos económicos al Estado.
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Si usted, presidente Noboa, considera que el país debe emprender en una reforma del tamaño del Estado, pues propóngala en su plataforma de ofertas para las elecciones de 2025.
Si el país considera que ese es el camino, no dude que obtendrá el voto y confianza ciudadana para emprender en esa tarea. Hasta tanto, es mejor que se circunscriba a lo que el país le demanda: reducir la inseguridad y tornar medianamente viable la economía del país.
Con esos dos temas bien resueltos, Ecuador le estará agradecido por su trabajo como presidente de transición. Reitero, usted es un presidente de transición. Valore los alcances y límites del tipo de encargo que tiene.