La Venus de Quevedo, la parroquia donde Don Naza fundó Big Money
En la parroquia La Venus, en Quevedo, conviven cuatro banda delictivas: los Preciado, los Choneros, Lagartos y los Lobos, que mantienen atemorizada a la comunidad.
Casa de Don Naza, donde operaba 'Big Money' en el barrio Venus, Quevedo 18 de agosto de 2021.
Carolina Mella
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Venus del río Quevedo es una de las 11 parroquias con más población en Quevedo, provincia de Los Ríos, donde viven cerca de 40.000 habitantes.
Todos advierten que es un barrio peligroso, “zona roja”, y que hay que tener cuidado al entrar.
Ahí creció Miguel Nazareno, un exmilitar que tenía una vida tranquila con sus hijos y esposa, a quienes abandonó cuando empezó con la plataforma Big Money, a inicios de 2021.
“Fue el tonto útil”, dice una persona que prefiere no ser identificada, pero que conoce de cerca a Don Naza.
Miguel Nazareno quedó huérfano de madre en su niñez y estudió en la escuela vespertina Miguel Ángel Salinas, del mismo barrio.
Don Naza comenzó con Big Money en su casa enlucida, que por coincidencia está ubicada frente al destacamento del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía (GOE).
Ahí también funcionaba su negocio -Comercial Nazareno-, pero en la efervescencia de Big Money se mudó a una casa verde de tres pisos, con ventanas oscuras y puertas de un naranja intenso, que estaba en la siguiente cuadra.
Ahora está vacía, solo queda el rastro de una alarma de seguridad y, en el piso, unos papeles con el logo de la Fiscalía.
En el sector no se ve a mucha gente caminando por las calles, ni tampoco a los niños jugando. La mayoría esta encerrada en sus casas.
Y no dudan en expresar su preocupación por quiénes podrían ser los próximos inquilinos de la casa de las puertas anaranjadas.
El origen de 'La Venus'
La parroquia Venus del río Quevedo es conocida como La Venus. Se originó hace 43 años cuando varias personas del campo emigraron a la ciudad en busca de un mejor futuro para sus hijos.
Era un extenso terreno que le pertenecía a una sola familia y que casi dos décadas después terminó por definirse en dos parroquias: Venus del río Quevedo y Playa Grande.
Pero antes invadieron los terrenos. “Veníamos a dormir aquí para que no haya desmanes y la Policía nos resguardaba”, cuenta Hortensia Corrales, una maestra jubilada, que fue una de las invasoras de los terrenos hace 43 años.
Los dirigentes eran maestros, hasta que “hubo bastante gente y como querían viviendas, hicieron un sorteo entre las personas que depositaran 300 sucres en el Banco del Fomento, y los solares eran 10 por 20 metros”, cuenta Hortensia.
Al día siguiente “parecíamos hormigas, todo el mundo buscábamos el lote que nos correspondía y colocamos las estacas. El que podía, de una vez dejaba cercado y nos veníamos a vivir en covachas”, recuerda Hortensia.
Así llegaron todas las gestiones por construir una escuela, alfabetizar a los adultos, levantar las redes para electricidad, pero lo que no consiguen hasta ahora es agua potable y alcantarillado.
“Tenemos agua de un pozo que lo instaló una ONG, y tengo pozo séptico con el riesgo de que se puedan mezclar las aguas. Procuro comprar los bidones y usarlos para cocinar”.
Hortensia Corrales
La tradicional parroquia de la Venus, que se levantó con gestiones y unión, se ha convertido en uno de los sitios más peligrosos de Quevedo.
Ahí conviven hasta cuatro bandas delictivas: Los Preciado, los Choneros, los Lagartos y los Lobos, dedicados al microtráfico de drogas.
Pero también fueron de la seguridad de Nazareno y lo acompañaban a repartir las canastas en otros barrios vulnerables.
Con el tiempo, las bandas han logrado instaurar el temor y el silencio. Nadie quiere hablar, responden a las preguntas asintiendo con la cabeza y solo dicen “que es mejor no mirar, ni saber nada”.
Cuentan que cuando miles de personas hacían fila para entregar el dinero a Big Money en este barrio, algunas familias prefirieron colocar una lona oscura alrededor de sus casas para impedir que los niños miren el alboroto.
Con la lona también se sienten un poco más protegidos ante una bala perdida, porque los disparos son constantes en el barrio.
Las bandas mandan en el sector. Asaltan las casas de sus vecinos e incluso al Subcentro de Salud de la parroquia, donde trabajan nueve personas.
"La vida en Quevedo vale un celular o incluso USD 5, por lo mínimo te pueden hasta quitar la vida", asegura Mercedes, quien lamenta ver a su barrio convertido en una zona violenta, y a los niños que vio crecer, ahora dedicados a la delincuencia.
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