Bandas marcan territorio con grafitis en seis distritos de Guayas
La presencia de grafitis de las bandas criminales se siente en los seis distritos de la zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón), donde ocurre el 75% de los crímenes violentos.
Calle del Guasmo Sur donde está pintado el símbolo que identifica a la banda de Los Lagartos.
Carolina Mella /PRIMICIAS
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Las bandas tatúan los barrios con símbolos, animales, banderas, nombres y rostros para delimitar el poder y el control de los territorios.
Esta práctica es más clara en las cárceles, donde los pabellones están clasificados según la banda que los controla.
Pintan el animal o las letras que los representan, en un espacio que está bajo el control de policías y militares.
Aún así, los privados de libertad pueden pintar símbolos de violencia, como armas y nombres de las organizaciones a las que pertenecen.
La Policía relaciona la eliminación de los grafitis de las bandas criminales en las paredes de los barrios guayaquileños con atentados terroristas.
El jefe del Distrito Florida, Maximiliano Maldonado, maneja la hipótesis de que la explosión de un coche bomba afuera del cuartel policial del sector, en el sur de Guayaquil, “fue una represalia porque la Policía borró el grafiti de un tigre, símbolo de estos grupos delictivos”.
Este símbolo es usado por la banda delictiva Los Tiguerones.
Para el Ministerio del Interior, estos murales de las organizaciones delictivas, que se observan “con absoluta tolerancia en las ciudades más violentas, son mecanismos que modelan la conducta social e imponen su fuerza”.
Por eso la institución hizo un llamado a los municipios del país para que eliminen este tipo de grafitis de las paredes de sus ciudades.
El director de Seguridad del Municipio de Guayaquil, Gustavo Zúñiga, dice que “las paredes de las propiedades privadas les corresponde a los dueños de casa. Por ordenanza se puede citarlos, pero no apresarlos, ni obligarlos a que los pinten”.
Según Zúñiga, esta “es una expresión ridícula que no significa pertenencia, son manifestaciones que a nosotros más bien nos determina qué banda está trabajando en ese sector”.
Agrega que se hacen controles por sectores, pero ahora mismo, ir a la caza de los murales, no es una prioridad “porque hay otros temas más importantes que tratar en las mesas de seguridad y lo saben los señores de la Policía y el Gobernador”.
Los habitantes de la cooperativa Vélez Benítez, donde estaba el grafiti del tigre, conocen quiénes son, pero no se atreven a hablar.
Sin embargo, entienden el mensaje que las bandas criminales quieren entregar a sus rivales, a las autoridades y a quienes conviven en medio de esa pugna.
“Territorialidad, que aquí ellos mandan”, dice un joven de la zona.
Al intentar romper la barrera del silencio, los moradores dejan claro que quienes pintaron de blanco el grafiti del tigre, ubicado en la zona céntrica, justo frente a una pequeña cancha, fueron los policías.
“Ellos vinieron un día con pintura blanca y lo cubrieron”, dice una moradora, quien apenas abre unos centímetros la ventana de madera para responder y pide con amabilidad que no se le pregunte más.
El temor también se expresa en los barrios con ventanas y puertas cerradas.
Los grafitis tienen dos acciones discursivas. La primera es adjudicarse la violencia en ese territorio y la amenaza. En muchos sectores, el efecto ya se siente.
Blindado por pedazos de madera y zinc está el sector Punta Arrecha, en el distrito Sur. En el suelo de asfalto, un lagarto verde identifica qué banda opera en el sector y a su brazo armado, es decir a Los Lagartos.
En Durán, varias paredes de barrios populares están cubiertas de símbolos de los Chone Killers, y de su líder Ben 10.
“Para las estructuras criminales, la maldad y los delitos no sólo se cometen, se presumen. Debe instaurarse el terror, a través de señales y símbolos, que se quedan en la retina de la ciudadanía”, dice Allen Panchana, profesor de narrativas audiovisuales y semiótica de la Universidad Católica de Guayaquil.
La presencia de estos murales y grafitis tiene relación también con los sectores más violentos.
Se los encuentran, sobre todo, en los distritos que concentran la mayor cantidad de los crímenes de la zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón), donde se han producido 582 asesinatos de los 1.742 que hasta la fecha han ocurrido en el país.
Los seis distritos más violentos son Nueva Prosperina, Sur, Esteros, Durán, Pascuales y Portete, donde se produce el 75% de los crímenes de la zona 8, según su comandante Víctor Zárate.
Son territorios en los que el control policial es limitado, como en Socio Vivienda, en el distrito Nueva Prosperina, donde el 25 de mayo, hubo cruce de balas entre dos bandas durante horas.
La población se encerró en las casas “igual que la policía”, dice un morador, quien agrega que "todo estaba ocurriendo al lado de ellos, conocen lo que pasa y quiénes son, pero no hacen nada".
Unos días después, solo dos policías permanecían en la Unidad de Vigilancia Comunitaria y ninguna patrulla vigilaba las calles. El Gobierno ha enviado a 300 nuevos policías para reforzar la seguridad en la zona 8, donde actualmente existen 8.281 servidores policiales.
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