De la Vida Real
Adolescentes sin restricciones
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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El viernes pasado, mis hijos se fueron con mis papás a La Concordia, a la casa de mi ñaño. Cada vez que nos quedamos sin los guaguas, el Wilson y yo nos reencontramos con la soltería.
Es algo inevitable. Nos volvemos un par de adolescentes: pedimos comida, comemos en la cama y abrimos cervezas.
Nos levantamos tarde y vamos a desayunar al mediodía un encebollado. Siempre decidimos sumergirnos en una serie de televisión y verla como si fuera una maratón, porque, apenas regresan los niños, nos convertimos en papás aburridos que no permiten comer en el cuarto, tampoco tomar Coca Cola, mucho menos ver la tele más allá de las 20:30.
Si yo fuera psicóloga, a esta conducta la llamaría "hipocresía familiar". Y la recomendaría a todos los papás.
Esta vez, escogimos la serie "Euphoria" que está en HBO. Trata de los dramas que viven los adolescentes en esta época. Es una adaptación de la serie israelí del mismo nombre.
La temática me recordó un poco a la serie "Educación sexual", que es inglesa y está en Netflix. Pero "Euphoria" es más cruda. Puede llegar a saturar visualmente. El sexo es demasiado explícito y enfocan las drogas siempre en un primer plano.
El manejo de cámara, en esta serie, no es convencional. Hay tomas inesperadas. Las cámaras nunca están quietas. Cada escena tiene un efecto de iluminación distinto al anterior. Es un contraste continuo de luces que van acompañadas de una banda sonora maravillosa.
No paro de analizar y pensar en "Euphoria", porque entendí que cada personaje encarna un vicio, como: las drogas, la pornografía, la violencia, el sexo.
Cada protagonista caracteriza uno de estos tópicos sociales, que están acompañados por su historia de vida. La enfermedad, la depresión, las angustias, el chantaje.
En las series actuales de adolescentes es muy común encontrar personajes que visibilizan a la comunidad LGBTI, y el enfoque está en el conflicto con su identidad sexual. Pero en "Euphoria" el tema se trata desde una postura de inclusión y respeto hacia el otro.
Con el Wilson decíamos: "Ya, este es el último capítulo que vemos". Pero no, nos dieron las tres de la mañana con una pizza fría y las cervezas al clima, y seguíamos enganchados.
Como mamá, pensaba también: "Qué bestia, ahorita mis hijos son chiquitos. ¿Cómo vamos a enfrentar su adolescencia? ¿Cómo nos preparamos para esa época que se nos viene?"
Porque, claro, yo también pasé por esta etapa, y tal vez mis papás veían como algo terrible lo que yo vivía como algo normal para mi edad.
Creo que fui una adolescente bastante atípica, con noviazgos eternos. No me gustaban la farra, ni las discotecas. No entendía de moda, tampoco tomaba trago ni fumaba marihuana, pero sí tabaco. Tenía cero ritmo musical.
Me gustaba cuando me invitaban a hacer fogatas o a cualquier plan tranquilo. Jamás hablaba con ningún desconocido, porque pensaba que estaba chumado.
¿Cómo serán mis hijos en cuatro años? ¿Cómo seré yo como mamá de hijos adolescentes? Se habla mucho de que hay que ser comprensivos y buenos, pero, viendo esta serie, me entró miedo y angustia.
¿Estaremos listos si lo primero que hacemos cuando se van los hijos es romper nuestras propias reglas? Siento que el mundo va muy rápido y que la capacidad de entendimiento y de razonamiento van muy lento.
La vida está demasiado acelerada, igual que las tomas de la serie. No deja ni pasar el chuchaqui, que ya viene algo peor. Con esa sensación me quedé. Todavía nos faltan dos capítulos, y no aguanto la hora de verlos.
En "Euphoria" desaparece el juzgar. No hay cómo hacer juicios de valor sobre ninguna acción, porque representan lo oscuro que envuelve a la sociedad, y no sabemos si está mal o está bien, porque simplemente es algo que existe y que está ahí.
Los niños llegaban el lunes en la mañana. Nos levantamos a las 08:30 para arreglar la casa y botar toda la evidencia de felicidad. Cortar la caja de pizza y meterla en fundas, esconder las botellas de cerveza y botar la Coca Cola. Guardar bien el chocolate y el helado en el congelador. Esconder todo lo que nos pudiera delatar.
Pero hicimos un pésimo trabajo. Poco a poco, mis hijos han ido descubriendo nuestros secretos, y nos sacan en cara que sin ellos comemos delicioso y pasamos divino, cosa que no podemos ocultar.
Les explicamos que con ellos también pasamos lindo, pero hay más reglas que respetar.
Luego me puse a pensar en que tal vez ellos en su adolescencia también traten de borrar toda la evidencia de sus placeres, y que tal vez la vida es mejor sin tantas restricciones.