Turismo y gastronomía
Necesitamos compromisos que ayuden a crecer al turismo gastronómico: formación, facilidades y estímulos; en lugar de pasividad, desconocimiento y amiguismo.
Los platos mjammara, kippe, humus y baba ganush, y chich kebab y meshwi, en el restaurante El Árabe.
Ignacio Medina
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La cocina es la segunda motivación del turismo internacional. El viajero come y, en su mayor parte, quiere conocer y aprender comiendo. Busca productos nuevos, sabores diferentes, cocinas que le resultan lejanas, por lo general vinculadas al territorio. Quieren saber algo más de cafés, entender el poder del maíz, probar chocolates donde se producen, explorar la despensa marina, acercarse a los misterios amazónicos, conocer las cocinas populares…
La experiencia gastronómica puede tener mil caras, que incluyen la relación con lo que les resulta familiar y les recuerda a casa, que con frecuencia es la comida basura. Ni es nuevo ni se puede ver como una abominación. Es parte de nuestra extraña normalidad alimentaria: también es la preferida por millones de ecuatorianos.
También hay turismo gastronómico, que tiene la comida, la cocina y los restaurantes -no son lo mismo- como objetivo prioritario. Y turismo de negocios, aunque esté tan alicaído como la situación del país.
Turistas gastronómicos y de negocios coinciden en su interés por frecuentar los restaurantes más destacados del escalafón.
Era evidente en 2018 y 2019, los dos años que marcaron cifras históricas en la afluencia de turistas al país: 2,5 y 2,1 millones de visitantes, respectivamente. Se hace notar ahora, cuando las cifras se han reducido a poco más de la mitad. En el año 2022 se redujo a 1,1 millones y este año se espera que aumente a 1,3. Cifras de hace diez años.
No es privativo de Ecuador. Perú pasó de 4,7 millones de turistas el año anterior a la pandemia a 1,9 en 2022. Compartimos el pesado lastre de la inseguridad y la incertidumbre política y económica.
La gastronomía puede ser una herramienta para cambiar el rumbo de las cifras, pero nunca hemos tenido una política de promoción turística que mire decididamente a la gastronomía.
No se trata de servir platos tradicionales a los invitados del stand de Ecuador, Quito o Guayaquil en las grandes ferias de turismo (FITUR, la Feria Internacional de Berlín o el World Travel Market de Londres). La promoción del turismo gastronómico es otra historia, pero incluye compromisos que nadie quiere afrontar.
Para recibir (turistas) hay que poder ofrecer (actividades y referencias) y contar con los medios (infraestructuras) que busca ese mercado.
El turismo gastronómico exige una gastronomía fuerte y visible, que no se limite a seis comedores puntuales y una colección de hoteles de lujo.
Necesitamos compromisos que ayuden a crecer al sector. Formación, facilidades y estímulos, en lugar de pasividad, desconocimiento (tenemos oficinas de turismo que nunca han visitado restaurantes que son referencia en las grandes ciudades) y amiguismo.
Mérida, la capital del estado mexicano de Yucatán, acaba de celebrar una semana gastronómica dedicada a la promoción turística de la ciudad, bajo el lema 'Sabor Yucatán'.
Durante una semana, se han celebrado tres eventos dedicados al vino (Concurso Mundial de Bruselas), la coctelería (Barra México) y la cocina (The Best Chef Awards), acompañadas de charlas, catas, degustaciones, rutas gastronómicas, rutas guiadas por mercados.
Minuto a minuto, la ciudad ha vivido la cocina y ha recibido miles de visitantes. Es el reclamo que Ecuador debería imitar.
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