Tatuajes, el símbolo de una generación que rinde culto al cuerpo
Hay dos formas de ver a los tatuajes: una forma de trasgredir el cuerpo, o como la marca de una generación que busca su propia estética.
Tatuajes rinden culto al cuerpo
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Esta nota está basada en el artículo El tatuaje como expresión, de Alicia Pérez Quito, publicado en la revista Mundo Diners de octubre.
Si usted es de los que tiene tatuado un atrapasueños, una imagen tribal o alguna “figura” bajada de Internet, usted está ‘out’. En la última década, el tatuaje le rinde culto al cuerpo a través de una dinámica distinta.
La gente busca artistas para comprar arte que estará expuesto en la piel, como si de una exposición permanente se tratase.
Algunos de quienes se han tatuado dicen que lo hicieron buscando una experiencia. Explicaciones más, explicaciones menos; los tatuajes se han convertido en un accesorio de moda.
Tanto es así que entre los profesionales del arte del ‘tattoo’ corre la voz de que, a raíz de la pandemia la gente ya no quiere comprar objetos decorativos para su casa.
“La gente es más nómada y menos sedentaria (...) ya no decora su casa. Es difícil que alguien pague USD 300 por un cuadro, pero sí lo hace por un tatuaje", dice Pino, un tatuador que trabaja en el centro de Quito.
Una abuela ‘cool’ y con tatuajes
Majo Bonilla cumplió 17 años en enero de 2016. No era mayor de edad entonces y no buscó el diseño en Internet ni se tatuó a escondidas. Sus padres la acompañaron a un estudio profesional.
La última vez que contó tenía 32 dibujos en el cuerpo, pero ya perdió la cuenta. "Me crié con una aceptación al arte en cualquier forma. Desde chiquita pensaba que me iba a tatuar al crecer".
Ella está convencida de que hace varios años se rompió una línea entre dañar y decorar el cuerpo. Va más allá. Habla de los espacios y de una especie de profesionalización en el oficio.
"Antes los estudios para tatuarse eran oscuros, lúgubres, con energías violentas, música pesada, gente fumando y bebiendo", evoca.
Confiesa que no piensa en el significado de un tatuaje antes de ponérselo encima. Se raya cosas sobre la piel porque dan muestras de una estética particular y encajan en la forma de su cuerpo.
“Te tatúas para mostrar”
María José Bonilla
A esta joven mucha gente le pregunta: ¿ qué va a pasar cuando seas abuela? Ella reponde que será la abuela más ‘cool’ del mundo.
Defender el culto al cuerpo
Maite Solís es guayaquileña y tatúa en una casa del centro de Quito. Al mirarla se puede descubrir la piel tatuada en su cara, cuello y manos.
A los 15 años fue la primera vez que Maite intentó rayarse la piel. No lo hizo porque sus amigos no llegaron al sitio acordado. Ahora tiene 25 años y más de 36 tatuajes.
Maite tatúa desde los 20, sin máquina, empezó al estilo ‘handpoke’, con una aguja y tinta. En 2020, en los primeros días de abril, tatuó el brazo de Luis, su padre. A él no le gustaban los tatuajes, pero descubrió que tatuar era una profesión como cualquiera.
“Antes todo era más tradicional, querías una casa, tu familia. Antes invitabas a la gente a tu casa, ahora la invitas a tu cuerpo”
Maite Solís, tatuadora
En su rostro, Maite muestra una araña. Se la hizo para recordarse a sí misma que nunca quiere trabajar en un sitio que no le guste y donde no la acepten por su apariencia.
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