Quito rechaza la propuesta de Latin America’s 50 Best Restaurants
Una pareja de turistas ve un mapa en una de las cafeterías ubicadas en la Plaza de La Independencia, en el Centro Histórico de Quito.
Quito Turismo/Facebook
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La oficina de Turismo de Quito y el Ministerio de Turismo de Ecuador han rechazado la propuesta de los organizadores de Latin America’s 50 Best Restaurants para que la ciudad sea sede de la ceremonia en la que se anuncian las posiciones en la lista de 2022.
Me parece una decisión especialmente cuerda, sea cual sea la razón por la que se tome. La principal eran las pretensiones económicas de la organización y el costo que tendría para las arcas de la ciudad y del Estado.
Hay otros motivos para poner en duda la oportunidad de una inversión que rondaría el millón de dólares. La fundamental es que apenas beneficiaría a un pequeño grupo de restaurantes, que se verían promocionados por las visitas de los invitados al acto.
Al pago de la altísima cuota pretendida por los organizadores, habría que añadir los gastos de organización, el espacio en el que se celebraría.
Sin contar los viajes, la estancia y los gastos de la cincuentena de periodistas e influencers que suelen acompañar el evento, traslados, decoración, visitas turísticas, atenciones…
Una inversión considerable para una ciudad en la que la promoción de la alta cocina, un sector reducido que apenas engloba una decena de negocios entre Quito y Cumbayá, no es una prioridad.
Si tuviera un millón para la cocina de Quito, trabajaría en mejorar la formación de las cocineras y cocineros populares, que muestran sus cocinas en los mercados, las huecas o los agachaditos de las plazas.
Crearía programas de ayuda para que los restaurantes populares pudieran mejorar la gestión de sus negocios, aprovechar las ventajas de la digitalización y conocer la importancia del cumplimiento de las normas sanitarias.
Un millón permitiría traer profesionales que mejoren el conocimiento de nuestros cocineros en temas básicos, como las técnicas de fritura, el empleo del horno de leña, el trabajo en las parrillas, o el uso de las nuevas tecnologías.
También serviría para crear líneas de comercialización directa entre los productores y los restaurantes, que permitieran una mejor relación de la cocina quiteña con la despensa de la Sierra.
Llegaría para capacitar a nuestros profesionales en el conocimiento del pescado, una de las grandes lagunas en todas las cocinas de Quito ya sean humildes, medias o de élite.
También permitiría ofrecer becas de formación para nuestros jóvenes profesionales o para los mejores estudiantes de nuestras escuelas, para que vean otras realidades, mejoren su conocimiento y puedan aplicarlo a regreso a Ecuador.
Sería una buena oportunidad para mejorar el trabajo de sectores emergentes, como el de la repostería, el pan, el café o la coctelería. Un millón permitiría contratar a los mejores profesionales de cada sector.
Tal vez llegaría, incluso, para poder hablar de la forma de estructurar y entender los negocios. El peso de los arriendos, los costes salariales o de la relación con los empleados: salarios justos, capacitación y conciliación con la vida familiar.
Quedan muchas cosas por hacer antes de privilegiar, de nuevo, a los más privilegiados.
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