Dato y Relato
Abajo el cash, viva el kushki
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Quien aterrice en algún país europeo en esta pospandemia, se sorprenderá de que prácticamente todas las transacciones se realizan a través del celular o de tarjetas 'contactless'.
El efectivo ya no se usa y no es bienvenido ni para pagar un taxi, tomarse un café o comprar cualquier recuerdo en la calle.
Esta revolución en los medios de pago vino del matrimonio entre las finanzas y la tecnología de comunicaciones, o fintech, como se conoce a esta unión. El Covid aceleró la transformación digital en varios sectores, con especial énfasis en el financiero.
Las fintech tienen varios beneficios:
- Más seguridad, rapidez y eficiencia al no manejar efectivo.
- El desarrollo de nuevos productos y servicios para personas y empresas, como plataformas de financiamiento de capital y crédito, facilitar pagos nacionales y transfronterizos (comercio exterior, remesas, inversiones).
- La inclusión financiera de quienes están fuera del sistema bancario tradicional.
Tienen también retos importantes, como los riesgos de seguridad y privacidad de la información, la debilidad del marco regulatorio para evitar fraudes y riesgos sistémicos, y la ampliación de la brecha digital, en particular para quienes no cuentan con conectividad y algunas personas mayores que no son hábiles digitales.
El balance de la digitalización financiera no solo es positivo, sino indetenible. Los países desarrollados claramente llevan la ventaja.
Algunos países de la región también han avanzado de modo significativo, como Chile, Uruguay, Brasil, México y Colombia. Otros, entre ellos Ecuador, parecen estar rezagados.
Pese a la falta de incentivos y de un ecosistema que estimule el desarrollo del sector, las fintech se han abierto camino en Ecuador.
De acuerdo con el Radar Tech Startup, existen 55 empresas en el país, un número que ha venido creciendo en los últimos años.
Un caso excepcional es Kushki, que se convirtió en el primer unicornio ecuatoriano al levantar USD 100 millones adicionales de capital y alcanzar un valor estimado de USD 1.600 millones.
Kushki -que significa dinero en kichwa- es una empresa de pagos digitales fundada en 2017 por dos emprendedores ecuatorianos, Sebastián Castro y Aron Schwarzkopf.
Tiene operaciones en Ecuador, Colombia, Perú, Chile y México, en donde ofrece una plataforma de pagos digitales a empresas de telecomunicaciones, como Telefónica y Claro, instituciones financieras como Santander, y servicios como Uber, Cabify y Rappi, una empresa colombiana que también es parte del club de unicornios latinoamericanos, es decir startups valoradas en más de USD 1.000 millones.
¿Qué se necesitaría para acelerar el desarrollo de las fintech y tener más casos de éxito como Kushki en el país?
Para empezar, es necesaria una buena ley. Varios países han aprobado marcos legales para regular la industria. Ecuador aún no tiene una ley específica para el sector, pero la Asamblea acaba de aprobar en primer debate una 'Ley Fintech'.
Aunque no se conocen los detalles, se esperaría que el nuevo marco legal simplifique el acceso a servicios financieros, incentive la inversión e innovación en el sector, al tiempo que mantenga un adecuado balance en la gestión de los riesgos inherentes a esta actividad.
Crear el ecosistema que incentive los próximos kushkis es primordial. También es clave que las instituciones existentes aceleren la ola de la transformación digital y la inclusión financiera.
Sin embargo, de manera paralela, es fundamental atraer a las empresas que ya tienen trayectoria y que podrían revolucionar el sector en el país.
Tan prioritario como firmar acuerdos comerciales, para Ecuador es tarea impostergable convencer a bancos no tradicionales, como los gigantes ingleses Monzo o Revolut y otros, para que empiecen a operar en el país.
Actualmente, cuatro de cada 10 ecuatorianos siguen prefiriendo el uso de efectivo en sus transacciones. Algunos ven esto como un difícil obstáculo cultural. Otros, como una gran oportunidad.