"Nos atacaron con catapultas": así fue la cruda emboscada en San Antonio de Pichincha
En el ataque contra un convoy de las Fuerzas Armadas participaron militantes del correísmo y moradores del sector, además de extranjeros. Hubo cohetes caseros y hasta catapultas.
Tres camiones Howo del Ejército y un tráiler rojo fueron incendiados por los manifestantes en el ataque a un convoy militar en San Antonio de Pichincha, el 23 de junio.
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La emboscada que sufrieron 120 militares del Ejército en San Antonio de Pichincha, en pleno paro indígena, el 23 de junio, fue fríamente planeada y coordinada.
Las protestas en esta zona de la privincia de Pichincha fueron organizadas a través de una página de Facebook, que tiene 3.800 integrantes, una radio, y varios grupos en WhatsApp, que tienen entre 900 y 180 miembros.
En la organización también jugaron un rol protagónico personas cercanas a la prefecta de Pichincha, Paola Pabón, quien aclaró que no tuvo nada que ver en los hechos, pues estaba fuera del país.
Ese jueves 23 de junio el paro indígena empezó a tornarse violento, con bloqueos en diferentes provincias y un cerco a Quito, siguiendo un plan similar al aplicado en octubre de 2019.
Cerca de 15.000 indígenas ya habían llegado de varias provincias y el Gobierno les permitió ingresar a la Casa de la Cultura de Quito. Durante las horas siguientes la protesta se desbordó con ataques delictivos y vandalismo.
En medio de la escalada, San Antonio de Pichincha era uno de los focos más conflictivos. También las parroquias de Guayllabamba, Calderón, Llano Chico y Cutuglagua, donde el correísmo tiene influencia directa, a través de los presidentes de las juntas parroquiales, articulados con la Prefectura de Pichincha.
En la Mitad del Mundo, los bloqueos que interrumpieron durante casi dos semanas la circulación en la vía Manuel Córdova Galarza, fueron dirigidos por 20 personas.
La mayoría eran miembros y simpatizantes de los Comités de la Revolución Ciudadana (CDRs), según informes de Inteligencia de la Policía y de las Fuerzas Armadas.
PRIMICIAS corroboró que hubo coordinación, a través de testimonios de moradores del sector que no participaron en las protestas, así como de la revisión de las páginas y los grupos en Facebook, en las plataformas de mensajería y la revisión de los partes oficiales.
La víspera
Desde la víspera unidades del Ejército, con el apoyo de la Policía, habían intentado, inútilmente, despejar la vía principal que conecta a Quito con poblaciones del noroccidente de Pichincha y de la Costa.
El objetivo era permitir la llegada de camiones con alimentos a Quito. Los camiones no podían salir desde Nanegalito por las protestas y los bloqueos. Mientras tanto, la escasez de víveres en Quito empezaba a sentirse.
Por eso, ese jueves el comandante de la Primera División Shryris dispuso que 120 militares del Grupo de Caballería Mecanizada 18 Cazadores de Los Ríos, con seis equipos de combate, se encargaran de despejar la vía para permitir el paso de siete camiones.
Al frente de este contingente del Ejército estaba el teniente coronel Rashid Jiménez, quien reveló a PRIMICIAS que realizaron la operación solos, pues horas antes el grupo de 150 policías que iba a darles resguardo debió dirigirse a la Casa de la Cultutra.
"Salimos con material antimotines, gas, cascos, escudos y armas no letales", relató el oficial que junto con su unidad había llegado desde Loja, cuatro días antes.
A las 17:20, el convoy -compuesto por siete camiones Howo de Fuerzas Armadas, dos buses y dos camiones tipo furgón- empezó a circular por la avenidad Manuel Córdova Galarza, custodiaban a un tráiler rojo que remolcaba un tractor, para despejar los escombros.
Se dirigían a San Antonio de Pichincha. Desde el aire contaban con el soporte de un helicóptero para intercambiar información sobre los bloqueos.
Al llegar al redondel de Maresa, se encontraron con 500 manifestantes que habían colocado obstáculos de todo tipo y empezaron a lanzarles piedras y bombas molotov.
Después de varios minutos, el convoy logró abrirse paso, dispersando a los manifestantes, lanzando gases lacrimógenos, con dirección a Caspigasi.
Al llegar al redondel de la Mitad del Mundo se encontraron con más de 1.000 personas, que llegaron desde la vía a Calacalí y la Avenida Equinoccial.
"Empezaron los ataques con piedras, voladores y bombas molotov. Nos sorprendió que, en cada bloqueo, habían montado bases de aprovisionamiento donde tenían cientos de rocas, cohetes caseros, bombas molotov, papas explosivas con mecha, e incluso catapultas, con las cuales nos atacaban", narra Jiménez.
Emboscada con rockets
Los uniformados continuaron su avance mientras recibían disparos al cuerpo con rockets caseros y explosivos caseros.
Caminaban delante de la caravana de los vehículos. Algunas de las piedras arrojadas con las catapultas destrozaron los escudos que los protegían.
Aún así lograron avanzar cuatro kilómetros, sorteando diez cierres, hasta llegar a la Y de Caspigasi, donde otra multitud de unos 1.000 manifestantes los esperaba.
Para ese momento, cientos de personas violentas también les seguían los pasos a su espaldas, otros ubicaron varios vehículos y camionetas que bloqueaban el camino de retorno a la Mitad del Mundo.
Minutos antes un video captó el momento en que una de las dirigentes daba instrucciones por su celular para que el grupo de Caspigasi esperara a la llegada de todos los militares para atacarlos. La emboscada estaba en marcha.
Oscurecía. Ya eran cerca de las 18:30, el grupo de infantes mecanizados empezó a quedarse sin material antinmotines, casi no tenían gas lacrimógeno. Por radio, el oficial al mando insistía a la tripulación del helicóptero que les ayudara con unos refuerzos.
"No había un solo indígena, nos atacaban por todos los costados, desde las bloqueras, también ubicamos al frente a varios extranjeros, especialmente venezolanos, colombianos y cubanos, incuso haitianos. Se notaba que tenían preparación militar de combate", destacó Jiménez.
Jiménez observó que había, al menos, cuatro puestos bien montados de resistencia con catapultas y voladores.
Los ataques se volvieron más violentos, en medio de los gritos amenazantes de algunos agitadores furiosos.
"Ahí tuve la certeza que nos iban a emboscar. Nos dividieron en dos frentes, no podíamos avanzar, empezamos a tener los primeros heridos con piedas y cohetes. Entonces decidí que todo el grupo se replegara para iniciar la retirada".
Teniente coronel Rashid Jiménez
Así, en medio de los enfrentamientos y ataques por los cuatro costados, los soldados llegaron hasta el redondel de la Mitad del Mundo, donde subieron a los buses y camiones, que atravesaron montículos de escombros.
Desde los vehículos disparaban las últimas bombas lacrimógenas que les quedaban a las turbas que los hostigaban.
Ese momento ocurrió la muerte de uno de los manifestantes, Franco Íñiguez, morador de San Antonio, con un disparo en el pecho.
La Fiscalía investiga el motivo de su muerte que, según algunos moradores, fue responsabilidad de los soldados que le habrían disparado.
La versión oficial es que los militares nunca usaron armas de fuego y que fue asesinado por uno de los infiltrados en las protestas.
En su vertiginosa huida, el chofer de un camión militar se estrelló con un poste que dejó si luz a todo el sector, lo cual fue aprovechado por los uniformados para llegar hasta la Escuela Militar de Parcayacu. Eran las 19:30.
Diecisite militares heridos con contusiones, cortes y quemaduras fueron atendidos en el policlínico. Los más golpeados fueron los conductores, que estaban más expuestos.
Jiménez narra que esa noche regresaron 115 hombres.
Cinco uniformados no pudieron salir de San Antonio, pero fueron auxiliados por moradores de la zona, quienes los ocultaron en sus casas hasta el día siguiente.
"Mañana se viene la grande"
Leonidas Moreno Ordóñez, de 58 años, fue uno de los manifestantes más activos durante las protestas en San Antonio de Pichincha, donde vive hace 30 años y niega cualquier relación con los hechos.
Según las investigaciones de organismos de Inteligencia, por su estrecha relación con el correísmo, Moreno sería una de las principales cabezas de las manifestaciones en San Antonio, que están bajo indagación de la Fiscalía.
Desde 2019, ocupó importantes cargos en la Prefectura de Pichincha por su cercanía con Paola Pabón.
Conoció a la prefecta Pabón cuando estuvo al frente de la Secretaría de la Política. De hecho fue simpatizante del correísmo desde el primer gobierno de Rafael Correa a quien considera el mejor mandatario de todos los tiempos.
En sus redes sociales tiene fotos junto al exvicepresidente Jorge Glas y otros líderes correístas.
Desde 2019 fue Director de Economía Popular y Solidaria, pero dejó el cargo en medio de denuncias de maltrato a los trabajadores, por lo cual fue enviado por la Prefecta a la Direccción de Legalización de Tierras y, finalmente, fue designado Director del Noroccidente, cuando renunció al cargo, según asegura, y corrobora con un comunicado de la Prefectura del 18 de mayo.
"Les comentó que hoy 12 de junio es domingo y mañana viene la grande, mañana el pueblo en pie de lucha. Pilas, pilas", anunció Moreno, en un video en el arranque de las protestas.
Los días siguientes subió varias grabaciones de los ataques con piedras a los buses en los que fueron evacuados los militares, y otro en el cual los manifestantes muestran los camiones y el trailer que fueron capturados y luego quemados por la turba en San Antonio.
Desde la tarde transmitía en vivo como "los helicópteros del Ejército, militares, policías y partidarios de Guillermo Lasso, afiliados a Creo, se habían concertado para agredir al pueblo de San Antonio de Pichincha. La represión fue sin control y, como que estuvieran drogados, las fuerzas del gobierno agredían al pueblo", decía.
En otro video, muestra la imagen de una persona agonizante en el piso, la noche del 23 de junio.
"Allí están las consecuencias, ha caído en la lucha popular un mártir Franco Iñiguez. Conocemos que dos heridos más fueron trasladados a Quito, entre ellos, una mujer. Fue asesinado por una bala del Ejército que le perforó el pecho y le salió por la cadera", escribió y relató en otro video el día del sepelio en San Antonio.
Al ser entrevistado por PRIMICIAS, Moreno negó haber participado en las manifestaciones y dijo que se limitó a hacer videos porque estaba indignado por la inacción y los desaciertos del presidente Guillermo Lasso, a quien llama "ladrón, asesino y corrupto".
"Solo he expresado, como cualquier ciudadano, mi criterio de descontento contra Lasso. Pero no participé en nada, estas denuncias me están causando mucho daño, al igual que a mi familia; desmiento todo lo que se ha publicado en mi contra”, dijo Moreno.
Sobre su relación con los Comités de la Revolución Ciudadana y el correísmo, asegura que no tiene ninguna vinculación con sus organizaciones de base ni con el movimiento.
Sobre su denuncia de que Íñiguez fue asesinado por el Ejército, explicó que fue una apreciación suya basada en lo que comentaban sus vecinos porque es abogado, con una especialización en ciencias forenses.
"Nunca estuve en el lugar ni vi al fallecido. No sé nada de ese señor”.
Leonidas Moreno.
La hija de Moreno es propietaria de un centro médico y una clínica del dolor, que funcionan en San Antonio.
Él dice que el centro es una fundación de su hija que sufre fibromialgia, una enfermedad catastrófica. En ese lugar se imparten tratamientos y terapias especializadas. Sobre la segunda entidad asegura que su hija no es accionista sino que fue gerente. Ese es un centro de cuidados a enfermos terminales.
El prófugo
A mediados de los 90, Moreno fue enjuiciado por el asesinato con arma de fuego del joven Víctor Carrión Paladines, en Loja.
Fue sentenciado a diez años de prisión por homicidio, pero su condena no se ejecutorió porque estuvo prófugo diez años. Luego regresó al país, al prescribir su condena.
"Nunca he sido sentenciado por nada. Mi estado de inocencia jamás ha sido revocado", sostuvo al referirse a este caso.
En una entrevista en el canal Ecotel, de Loja, la hermana del joven fallecido, Rory Zambrano, aseguró que luego de asesinar a su hermano, después de las elecciones del consejo estudiantil del Colegio Manuel Valdivieso, "Moreno huyó a Colombia, donde vivió diez años y se entrenó con las FARC".
"Nunca he salido de Ecuador más de una semana, excepto en marzo de 2021, que fui a México con mi familia a hacer turismo. El resto es calumnia y falsedad", respondió Moreno.
Nota de la Redacción: En el último párrafo de la nota original, publicada el viernes 8 de julio dijimos que: "No obstante, sus registros de viajes indican que el 19 abril de 2022 viajó a España y retornó el 28 a Quito". Este párrafo ha sido eliminado porque los datos proporcionados por Migración no corresponden. Por lo anterior, ofrecemos disculpas a los lectores. La nota fue actualizada el 11 de julio de 2022 a las 11:53.
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