"Un puro ejemplo de tráfico de especies", dice el director del Zoo de Quito sobre decomiso de aves en aeropuerto
Un extranjero pretendía llevarse 22 aves en una maleta de mano, pero fue detenido en el aeropuerto de Quito. Las especies hoy se recuperan en el Zoo de Guayllabamba.
Una de las aves, de la especie Tangara, que fue rescatada en el aeropuerto de Quito.
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Cuando el director del zoológico de Guayllabamba en Quito, Martín Bustamante, se enteró de que un extranjero pretendía viajar con 22 aves fue un 'shock': "Uno creería que esas prácticas habían quedado en el siglo pasado, porque se trata de especies delicadas".
Las aves, todas pertenecientes a la especie Tangara, estaban en una maleta de mano, y envueltas con plásticos y apenas si podían sacar su cabeza para respirar.
Las tangaras se caracterizan por tener plumaje brillante y pico grueso, y su singular nombre es originario de la lengua brasileña Tupi, y significa 'bailarín' o danzante. Se las encuentra en el bosque nublado andino del oeste de Ecuador y el oeste de Colombia, y no pertenecen a los fríos ambientes de un aeropuerto.
Tras ser decomisadas en la terminal de la capital, en un operativo a cargo de la Policía Nacional y el Ministerio del Ambiente, las especies fueron trasladadas hasta la clínica veterinaria del zoológico que dirige Bustamante en Guayllabamba.
En entrevista con PRIMICIAS, el director del Zoo explica por qué este caso es un "puro ejemplo del tráfico de especies", y cómo muestra la crueldad hacia las especies silvestres en Ecuador.
Vendidas por apenas USD 3
En total, la policía ambiental decomisó 22 aves, distribuidas en las siguientes especies:
- 10 tangara lentejuelada (Tangara nigroviridis)
- Cuatro tangara lomiamarilla (Hemithraupis flavicollis)
- Seis tangara esmeralda (Tangara floridus)
- Dos tangara nuquidorada (Chalcothraupis ruficervix)
Una de las especies decomisadas, la Tangara nigroviridis, está calificada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) debido la reducción de su población.
Además de su estado crítico de conservación, el tráfico de cualquier especie está penado por la legislación ecuatoriana, con una sanción en la cárcel de uno a tres años.
Pero las sanciones no evitan que siga siendo un delito en auge y lucrativo. Según datos de la WWF, el tráfico de especies silvestres es la cuarta actividad ilícita más 'atractiva', solo después del narcotráfico, el tráfico de armas y de personas.
Un cruel detalle que retrata el tráfico de animales silvestres en zonas pobres de Ecuador, como Esmeraldas, es que los pobladores venden las especies por apenas USD 3 o USD 5 en mercados y plazas públicas.
"El hecho de no tener qué comer, pero vivir junto al bosque, provoca que saquen una lora o un mono y lo vendan para tener dinero. La pobreza es un fuente determinante del tráfico de especies".
Martín Bustamante, director del zoológico de Guayllabamba.
Una de las primeras hipótesis sobre el traslado de estas aves es que eran llevadas a criaderos ya establecidos en países de Europa.
"Quienes están detrás de esto, quizás estaban intentando renovar o mejorar la especie que tienen, o tener más diversidad genética", señala Bustamante.
Las investigaciones aún en curso del Ministerio de Ambiente y la Policía determinarán cómo fueron sacadas las aves de su hábitat y a los responsables.
De momento, se conoce que de las 22 especies decomisadas, solo 11 siguen con vida y en recuperación en la clínica del zoológico en Quito.
Algunas especies no sobreviven
Lo más complicado de este caso de las aves decomisadas en el terminal de Quito, según detalla Bustamante, es que se trata de especies silvestres de muy difícil manejo.
Por lo general, cuando un animal es rescatado del tráfico, y llevado a un refugio o clínica, debe ser alimentado y tratado en cautiverio, por un tiempo, hasta que logre regresar a su hábitat.
Pero, aves de la especie Tangara tienen una alimentación peculiar, que incluye ciertos frutos e insectos que no se encuentran en cautiverio.
"Si bien en el mundo veterinario hay soluciones y polvos para aves, como una papilla de bebé, y les damos ciertas frutas o insectos criados en el zoológico, no deja de ser una situación de estrés para las especies", expresa el biólogo Bustamante.
Hasta la clínica del zoológico han llegado una infinidad de especies, lamenta el experto ambiental. Algunas que recuerda son loras, tortugas, marmosas y hasta el emblemático papagayo de la Costa, en peligro crítico de extinción.
Son especies que han vivido episodios traumáticos, porque una vez sacadas de su ambiente y recluidas en jaulas, se suelen transportar en cajas de bodega o maletas comunes de viaje.
Algunas aves, por ejemplo, son incluso transportadas en bolsillos de chaquetas grandes y guardadas en medias, con sus alas dobladas y sin poder moverse.
Para Bustamante y otros rescatistas, el fin máximo es liberar y devolver a las especies a su hábitat natural. Pero esto no siempre ocurre, porque muchas no logran sobrevivir a su recuperación y otras simplemente no pueden adaptarse nuevamente el medio donde vivían.
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