La pesadilla de vivir cerca de la cárcel de Latacunga
Al menos 12.000 familias viven en los alrededores de la cárcel de Latacunga. Los moradores relatan cómo ayudaron a la Policía a recapturar a los presos que se escaparon tras la masacre del 21 de julio.
Al menos 12.000 familias viven en los alrededores de la cárcel de Latacunga, donde hubo un motín el 21 de julio de 2021.
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Fue una madrugada de gritos, detonaciones, angustia y terror. Quienes viven en los alrededores de la cárcel de Latacunga, en Cotopaxi, no logran conciliar el sueño ante el temor de que se produzca un motín como el del 21 de julio de 2021.
Apolinario Yánez aún no puede borrar de su mente la última masacre en ese centro carcelario, que dejó 19 presos muertos.
Yánez es dirigente de la comunidad de Patután. "Ese día, nadie pudo dormir", dice con rabia. En el último amotinamiento carcelario una mujer policía fue violada y 130 detenidos se fugaron. Aún falta por recapturar a 44.
“Fueron momentos de angustia cuando las sirenas de la comunidad sonaron. Nos alertaron de que se escaparon varios presos. Entre gritos y chiflidos la gente se comenzó a organizar para ayudar a buscar en casas viejas, maleza y cultivos”, explicó Yánez.
En Patután lograron capturar a cuatro presos, uno estaba escondido en los baños del estadio, otro había ido a comprar en una tienda y los otros dos se escondían en el bosque. Ellos prefirieron escapar a morir en la cárcel.
Esa noche, toda la comunidad estuvo en vigilia y así permanecen desde hace siete años, cuando se instaló el Centro de Privación de Libertad de Cotopaxi.
Alrededor de la cárcel -que fue anunciada como la más segura del país- hay cinco comunidades -Patután, La Calera, Zumbalica, San Vicente y Chantilín- donde habitan 12.000 familias.
Ellos aseguran que la inauguración del centro carcelario les cambió la vida, "pero para mal, porque nos sentimos inseguros".
Pese a que existe una Unidad de Policía Comunitaria (UPC), no hay policías, por lo que la comunidad optó por autoprotegerse. Hacen rondas las 24 horas porque, aseguran, la delincuencia se ha incrementado.
También reclaman porque los internos tienen equipos con mayor tecnología y porque los inhibidores de señal telefónica e Internet, ubicados en una torre de la cárcel, también bloquean sus dispositivos.
Juan cuenta que sus hijos deben caminar hasta 30 minutos buscando una señal de Internet para hacer sus deberes.
En ocasiones aprovechan cuando salen al centro poblado para cumplir con sus tareas e imprimirlas en hojas, porque los inhibidores de señal han bloqueado toda la comunicación.
En Patután, La Calera, Zumbalica, San Vicente y Chantilín están cansados de ofrecimientos, pero más aún de vivir "con un ojo cerrado y otro abierto".
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