Abre Ikaro y Pacheco deja La Floresta, Quito se mueve
Restaurante Ikaro, en el barrio de La Floresta en Quito.
Cortesía.
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El anuncio de la apertura del restaurante Ikaro en Quito es la gran novedad de la temporada gastronómica.
El restaurante temporal que abrieron entre enero y marzo en La Floresta, ha dado paso a un local estable en el que se trabaja desde hace unas semanas.
Carolina Sánchez e Iñaki Murua abren restaurante propio en Quito y no habrá que esperar mucho para que ofrezcan su primer servicio.
El negocio girará sobre el eje de la cocina ecuatoriana, pasada por el filtro de la técnica y las ideas de esta joven pareja, cuyo restaurante en Logroño (España) ha merecido el reconocimiento de la poderosa guía Michelin.
Lo visto a principios de año en el Ikaro temporal de Quito ha creado muchas expectativas. La apertura del restaurante puede marcar el cambio de ritmo que necesita nuestra cocina.
El nuevo espacio no vendrá solo.
Hace meses que se especula con la apertura de un nuevo restaurante, producto del encuentro de Ángel de Sousa, el profesional detrás del reconocimiento de la cocina de Iche, en San Vicente (Manabí), la investigadora Ana Lobato y el cocinero y empresario Felipe Salas (Banh Mi).
Faltan los detalles -local, nombre, espacio culinario a ocupar- pero será positivo para la ciudad.
Hay más. Hace una semana celebraba la apertura de La Ñora y con ella de un modelo que merece ser imitado y replicado.
Quito se agita, y eso puede tener muchos sentidos y algunos significados. Suele ser para bien, aunque en ocasiones es para mal.
El cierre de Tropical, la cevichería recién trasladada al Sur de Quito, de la que se empezaba a hablar, es muy mala noticia.
La noticia, que nadie quiere confirmar, habla de la presión un grupo chonero que exige cupo a los comerciantes de la zona. Los propietarios de La Tropical habrían preferido retirarse antes que pagar.
Tampoco es buena noticia la multiplicación de los desaguaderos nocturnos que prosperan en Cumbayá, adornados con marcas embarcadas en el juego de apariencias, tan intrascendentes culinariamente y, al mismo tiempo, tan populares.
Finalmente, se ha concretado la marcha de Rodrigo Pacheco de Quito.
Ya se venía hablando de desavenencias entre la propiedad de Foresta y el chef de BocaValdivia, respaldadas por los pobres resultados gastronómicos del restaurante.
Foresta está en lecho de muerte, poniendo final a una historia en la que se cometieron muchos errores.
El principal de ellos fue del propio Rodrigo Pacheco, profesional conocido por su posición al frente de un restaurante que pocos visitaban, responsable de una cocina que casi nadie probaba.
La distancia entre BocaValdivia y Manta, Guayaquil o Quito reducía el tráfico de comensales a pocos más que los clientes del hotel.
Creó la aventura del bosque comestible, recibió la visita de Joan Roca, se vistió de chamán para su Instagram -filipina verde, con pliegues, abierta como una túnica- y cometió el error de mostrar en Quito una cocina anticuada, falta de reflexión y de bases reales.
En ocasiones, la distancia es una oportunidad.
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