Irene Vallejo: "En la literatura clásica las mujeres no hablan en primera persona"
La escritora española Irene Vallejo vuelve a la carga con "El silbido del arquero", una novela que reinterpreta los mitos clásicos para responder a las inquietudes de hoy.
En 2020, la escritora española Irene Vallejo ganó el Premio Nacional de Ensayo por su libro "El infinito en un junco".
Archivo Mundo Diners
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Esta nota está basada en el artículo Irene Vallejo: “En la literatura clásica las mujeres no hablan en primera persona”, publicado en Mundo Diners.
Con la llegada de su novela "El silbido del arquero" (Penguin Random House), la escritora española Irene Vallejo recuerda que aquellos asuntos humanos que creemos exclusivos de nuestros tiempos no lo son.
Es más, son temas que se han tratado durante siglos: las migraciones, la vivencia de los refugiados, las guerras, los procesos de mestizaje, la opresión a las voces disidentes... La lista es larga y casi interminable.
En El silbido del arquero, Vallejo revisita la Eneida de Virgilio. En ese encuentro con los mitos nos ofrece la posibilidad de recordar a los dioses de otros tiempos y culturas para reconocer en las obras clásicas la posibilidad de responder a las preguntas de hoy.
¿Por qué es tan importante revisitar y reimaginar la Eneida?
Las leyendas y los mitos antiguos son marcos que nos permiten plantear las grandes preguntas contemporáneas. La cuestión esencial para mí nunca es la erudición del conocimiento del mundo clásico, sino cómo esas tramas, esos personajes legendarios nos aproximan desde otro ángulo, y quizá con otras premisas, a las grandes cuestiones que nos angustian y nos preocupan en el presente.
Quizá, de alguna manera, entender cómo hemos llegado a ser quienes somos, de dónde vienen nuestro lenguaje político, nuestras modulaciones amorosas, nuestras emociones y sentimientos, que también tienen una dimensión histórica, pero solo en la medida que explican el mundo de hoy.
¿Sobre qué temas en particular le interesaba reflexionar?
De este mito concreto me interesaban muchos aspectos que veo vivos y palpitantes en el mundo contemporáneo. De hecho, creo que la cuestión de la migración y de los refugiados es uno de los grandes asuntos no resueltos en el mundo de hoy, y esta es una historia sobre un refugiado. Eneas es un fugitivo que ha perdido la guerra.
Generalmente, la huida no se considera un acto heroico. Eneas decide salvar a su hijo, a su padre y a sus compañeros de viaje, en lugar de inmolarse en su ciudad. Entonces se convierte en un personaje cuidador al que vemos aparecer llevando a su padre en los hombros y a su hijo de la mano.
Todo eso nos pone en unas coordenadas distintas al relato habitual y creo que todavía muy necesarias en el presente: la figura del hombre cuidador, la figura del hombre derrotado y la cuestión del mestizaje.
En El silbido del arquero usted escoge una parte específica de la Eneida que es muy interesante, y actualiza a Eneas, a Elisa, a los dioses. ¿Cómo emprendió esa tarea?
El dios Eros es el personaje más divertido y con el que más disfruté. Unos monólogos en primera persona de un dios pagano eran un asunto interesante y curioso de construir, sobre todo porque es muy distinto a los dioses monoteístas.
Me basé en un concepto que me pareció muy interesante en muchos textos de la Antigüedad, donde suele hablarse de la envidia de los dioses: ellos envidian a los seres humanos y esto se menciona sin explicarlo, sin profundizar en el concepto.
Es evidente que para los antiguos era una cuestión que no necesitaba mucho desarrollo, pero a mí me llamaba la atención lo que sucede con esos dioses paganos que eran eternamente jóvenes, bellos, inmortales, poderosos.
Todos tenían su esfera de poder y de influencia sobre la humanidad, entonces, ¿qué es lo que hacía que esos seres perfectos estuvieran celosos y envidiosos de nosotros, de estas criaturas que continuamente estarán vedadas por la suerte, por el destino, que envejecemos, que padecemos enfermedad, envueltas en guerras, en conflictos, en esa constante inestabilidad y desasosiego? ¿Qué es lo que envidian los dioses de nosotros? Intenté ponerme en la piel etérea de un dios para mirar a la humanidad con envidia: ¿qué es lo envidiable de nuestras vidas?
También es muy interesante la actualización de Elisa y Ana. ¿Cómo fue el ejercicio de traer al hoy a las mujeres de la literatura clásica?
Claro, las mujeres en la mitología y en la literatura clásica casi nunca pueden hablar en primera persona. En este libro ellas tienen voz propia, que es probablemente lo que más se añora en esos grandes relatos del mundo clásico. En ellos hay personajes femeninos fascinantes como Antígona, pero no está contada con su propia voz. No es un personaje construido por una mujer y siempre de alguna manera están humillados, elaborados, transformados, o hay un portavoz masculino en medio.
Yo quise jugar con estas dos mujeres que están en dos edades difíciles e ingratas. Ana en ese tránsito adolescente hacia una edad adulta, en la que no quiere entrar porque sabe que la van a casar y ya en ese momento perderá su libertad. Y Elisa, abandonando la edad fértil, diríamos que al borde de la menopausia, con esa sensación de perder la juventud, la belleza, y el temor sobre todo a enamorarse y entregarse en un momento tan vulnerable de su cuerpo y de sus esperanzas.
Al mismo tiempo, quizás explorar de lo poco que sabemos sobre la vida íntima de las mujeres en aquella época, porque la mayoría de las vidas comunes y corrientes no han pasado a la historia y hay pocos documentos más allá de la arqueología. Hay dos territorios en que las mujeres antiguas podían ejercer el protagonismo: siendo reinas, como es Dido-Elisa, o siendo sacerdotisas, como es Ana. Son un poco dos campos excepcionales, porque no es la mujer promedio del mundo antiguo, pero al menos podemos conocer mejor cómo vivían, los problemas y conflictos a los que se enfrentaban, y qué herramientas tenían para imponerse en un mundo tan masculino.
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