Columnista Invitado
¿Por qué el acuerdo de Noboa con RC y PSC es importante?
Luis Alberto Elizalde Yulee, es arquitecto, cocinero y escritor.
Actualizada:
Pensar en desarrollar un gobierno exitoso en 18 meses de Presidencia, siguiendo la misma estrategia del gobierno defenestrado de Guillermo Lasso, enfrentándose con las dos fuerzas políticas más desestabilizadoras, Revolución Ciudadana y PSC, es una fórmula para el fracaso.
La alternativa de aliarse con los partidos secundarios: Construye-Gente Buena, de Villavicencio/Romo/Zurita; Avanza-Suma, de Sonnenholzner y la Sociedad Patriótica de Gutiérrez, era repetir el escenario anterior que terminó con un mandatario rehén secuestrado por la volatilidad, codicia y traición de Pachakutik y la ID. Aliados nada confiables por su inconsistencia y ambición.
La palabra de Correa y Nebot tiene más peso que la de ellos.
Todo pasa por el entendimiento entre los poderes, así está diseñada la Constitución de Ecuador: debe coexistir una relación simbiótica entre el Ejecutivo y el Legislativo. Nada es viable si no se ponen de acuerdo.
Presupuesto para seguridad, Policía y Fuerzas Armadas, leyes para que puedan combatir a la narcodelincuencia, reformas tributarias para conseguir dinero o promover la producción y el empleo, todo pasa con la venia de la Asamblea Nacional.
Gobernar de espaldas a ella no funciona.
Por eso era imperativo para el presidente obtener una mayoría parlamentaria.
Ahora:
¿Cuán sólida y duradera es la alianza?
Los partners son dispares ideológicamente y con sus propios intereses económicos, judiciales y electorales; aunque ya llevan actuando juntos un buen tiempo.
¿Qué ganan? Ganan espacio de poder y es probable que se mantengan junto a Daniel Noboa mientras goce de índices de popularidad apreciables.
Además, parece más confiable un buen orador como Henry Kronfle que al hábil y sinuoso Virgilio Saquicela.
¿Es inmoral asociarse con “los representantes de lo malo de la política ecuatoriana”, los correístas y los socialcristianos, que reúnen todos los vicios de cacicazgo, oportunismo, reparto de instituciones de servicios públicos, que ya fueron gobierno y en el caso de RC, !socialistas!, y de ingrato recuerdo por sus abusos y corrupción, deseosos de impunidad para su líder?
Depende.
En política, la moral (por subjetiva) está supeditada al pragmatismo, a lo oportuno y posible.
Desde ese punto de vista, cínico sin duda, pero político, no hay pecado en asociarse con el diablo por un fin común, como Rusia y EE. UU. en la II Guerra Mundial.
¿Y qué pasa con la corrupción y el crimen de Villavicencio?
Debe ser investigada y combatida por las instituciones encargadas de hacerlo sin interferencia política: la Contraloría y la Fiscalía.
Y el Poder Judicial para impartir justicia.
Ese es el deber ser de las cosas y por eso hay que estar atentos sobre quienes van a ocupar esos puestos.
Así funciona la democracia en un régimen republicano.
Inmediatez, ingravidez, irreverencia, son características de la generación a la que pertenece el nuevo mandatario, “no encasillado en viejos paradigmas políticos o ideológicos…”, pragmático, procedió a aliarse con los dos partidos más importantes, aparentes oximorones entre sí: Revolución Ciudadana y Partido Socialcristiano, la izquierda y la derecha cooperando para conseguir dos objetivos comunes: seguridad y empleo.
Todo lo demás queda fuera. Libre de ideologías.
Acuerdo sencillo y tan general como debe ser para tener la flexibilidad de ajustarse a la dinámica política.
Si el acuerdo fracasa, el gobierno de Noboa también y se repetiría lo mismo que con Lasso.
Si tiene éxito y se mantienen unidos el tiempo suficiente para aprobar las leyes urgentes que viabilicen los objetivos acordados, el gobierno podrá gobernar y encargarse de lo que debe hacer contando con las herramientas adecuadas.
Si además el acuerdo perdura, mejor. El Ecuador necesita políticas de largo plazo.
No basta con desear éxitos al nuevo presidente, “porque su éxito es el del país también”, mientras en las redes sociales se hace eco rápidamente de cualquier comentario negativo sobre él, anticipándose a condenar lo que podría suceder y no ha sucedido.
Hasta que no pruebe con sus actos un mal gobierno, merece el apoyo de todos los ciudadanos que votaron por él y dejar que haga su trabajo.
La opinión pública pesa, y a veces demasiado.