Feminismo y reguetón, sin perreo no hay revolución
Patricia es feminista y perrea. Algo que muchas personas consideran contradictorio. Pero para ella y un grupo de jóvenes puertorriqueñas el feminismo y el reguetón van de la mano.
En uno de sus episodios Radio Ambulante abordó el proyecto "Hasta Bajo Project" a través del cual jóvenes de Puerto Rico buscaban hacer un archivo de la memoria del reguetón y exponer su importancia en la cultura.
Archivo Mundo Diners
Autor:
Actualizada:
Compartir:
Esta nota está basada en el artículo 'Feminismo y reguetón: 'Si no puedo perrear no es mi revolución' de Lisette Arévalo Gross, publicado en Revista Mundo Diners.
El 7 de febrero de 2022, la puertorriqueña Natalia Merced publicó en su cuenta de Twitter:
"Yo lo único que les voy a decir es que hay personas, específicamente MUJERES, en Puerto Rico, en tu cabrón patio, haciendo el trabajo de salvaguardar la memoria e historia del reguetón. Apóyenos. Donen dinero, cedés, películas, revistas. Entrevístenos".
Estaba hablando de 'Hasta Bajo Project', el proyecto al que pertenece. Se trata de una iniciativa para crear un archivo histórico del reguetón en Puerto Rico.
Así las cosas, no es novedad que el reguetón haya sido considerado un género musical misógino, sexista y vulgar, por el contenido de sus letras y la hipersexualización de las mujeres en sus videos.
Por lo tanto, una música que las mujeres no deberían estar cantando y mucho menos perreando hasta el amanecer.
Entonces, ¿por qué un grupo de mujeres se dedicaba a salvaguardar la historia de un género musical que, se supone, las denigra?
La música de los caseríos
Lo primero que hay que entender es que, desde su nacimiento en Puerto Rico en los años ochenta, el reguetón ha sido cuestionado por sectores conservadores y moralistas.
Nació con el nombre de underground y era una expresión cultural del malestar social. De hecho, los jóvenes rapeaban o cantaban canciones crudas, confrontacionales, bulliciosas y hasta violentas.
Pero, sobre todo, hacían referencia a las condiciones sociales del país: tasas de desempleo de hasta 59% en algunas zonas, escuelas en malas condiciones, corrupción gubernamental y violencia vinculada al narcotráfico.
Por otro lado, esta música que comenzó a salir de los caseríos se popularizó rápidamente entre la juventud puertorriqueña. Para los años noventa, varios DJ comenzaron a grabar sesiones enteras con los artistas y las copias de esas producciones eran distribuidas por toda la isla.
Aunque esta música estaba lejos de ser aceptada por todo el mundo, la clase media y una élite puertorriqueña la rechazaban.
La consideraban inmoral, artísticamente deficiente y misógina. Particularmente por el contenido de sus videos donde salían mujeres perreando con tanga, restregándose contra los cantantes.
Feminismo y Reguetón
Patricia Velázquez creció escuchando esta música desde que tenía siete años. No recuerda haberse escandalizado con las letras explícitas de las canciones en su adolescencia.
En ese momento de su vida no tenía conciencia de la hipersexualización de las mujeres en el reguetón ni de la agresividad de la letra hacia ellas.
El primer momento en que Patricia se detuvo a pensar en el contenido de la música fue cuando entró a la universidad, en 2012.
Por esa época comenzó a acercarse más al feminismo, a hablar más sobre los estudios de género y a defender la libertad de las mujeres para decidir sobre su cuerpo y sexualidad.
Así que algunas letras comenzaron a hacerle ruido porque le parecían de un machismo sin pudor. Pero, aun así, las cantaba.
Fue ahí cuando una compañera le cuestionó cómo podía llamarse feminista y escuchar reguetón. Patricia se sintió molesta y comenzó a sufrir una crisis de identidad.
Empezó a preguntarse: ¿esto me hace menos feminista? ¿Estoy escuchando reguetón porque no sé tanto de feminismo como pensaba? ¿No soy una verdadera feminista porque perreo?
Entre muchas cosas que leyó e indagó encontró un argumento poderoso: ese mandato sobre qué podía escuchar alguien que se considere feminista es paternalista.
El feminismo me lo permite
Después de mucho hablar de esto y de acercarse a las lecturas que colectivos feministas le han dado a la forma de consumir el reguetón en los últimos años, Patricia tiene otra respuesta a esta pregunta: ¿cómo puedes ser feminista y gustarte el reguetón?
Puede gustarle el reguetón, precisamente, porque su feminismo se lo permite.
"Me permite decidir qué me gusta, qué escucho, qué bailo, qué no bailo y me da esa autoridad de mí, sobre mi cuerpo y mis decisiones", añade.
El feminismo de Patricia no condena, sino que libera. No castiga, sino que invita al diálogo.
"Y al final del día, la relación que yo tengo o que las mujeres quieran o puedan tener con el reguetón es bien de ellas", dice Patricia.
Además, el reguetón se puede hacer feminista, si se hace el esfuerzo de consumirlo de maneras distintas.
Compartir: