El doloroso proceso de identificar a los 118 muertos de la Penitenciaría
Hasta el jueves 30 de septiembre, solo 23 cadáveres habían sido identificados. Los demás estaban irreconocibles. En la morgue de Guayaquil ya no caben los muertos de la quinta peor masacre carcelaria de la región.
Familiares de los presos asesinados en la masacre de 2021 esperan en los exteriores de la morgue de Guayaquil el jueves 30 de septiembre de 2021.
Allen Panchana, para PRIMICIAS
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Tras la masacre en la Penitenciaría del Litoral, la morgue de Guayaquil se ha convertido en una postal del dolor. Personas que entran, de cinco en cinco, tratan de reconocer a sus familiares: buscan una marca, un lunar, un tatuaje, cualquier señal.
En la mayoría de los casos los cuerpos están quemados, cercenados, o totalmente irreconocibles.
El hedor golpea fuerte. Solo hay 12 frigoríficos para los 118 presos masacrados que, hasta el jueves 30 de septiembre, habían sido trasladados al Departamento de Criminalística.
Afuera, decenas de hombres y mujeres lloraban, bajo un sol de 38 grados, entre ellas María José Quiñónez.
Tiene 30 años de edad y ocho meses de gestación. “No me dan razón de mi esposo. Él lleva seis años preso, por droga. Yo tengo la esperanza de que esté vivo”, dice.
María quedó embarazada en una de las visitas semanales que hacía a su esposo en la Penitenciaría.
La cifra de 118 muertos puede aumentar, según la Comandante General de la Policía, Tannya Varela, quien el jueves 30 de septiembre recorrió la morgue, la cárcel y el estadio Abel Jiménez, donde se han levantado mesas para entregar información a las familias.
“La tragedia puede ser aún peor”.
Tannya Varela, comandante general de Policía
A los exteriores de la morgue han llegado ciudadanos de Manabí, de Esmeraldas, de El Oro, de Azuay, de Los Ríos y de otras provincias.
Algunos cubren sus rostros con toallas para soportar el calor. Otros gritan, con niños en brazos, piden información. Nadie les responde.
Apretujados, muchos de ellos sin mascarilla, hacen fila para ingresar al Bloque F, al fondo de Criminalística, una suerte de galpón donde están los cadáveres. Se organizan en grupos de cinco.
Al entrar, caminan lentamente, serpenteando a los hombres sin vida que encuentran a su paso o lo que quedó de ellos…
Hay restos de personas colocados de las formas más disímiles. Son historias que no tienen nombre, segundos de espanto para los que no alcanza el lenguaje.
Solo 23 identificados
La morgue de Guayaquil está desbordada. Por eso llegaron 15 médicos legistas y técnicos disectores desde Quito y otras ciudades, para realizar las autopsias exigidas por Ley en caso de muertes violentas.
“He dispuesto acelerar la identificación de los cuerpos”, asegura la Comandante Policial, Tannya Varela.
En total, hay 25 especialistas para la tarea.
Aunque hasta las 18:00 del jueves 30 de septiembre solo 23 cuerpos habían podido ser identificados, según Henry Coral, encargado de la Dirección Nacional Técnica Científica de la Policía.
Y de ellos 15 fueron entregados a los familiares. Es un proceso lento y doloroso para todos.
“La espera también duele”, remarca María José Quiñónez, la mujer embarazada, quien lleva dos días allí parada.
“No he almorzado. Como lo que me regalan”, explica mientras abraza su vientre. “Es niño y nace a inicios de noviembre. Todavía no sé cómo se va a llamar”.
Una tarea que “durará semanas”
El titular de la Dirección Nacional Técnica Científica de la Policía aclara que la identificación puede durar semanas.
“Hicimos el levantamiento técnico de los cuerpos sin ningún dato informativo. Eso ha causado la demora. Además, la autopsia tiene un promedio de duración de dos horas por cuerpo y hablamos de más de 100 muertos”, agrega.
El oficial narra la estrategia para salir de esta crisis: “Estamos recabando datos de los familiares con algo específico o técnico: cicatrices, tatuajes, operaciones o alguna situación física para identificarlos”.
Con esa información Criminalística hace un cotejo. Luego, obtiene nombres y número de cédula para conseguir huellas dactilares y confirmar la identidad.
Si eso no resulta (porque hay cuerpos que están en un estado tal que lo impide) la opción es la antropología forense o, finalmente, un análisis genético.
Enterrar a tres hijos
Daniel Villacís Bastidas (57) no encuentra consuelo. Fue uno de los primeros en hacer ese recorrido doloroso por el Bloque F. “Me tocó rebuscar entre tanto muerto para encontrar a mis tres hijos. Me los mataron”.
Se refiere a los hermanos Danny Deybi (29), Darwin Mauricio (27) y Jonny Byron (25) Villacís Araujo. Son parte de los -hasta ahora- 118 presos brutalmente masacrados.
Los tres registran antecedentes por delincuencia organizada en 2019. Además, Darwin y Danny también enfrentaron un proceso judicial por asesinato en 2015, según el Consejo de la Judicatura.
Jonny Byron tenía juicios abiertos por tenencia de armas, tráfico de drogas y delincuencia organizada.
Los hermanos Danny Deybi y Jonny Byron cumplían una sentencia de 10 años por el delito de tenencia de armas y tráfico de sustancias ilícitas.
La tragedia para la familia Villacís Araujo no termina. El mayor de los hermanos, Daniel Isaías (31) está en el Pabellón 4 de la Penitenciaría del Litoral.
Registra antecedentes por robo (2014), asesinato (2015) y tráfico de drogas (2019).
“Sabemos que está vivo. Él debe salir libre el 4 de octubre. ¡Por Dios, que no me lo maten! ¡Es el único hijo que nos queda!”, dice, afligido, Daniel Villacís.
A su lado, sin parar de llorar, está su esposa, Elena Araujo Plúas (60), una madre hecha jirones. Una familia irremediablemente rota.
La peor masacre
Son las historias que deja la barbarie. Narraciones de la peor masacre carcelaria en la historia de Ecuador. Y la quinta más grave del continente (ver infografía).
Hay quienes, como la mujer embarazada, se quedarán a dormir aquí, en las afueras de Criminalística, mientras pasan vendedores de comida y, sobre todo, de ataúdes.
Es la postal del dolor. Y, también, de la indiferencia.
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