En sus Marcas Listos Fuego
Pido perdón a mis alumnos
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Debe ser cansino seguir recibiendo sermones sobre la clase de abogados que espero que sean. Pero, aunque me hagan sentir viejo, seguiré obsesionado con machacarles esto una y otra vez, sobre todo, porque aquí, en confianza, el caso METÁSTASIS me ha trastornado en límites inesperados. Llevo días sin dormir mientras recorro el expediente. Siento náusea, desamparo, desasosiego.
Me siento como un idiota. Tantos años dando clases, enseñando el debido proceso, haciendo entrenamientos en litigación oral y en la construcción de estrategias para manejo de casos complejos, para darme de cabezota contra el mundo y ver que mientras yo les enseñaba eso, una realidad paralela me sobrepasaba, me hacía quedar como un pobre y triste idealista.
Por eso hoy quiero dejarles públicamente mis 20 reglas de oro para ser abogado en libre ejercicio. Con que a la mitad de ustedes les entre, ya habré hecho suficiente:
1.- La única razón por la cual tendrían que recurrir a la corrupción es porque no les da la talla. Los mediocres son corruptos. Los retrasaditos recurren al soborno. Sólo quien se sabe incapaz de resolver la ciencia con ciencia, se escuda en lo único que le queda: la ratería.
2.- Nunca se olviden que antes que ser un buen abogado, una gran litigante, un experto en argumentación, una erudita en doctrina, deben ser buenos seres humanos. Sin eso, solo son un montón de retórica al servicio del mal. El día que sientan que esta profesión los está deshumanizando, por favor, les ruego, cámbiense de profesión.
3.- Muchas veces tendrán que defender culpables. Obvio. Si todos fuesen inocentes, no existirían los juicios. Lo importante no es a quién defienden, sino cómo lo defienden. Si defienden con la verdad, con honestidad, con frontalidad, seguramente su cliente pagará por sus crímenes, pero recibirá la pena justa.
4.- Muchas veces tendrán que defender inocentes involucrados en casos atroces. Yo lo viví cuando tenía 24 años en el caso Karina del Pozo. Me lanzaban huevos, me gritaban “abogado de asesinos”, mi familia me preguntaba qué hago metido ahí. Pues estaba aprendiendo.
Aprendiendo a trabajar pese al odio ciego de la sociedad. Aprendiendo que muchas veces, en los casos más brutales, donde hay muchos asesinos despiadados, también hay inocentes que a todas luces parecen culpables y que necesitan un abogado honesto que permita que la justicia distinga rábanos de rubíes.
5.- Sí, aprenderán que la Fiscalía también acusa a inocentes. Pero obvio, si solo acusara culpables, ¿para qué carajos tener un juicio, un debate, una contraparte? Es que los fiscales también son humanos y deciden desde sus sesgos. Su rol, futuros abogados, es llevarles luz, cambiarles la perspectiva, evitar que se cometa una injusticia. Sin ustedes no hay equilibrio social posible.
6.- Y sí, ustedes también se equivocarán. Muchas veces estarán convencidos de la inocencia de su cliente y al ganar se abrirá el telón y descubrirán que era culpable. Me ha pasado. Me ha dolido. Me ha indignado. Pero si defendieron con honestidad, sin nunca manipular la verdad procesal, sin nunca hacerle trampa a su contraparte, duerman tranquilos. Ustedes son esclavos de su conciencia, no de su inconsciencia.
7.- Y como su segundo hogar serán las fiscalías y los juzgados, es innegable que se harán buenos amigos de jueces y fiscales. Son a quienes frecuentan todos los días. Es imposible transitar indiferente al calor humano. Pero, ¿dónde está el límite? En nunca cruzar la línea de lo personal y lo profesional.
Yo tengo un profundo cariño por muchos fiscales, a quienes jamás perdonaría si me favorecen porque me aprecian. Ahí sí se ganarían mi desprecio. Ellos saben que yo jamás les pediría que hagan algo por ser yo.
Les cuento como anécdota que hace unos días un juez, a quien estimo profundamente, me masacró en audiencia al momento de resolver. Sí, me dio como a guagua. Al final, tras salir yo derrotado, me dio un abrazo. Y está bien. Jamás nuestro cariño puede inmiscuirse en la verdad procesal.
8.- Muchas veces las masas enardecidas se activarán en su contra porque los sesgos mediáticos dirán que su cliente es un criminal de alto vuelo. No dejen que el ruido de las turbas nublen su visión. Eso de “si el río suena, piedras trae” es frase de ignorantes.
Ser abogado también significa poner el pecho a las balas de las agendas mediáticas montadas por los enemigos de sus clientes. En esos momentos respiren y concéntrense. Nunca olviden cuál es su cancha, no se equivoquen, que las batallas judiciales se pelean en audiencia, no fuera de ella.
9.- Y claro, claro que sí. Habrá días que las emociones los desborden, que las lágrimas les inunden, que el dolor ajeno los aplaste. Es que somos humanos. Tarde o temprano al penalista se le zafan los tornillos. Lloren, griten, hagan terapia, pero luego, aprieten esos tornillos y regresen al ruedo, que en el tercer mundo son cientos las personas que los necesitan cuerdos.
10.- Y ni duden que vivirán injusticias. Pero obvio que perderán. No existe el abogado que lo gane todo, al menos no un abogado honesto que siempre gane. Perder, amigos míos, también es parte de esto. Y duele, desgarra. Y querrán botar la toalla y mandar todo al diablo.
Yo muchas veces he dejado la oficina durante semanas sin querer saber nada más del mundo, preguntándome por qué no tengo un puesto de hot dogs en Montañita, dedicándome en las tardes a surfear en lugar de vivir tanta crueldad.
Pero luego ganarán otra vez. Sacarán a un inocente de la cárcel, se lo devolverán entre lágrimas a su familia. Ese día, cuando vean a niños abrazar a su padre que regresa al hogar, entenderán por qué tanto sacrificio vale la pena.
11.- Y sí, esta profesión puede ser muy rentable. Habrá momentos en que podrán ganar millones en un abrir y cerrar de ojos. Pero lean bien: los millones nunca se hacen en un abrir y cerrar de ojos. Huyan del dinero fácil. Vivan evitando transitar sus días con una mira láser en sus frentes.
¿Quieren ganar dinero? Trabajen duro, pero siempre, siempre, siempre, sin pensar en enriquecerse. Trabajen abocados por la excelencia, dejando las más altas huellas de profesionalismo en las cortes. Cuando menos se lo esperen, las recompensas económicas empezarán a llover. Recuerden: el que vive por el dinero muere pobre o muere pronto.
12.- Nunca engañen a sus clientes. Si toman casos en los que saben que su cliente perderá, díganselo, pero no le hagan creer que ganará solo para ganar ustedes (honorarios). No se olviden que son gente desesperada. No sean cabrones, no se aprovechen de su dolor.
13.- Cuando su rival es rudo, duro, genio, grosero, pero honesto, respóndale con rudeza, dureza, genialidad y hasta con grosería, pero ríndale tributo a su honestidad y no hagan personal lo que no es personal. Al final dense la mano, salgan a comer, que no existen mejores amigos que la competencia sana, que la competencia transparente.
14.- ¿Cómo se debe elegir un cliente? Les voy a contar un secreto. Su cliente puede ser inocente de lo que le acusan, pero culpable de lo que no le acusan. Cuando decidan tomar un caso, siempre proyecten el futuro. ¿Si lo salvan de lo que es inocente, va a salir a delinquir en aquello que sí es culpable? De ser así, rechácenlo; salvarán muchas vidas.
15.- Nunca utilicen la norma o manipulen los hechos para engañar a los jueces o a los fiscales. Nunca mientan. Nunca inventen. Créanme, litigar es mucho más fácil si lo hacen desde el podio de la credibilidad, tendrán ya la mitad de la batalla ganada.
16.- No dejen que la crítica coyuntural los desanime. Cuando ganen fama aparecerán desconocidos que se creerán con el derecho de cuestionarles porque a ellos no les gustan los clientes que defienden. Recuerden que ustedes no rinden cuentas a desconocidos, le rinden cuentas a sus conciencias. Si ustedes creen en su cliente o en su causa y lo defienden con métodos legales, es suficiente. Que se jodan y atraganten con sus opiniones aquellos a quienes ustedes no les deben nada.
17.- Rodéense de personas honestas y leales, de personas que sean su cable a tierra cuando el ego, la soberbia y la ceguera haga que estén a punto de tomar decisiones moralmente incorrectas. En esta profesión la línea entre el bien y el mal no siempre es clara, por eso su equipo no debe ser de aduladores, sino de contrapesos.
18.- No tengan miedo de enfrentar a las ratas miserables que corrompen a nuestro sistema. No se queden callados, porque la única forma de limpiar el sistema es no siendo su cómplice silencioso.
19.- Lean Literatura, mucha más Literatura que Derecho. Solo así serán abogados profundos, empáticos, llenos de herramientas para enmendar los errores humanos, para sanar las angustias ajenas.
20.- Y siempre, tomen la decisión que tomen, vivan esta regla al máximo: toda decisión es correcta si pueden regresar en la noche a sus casas y ver a sus familias directo a los ojos. Los corruptos podrán nadar en millones, pero ustedes pueden vivir en paz.
Finalmente, les quiero pedir perdón. He dedicado horas enteras en convertirlos en los mejores profesionales, pero he sido ciego y no he sabido prepararles para salir al mundo. Un mundo oscuro, violento, sanguinario.
Pero es momento de salir a ese mundo. Vamos, adelante, háganse sentir orgullosos, que mi desánimo no los frustre, que mi cabeza gacha de la indignación no los ahuyente. Que los necesito fuertes, que nos necesitamos fuertes.