Con Criterio Liberal
Tras el accidente
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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Hace algunos viernes por la mañana tuve un accidente en el Túnel Guayasamín (sí, si le afectó ese preciso atasco le pido perdón).
Fue simplemente un accidente, me despisté y no pude frenar cuando el carro de adelante se detuvo.
Los primeros segundos son de incredulidad total, no sabía lo que había pasado, ni por qué veía todo mal, como mareado. Conseguí salir del carro y veo al conductor de enfrente de pie y sano, eso me tranquilizó (luego supe que había un carro más afectado).
Intento buscar el papel del seguro (no había, resulta que era digital el resguardo) pero no atinaba con nada, y es que se me habían caído las gafas y ni me había dado cuenta.
Al tiempo (no sé cuánto) el señor del carro de delante me indicó que nos alejáramos, yo creía que para evitar seguir colapsando el tráfico, luego me enteré de que para evitar que viniese la Policía.
Y es que resulta que, según me explicaron, tanto el afectado como el señor del seguro, si aparecía la Policía, en aquellos momentos, íbamos todos a comisaría, requisaban los carros y tenía que pagar una multa de dos salarios básicos.
El sistema no puede ser más nefasto, pues el incentivo evidente es para la corrupción. En lugar de pagar la multa, sobornar al policía para que se aleje y solucionar el problema entre los privados y nuestros seguros, como de hecho hicimos.
Nos parqueamos en un margen, y con todos los nervios llamamos a los seguros, que se apersonaron en una media hora, y, al menos en mi criterio, lo solucionaron todo de una manera muy razonable.
Según me supieron decir de mi seguro, cubrirían las reparaciones de los carros del Señor O. y de la señora S. que eran de chapa y pintura, afortunadamente. Mis sinceras disculpas.
Pasó toda la mañana entre los trámites, como en una nube (no entiendo cómo me pidieron rellenar los papeles a mano, con datos que todos tenían, y una letra que era ilegible por los nervios).
Pasé todo el día en shock, pensando en muchas cosas:
En lo frágil que es la vida. Un segundo de despiste, todo puede cambiar radicalmente.
También en lo complicado que se hace todo en Ecuador, con unas leyes absurdas que incentivan la corrupción en lugar de la solución abierta.
Yo hubiese preferido que hubiese actuado la Policía, pero no si eso suponía más problemas, sino menos.
Para despejar el tráfico lo antes posible y molestar a menos personas.
Y para que certificasen que, si bien yo asumía la responsabilidad, no había ni delito ni culpa ni dolo (que comprobasen que no había distracciones en el carro, en el celular no estaba llamando ni escribiendo en ese momento); que nos hubiesen indicado nuestros derechos y responsabilidades a cada uno.
Pero un sistema perverso hizo que evitase a la Policía cuando más la hubiese necesitado.
Ese es un problema social grave, cuando la autoridad no se percibe como quien ayuda en los momentos más complicados, sino como algo que hay que evitar por unas normas absurdas.