Cocodrilos hallan un oasis entre el cemento de la vía a la Costa en Guayaquil
En pareja o en solitario, los cocodrilos de la Costa salen a tomar el sol en un playón natural formado en una urbanización privada del norte de Guayaquil.
Un cocodrilo se acerca a otro ejemplar en un playón de una urbanización en la vía a la Costa, Guayaquil.
Cortesía Keep in Science
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Es casi mediodía en Guayaquil y la temperatura marca los 37 grados centígrados. El sol es canicular para cualquier ser humano, pero no para los cocodrilos de la Costa, uno de los ejemplares más grandes de los reptiles, y en peligro crítico de extinción.
Con un andar pausado y elegante, un gran cocodrilo de al menos tres metros de largo sale del agua turbia del Estero Salado. Abre su gigante mandíbula y simula una sonrisa, de aquellas que solo pueden ver quienes aman la naturaleza.
El enorme animal, casi prehistórico, se dirige lentamente hacia un playón en la urbanización privada Portofino, ubicada en la vía a la Costa, uno de los polos inmobiliarios más importantes de Guayaquil y de Ecuador.
Allí, en medio de viviendas de dos y tres pisos, perfectamente pintadas y arregladas, los cocodrilos han encontrado un oasis, donde acuden una o dos veces por semana a ‘tomar el sol’, como si estuviesen de vacaciones.
“No hay muchos sitios en Guayaquil donde ellos (los cocodrilos) puedan tomar el sol. En algunos casos el manglar está a tope, muy cerca de construcciones, pero aquí es diferente, tienen este playón que se ha formado naturalmente”, dice el director de la organización ambiental, ‘Keep in Science’, Benjamín Navas.
Este joven biólogo es conocido en la ciudad por su proyecto de cámaras trampa, aquellos dispositivos tecnológicos que se colocan en árboles o sitios estratégicos y captan los movimientos de la fauna y flora.
Navas, quien ha colocado las cámaras en el bosque Seco Tropical de la Costa, un hábitat amenazado en Ecuador, ahora extiende su proyecto a los manglares y concretamente para conocer el comportamiento de los Crocodylos acutus, el nombre científico de la especie.
"Aparte de avistamientos informales o publicaciones en redes, no existe de momento un estudio fijo sobre los cocodrilos de la Costa en el manglar, y peor con cámaras trampa".
Benjamín Navas, fundador de 'Keep in Science'
'Contentos y en buen estado'
Los videos extraídos de las cámaras trampa, que por lo general son instantáneas de 15 segundos y que luego son editadas por Navas, se pueden observar en las cuentas sociales de 'Keep in Science'.
En estas postales se visualiza a la perfección a los cocodrilos, que alguna vez poblaron felices los manglares del Estero Salado, un hábitat olvidado, pero clave para proteger a Guayaquil de inundaciones.
Se los observa ‘contentos’, tranquilos, reposando ante el sol, o moviendo sus largas colas.
En tierra, señala Navas, los cocodrilos son lentos, y salen al playón porque necesitan calentarse y equilibrar su temperatura, al ser animales de sangre fría.
Asegura que los habitantes no deben temerles, pero tampoco tentarlos. “Si alguien pasa por el playón, seguramente ellos se botarán al agua, por eso la importancia de las cámaras porque pueden captarlos sin que se den cuenta”.
Las dos cámaras trampa fueron instaladas en la urbanización desde septiembre de 2023, y por pedido de los propietarios de las viviendas, quienes contactaron a Navas, luego de ver a los cocodrilos merodeando en el playón.
Pero no es accidente que este playón esté adentro de los predios de la ciudadela, puesto que está ubicado frente a la Reserva de Manglares del Salado, un área protegida y por fortuna bien conservada, pese a la cercanía de camaroneras y asentamientos humanos.
“Si los cocodrilos viene por aquí es también porque hay menos actividad deportiva en el agua, que en otras urbanizaciones cerca del estero, como Puerto Azul (también en vía a la Costa)”, expresa el biólogo Navas, quien solventa todo el proyecto por su cuenta y sin ayuda estatal.
Una oportunidad de estudio
Hasta ahora, las cámaras trampa han captado a unos cinco individuos o cocodrilos, que miden entre 50 centímetros a tres metros. Se los ve saludables y robustos, sin golpes o heridas.
También hay ejemplares juveniles, lo que demuestra que la especie se reproduce en el manglar.
De hecho, en redes sociales se viralizó un video en octubre de un cocodrilo anidando en Belo Horizonte, otra urbanización de la zona.
Otro detalle importante, según Navas, es que con la buena salud del manglar hay fauna asociada, y las cámaras trampa han tomado fotos de mapaches y aves en este oasis de la vía a la Costa.
El biólogo añade que mantendrá los equipos hasta que la urbanización lo permita, puesto que se trata de una oportunidad única para estudiar el comportamiento de estos grandes reptiles, conocerlos de cerca, saber cuántos hay y luego con ese levantamiento de información elaborar una propuesta para protegerlos.
Los estudios más recientes sobre los cocodrilos de Guayaquil datan de 2005 y sin videos de cámaras trampa. Desde entonces, se ha tenido registros de la especie en zonas del manglar de Urdesa, y ahora en la vía a la Costa.
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