Ballet clásico: una disciplina entre la excelencia y el dolor
El ballet prepara bailarines que viven ante la exigencia de una perfección física, las críticas y la competencia.
Presentación de ballet de la obra 'El Cascanueces'.
Cortesía Rafael Espinosa
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La práctica del ballet constituye una disciplina que exige un esfuerzo mental y físico de alto nivel. Sus consecuencias pueden llevar a la gente a la excelencia o a la frustración, a la satisfacción o al dolor.
Es un estilo de danza que responde al movimiento preciso y técnico del cuerpo; cada paso es programado para lograr la perfección de las piezas que se interpreten. Su práctica tiene un gran impacto en los bailarines a nivel físico, psicológico y emocional.
“Estudias nueve años consecutivos para bailar ballet como profesional, aprendes los giros, las caídas, el manejo de las zapatillas de puntas. Hay un trabajo de tono muscular que se trabaja con la técnica”, dice Enriqueta Terán, profesora de Frevo Dance Studio y exbailarina de ballet clásico.
La danza clásica conlleva mucho esfuerzo y sacrificios tras bastidores. “Haces una vida alrededor de eso”.
Exigencia, presión y competitividad
La enseñanza del ballet conlleva mucha presión por parte de profesores, compañeros y críticos externos. Son horas y horas de prácticas para que movimientos muy complejos, se vean fluidos al ojo del público.
“Es simplemente como una milicia. Realmente es muy duro el trato, porque exige muchísimo, no solo demanda física, sino también mentalmente (…) Si el profesor no te desarrolla una disciplina, es muy complicado que te puedas dedicar a esto profesionalmente”, explica Rafael Espinosa, bailarín de la Compañía Nacional de Danza del Ecuador.
Las críticas también son un factor importante con el que los bailarines tienen que lidiar. Un estudio realizado en la Universidad de Buenos Aires (2007) reveló que más del 15% de estudiantes de ballet podrían desarrollar trastornos alimenticios debido a la fuerte exigencia para que luzcan cuerpos perfectos.
“Recibes muchos comentarios de gente de afuera, que te afectan y si tú no eres firme y fuerte y llevas una vida saludable, te pueden derrotar”, afirma María Paula Maridueña, bailarina de la Compañía Nacional de Danza.
A menudo, las bailarinas compiten por roles principales en las producciones que se realizan. “La competencia es infinita, muy pocas veces es una competencia sana […], Se ve de todo un poco, y ahí te preguntas ¿hasta dónde llegas por esto?”.
En hombres, no se ve el mismo nivel de competitividad debido a la poca oferta y demanda que existe para este género dentro de la danza clásica.
El dolor físico es algo a lo que los bailarines se someten constantemente. Otra investigación que analiza la “epidemiología de lesiones en danza contemporánea” (2021) muestra que las áreas más afectadas durante entrenamientos son la columna, la rodilla y el tobillo.
Tras largas horas de ensayos, los pies de una bailarina son los más afectados debido al uso de zapatillas de punta. Es común que experimenten bursitis (inflamación de las almohadillas que amortiguan las articulaciones), uñas encarnadas, ampollas, callos, desgaste articular y más.
La pasión como motor de avance
Este tipo de danza proporciona a cada individuo disciplina y resiliencia tanto en el aspecto físico como en el emocional. Aprenden a competir contra ellos mismos, en búsqueda de una incansable superación personal.
“Nada se compara con llegar al escenario y realmente disfrutar eso que tantas amas”, afirma María Paula.
“Al final, te conviertes en una persona mucho más fuerte, mucho más disciplinada”, enfatiza Rafael antes de volver a sus ensayos para 'El Cascanueces'.
*Escrito por Ariana Valenzuela, estudiante de Periodismo de la Universidad San Francisco de Quito.
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