La absurda historia de un secuestro de película en Corea del Norte
A finales de los años setenta, el hijo del líder supremo de Corea del Norte quería que su país fuera una potencia mundial en cine. Para lograrlo secuestró a dos estrellas surcoreanas y las obligó a filmar una película.
Choi Eun-hee y Shin Sang-ok fueron secuestrados y retenidos durante 8 años por Corea del Norte.
Archivo Mundo Diners
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Esta nota está basada en el artículo 'Pulgasari: el monstruo que devoró dos estrellas', de José Luis Barrera, publicado en la revista Mundo Diners.
El director de cine surcoreano Shin Sang-ok llegó a Hong Kong en 1978. Iba a encontrarse con su exesposa, la actriz Choi Eun-hee, para hablar con un grupo de inversores que deseaban apoyarlos en la formación de una productora de películas.
Sin embargo, en Hong Kong nadie había escuchado de Choi Eun-hee ni de los inversionistas. Entonces Shin Sang-ok se puso a investigar, hizo llamadas, habló con gente del medio local y del surcoreano, pero nada.
Además, seis meses después de la desaparición de la actriz, el director también salió de escena. Sus amigos pensaron que quizá la pareja se había reunido lejos de los paparazzi.
Pero al cabo de cinco años, la pareja de cineastas apareció en una foto con Kim Jong-il, hijo del líder supremo de Corea del Norte, quien era el encargado de la propaganda del Estado.
Supuestamente, ambos habían entrado en ese país para trabajar en el desarrollo de la industria cinematográfica de Corea del Norte, que no lograba reconocimiento internacional pese a los esfuerzos de Kim.
Secuestro y prisión
¿Cómo era posible que dos criaturas del 'jet set' del sur de Corea emergiesen en Corea del Norte, transformadas en comunistas comprometidos? Aquí la respuesta.
Desde su desaparición, Shin Sang-ok estuvo en prisión y recibió la noticia de su liberación en febrero de 1983. Aquel día, como los anteriores, había permanecido sentado en silencio y casi sin moverse en una celda de la prisión número 6.
Al salir de la celda lo vistieron con ropa elegante y le indicaron que iba a asistir a una fiesta preparada por Kim Jong-il para celebrar su nuevo empleo.
Aturdido por el miedo, la sospecha y los párrafos de 'La historia de la lucha antijaponesa de Kim Il-sung', que fue su lectura obligada durante el encierro, acudió a su primera presentación pública desde 1978. Su sorpresa fue mayúscula al ver una sola cara conocida: la de Choi Eun-hee.
Ella le dijo que también había estado encerrada, pero sin entrar en detalles porque su anfitrión hizo un brindis con el resto de los invitados:
Camaradas, les presento al señor Shin, mi nuevo asesor de cine.
Kim Il-sung
Godzilla de Corea del Norte
En Corea hay una leyenda sobre un monstruo similar al reptil gigante: Pulgasari (“imposible de matar”).
Durante la dinastía Koryo (918-1392), un jefe militar ordenó el arresto de los monjes budistas; uno de ellos, oculto en el armario de su hermana, hizo una criatura con arroz y la alimentó con agujas.
Gracias al metal devorado, las dimensiones de la criatura aumentaron hasta el punto de volverse incontrolables y solo el fuego pudo derrotarlo.
Kim convenció a los japoneses a cargo de los efectos especiales de Godzilla de trabajar en su nuevo proyecto y puso a Shin en la dirección.
Al relato antiguo lo modificaron para que tuviera los elementos que habían funcionado en otras producciones. De este modo, la criatura adquirió buen corazón e ideales socialistas.
Pulgasari tenía un apetito insaciable de metal. De hecho, los críticos de izquierdas y derechas discuten aún por la interpretación del filme.
En una orilla creen que se trató de una crítica en contra del enriquecimiento y la aristocracia.
En la otra apuestan a que fue un ataque soterrado en contra de un Gobierno, capaz hasta del secuestro para satisfacer su vanidad y ambición.
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