Crítica de cine: 'Intensamente 2', escasa gracia en las nuevas emociones
'Intensamente 2' se desarrolla con absoluta pulcritud en las imágenes, de forma monótona, sin capacidad de sorpresa, sabiendo que la apuesta descansa en lo seguro.
Escena de la película 'Intensamente 2', con las cuatro nuevas emociones: Vergüenza, Ansiedad, Envidia y Ennui.
Pixar / El País
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Por Carlos Boyero
Vamos a repetir tópicos con un fondo innegociable de verdad. Existió una cadena de televisión por cable llamada HBO que concibió en sus inicios las series con tratamiento de obras de arte.
Lo que había sido patrimonio exclusivo del gran cine estadounidense se trasladaba a las series, construidas con los mejores guiones, historias, directores, intérpretes, audacia, complejidad, creatividad.
Y ahora todo eso se acabó: It's All Over Now, Baby Blue, que escribió Dylan y mejoró interpretándola hasta límites sublimes Van Morrison.
Ocurrió lo mismo con Pixar, esa factoría maravillosa que transformó en adulto, más que inteligente, divertido, conmovedor al universo de los dibujos animados. Perdón, desde hace mucho tiempo se llama cine de animación.
Como los entrañables tebeos se transformaron en cómics, con el aura cultural, intelectual y prestigiosa que eso implica. Y nacieron maravillas como Toy Story, Ratatouille, Buscando a Nemo, Monstruos S. A., Up... Y tantas otras.
Gracias a esta admirable y revolucionaria casta de creadores, los adultos disfrutábamos aún más que los niños con lo que nos contaban.
El último recuerdo feliz que tengo de Pixar, antes de que Disney (lagarto, lagarto) la absorbiera es 'Intensamente 1', aunque ahí aparecieran conceptos tan filosóficos y humanistas analizando las emociones de la niñez como alegría, tristeza, miedo y asco.
Me temo que las cuatro últimas permanezcan hasta la vejez en la existencia de mucha gente. Y bendita sea la supervivencia de la alegría. Pero la niña Riley ya es adolescente. Juega al hockey sobre hielo.
Tiene 13 temblorosos e inseguros años. Le ocurren nuevas y trascendentes cosas. Aparecen la ansiedad, la envidia, la vergüenza, la nostalgia y el hastío. ¿Y cómo lograr que la acorralada criatura aprenda a convivir o a triunfar sobre esas temibles sensaciones?
El planteamiento es atractivo. Sobre todo, comercialmente. Vamos a exprimir el viejo éxito. Incluso puede dar para una saga. Como Marvel, los simios, Batman, El señor de los anillos, Karate Kid, su santa madre. Y Pete Docter, sustituto del genial John Lasseter, anda detrás del gran negocio, pero solo como productor.
¿Y cómo transcurre la historia de aquella niña memorable que se está haciendo mujer, con todos los problemas emocionales que implica esa transformación? ¿Y como funcionan sus nuevas sensaciones? Pues de forma aburrida para mi decaído gusto.
Con absoluta pulcritud en las imágenes. De forma monótona, sin capacidad de sorpresa, sabiendo que la apuesta descansa en lo seguro, que el número de espectadores ya está previsto por la infalible calculadora. Y solo abro la boca, ese gesto execrable y maleducado, cuando la proyección anda por la mitad.
Pero me fascina la risa continua en cada plano de un espectador en el pase de prensa al que acudo. Y qué envidia me da su actitud.
No sé si sigue existiendo en el teatro aquel ritual tan antiguo de la claque. Eran gente a la que pagaban por aplaudir continuamente o en momentos puntuales, para animar al público con su entusiasmo bien pagado. No era exclusivo del teatro. Y creo que ahora tiene un protagonismo absoluto en el asqueroso universo de la política.
Y que sí, que he leído, sin que me ocurra nada catastrófico, aunque tampoco salvador ni redentor, un artículo que se titulaba Guardaos de los apolíticos. ¿Y que van a hacer con nosotros, tan ignorantes y egoístas? Dan ganas de rechazar el nihilismo y hacerte activista. Con sueldo, por supuesto.
Artículo publicado el 18 de junio de 2024 en El País, de PRISA MEDIA. Lea el contenido completo aquí. PRIMICIAS reproduce este contenido con autorización de PRISA MEDIA.
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