Dolor de familiares, reprimido con gas afuera de la Penitenciaría
Madres, esposas e hijas de los privados de libertad que esperaban información después de la masacre en la Penitenciaría del Litoral fueron reprimidas por la Policía.
Varios cubanos, con palos y bates de béisbol, protestan por una calle de La Habana, el 30 de septiembre de 2022.
Reuters
Autor:
Actualizada:
Compartir:
Elva tomó el bus a la medianoche desde Chone y se bajó en la Penitenciaría del Litoral a las 04:00. No ha dejado de llorar desde que vio las imágenes de los cuerpos mutilados que envían desde el interior de la cárcel, donde también está su hijo.
Jean Pierre, de 21 años, lleva dos años detenido y lo encerraron en el pabellón nueve, uno de los tres donde ocurrieron los enfrentamientos entre privados de libertad que ha dejado 13 muertos. Pero por las imágenes, saben que hay más víctimas.
Elva relata la última llamada con su hijo y no sabe si está vivo.
“Hablamos el miércoles por la mañana, me dijo que habían llegado unos presos de Latacunga y que iba a haber problemas, que me quería mucho”, dice.
Más de 30 personas esperan con ella bajo un intenso sol; no hay asientos, así que se acomodan en unos bordillos de cemento, hasta que alguien del Servicio de Atención de Personas Privadas de Libertad (SNAI) les de información.
Una funcionaria se acerca hasta las vallas de metal, que separan a los familiares de la entrada a la Penitenciaría, con una lista y todos corren a preguntar por los suyos.
“Jonathan E.", "Eddie J.", "Jean Pierre M”, gritan los allegados para saber si sus seres queridos están entre los heridos, porque el SNAI todavía no conoce aún quiénes son los que murieron.
“¿A qué hora van a ingresar?”, reclaman en coro los familiares.
Sus hijos, esposos y hermanos les mandan mensajes pidiéndoles que les digan a los militares y policías que entren a los pabellones para detener la masacre y muestran videos de cuerpos sobre el piso.
Quienes no habían visto las imágenes rompen en llanto e igual intentan mirar para tratar de identificar si se trata de su familiar.
Sin embargo, el SNAI ha respondido en Twitter que “se ha retomado el control del centro”.
“Obedecemos ciertos protocolos, tenemos que verificar la seguridad del personal policial y de todos los que estamos interviniendo.
Terminamos a la 01:00 y, por seguridad, hoy comenzamos nuevamente”, dijo Armando Padilla, coordinador del SNAI.
“Yo me quedé a dormir afuera de la cárcel y a las 03:00 se escucharon nuevamente disparos. Hay más muertos de los que nos dicen”, replica una mujer que no tiene noticias de su hijo desde que inició la balacera.
Ella fue agredida por policías la noche del 5 de octubre, mientras estaban en vigilia afuera del centro carcelario.
Los portones negros de la Penitenciaría se abren y una veintena de policías irrumpe en el lugar donde están las personas que buscan respuestas.
Las mujeres corrieron hacia ellos, pero los policías ya mantenían una discusión con periodistas para moverlos a empujones de la vereda donde se encontraban, a unos 20 metros de la puerta que hasta ese momento se mantenía despejada.
No hubo mayores motivos para el repentino caos. Los policías crearon un escudo pegándose uno al lado del otro, empuñando toletes y gases lacrimógenos.
Los familiares gritaban “¡controlen adentro!, ¡queremos información!”, mientras un policía intentaba empujar a la gente con la moto.
La situación era confusa, los policías no daban información y solo empujaban a los presentes.
Las mujeres dejaron de replegarse y decidieron confrontarlos con insultos, mientras los policías respondían con toletes y gas pimienta.
Todas corrieron, pero Valeska Chiriboga, del Comité Permanente en Defensa de Derechos Humanos (CDH), recibió gas en la boca.
Dos mujeres fueron detenidas, lo que enardeció a la multitud para que las soltaran. "¡Ella está embarazada!", gritaban a las policías, que forcejaban con la detenida.
Con un poco más de distancia, los familiares continuaron protestando contra la represión policial. “¿Cómo ingresan las armas?”, preguntaban.
La situación se calmó cuando el policía al mando de la operación pidió a los uniformados ubicarse en un punto más distante, diciéndoles que “no se combate la ignorancia con ignorancia”.
Una policía sonrió sarcásticamente, pero Gloria, de 65 años, solo sentenció: “No se ría del mal de nadie, porque Dios es grande”.
“¡Si fuera tú hijo el que estuviera adentro!”, gritaba Lucía, con su bebé en brazos.
Alerta internacional
El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH) envió un oficio a Víctor Zárate, comandante de la Policía de la zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón), solicitando el listado de los policías presentes, el 5 y 6 de octubre, afuera de la Penitenciaría.
“Vamos a denunciarlo y ponerlo en manos de los jueces para que investiguen a todos los elementos policiales que estuvieron ahí y que agredieron a mujeres en el piso. No hubo ninguna provocación”, sentenció Billy Navarrete, director del CDH.
Desde Human Right Watch también levantaron una alerta ante la represión policial contra los familiares de los detenidos.
“Ecuador debe redoblar sus esfuerzos para reformar el sistema penitenciario y frenar esta violencia. Los familiares de las víctimas requieren atención urgente”, escribió en Twitter Juanita Goebertus, directora de la División de las Américas.
Hasta el cierre de este reportaje, las autoridades nacionales no se han pronunciado sobre estos hechos, que ocurrieron en presencia de funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos.
Ellos instalaron una carpa donde pedían datos a los familiares para llamarlos cuando conozcan la lista de los muertos.
Compartir: