Cementerios de Quito revelan cómo era su gente y sus costumbres
La historia de los cementerios de Quito muestra cómo han cambiado sus habitantes y costumbres. Le contamos sobre el origen de los primeros panteones en 1535.
Cementerios para quiteños
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Esta nota está basada en el artículo: Los panteones de Quito en el siglo XIX, de Alfonso Ortiz Crespo, publicado en la revista Mundo Diners de noviembre.
Se presume que el primer cementerio de Quito estuvo en la primera iglesia, que se levantó a partir de 1535, cuando el cabildo entregó el terreno del lado sur de la Plaza Mayor al cura de la villa.
De hecho, ahí debieron enterrarse los primeros quiteños. Si no ahí, entonces en la parte norte de la barraca que se abría tras la plaza.
Había cementerios para toda clase social. Por ejemplo, cuando los Jesuitas llegaron a Quito, les entregaron, en 1586 la parroquia de Santa Bárbara. Pero en compensación, la Audiencia adjudicó Santa Prisca para construir una nueva parroquia. La iglesia desapareció con el terremoto de Ibarra de 1868.
Y en 1953 cuando en esos predios se construía el edifico de la Superintendencia de Bancos, se encontraron centenares de osamentas humanas.
En 1565 se dispuso otro lugar como cementerio, en lo que después se llamó Hospital San Juan de Dios, en la pendiente norte de la quebrada de Jerusalén. El sitio se conoció hasta inicios del siglo XX como el Camposanto y fue el espacio de inhumación de varios de los que morían en el hospital.
También había cementerios fuera de la ciudad
Alrededor de 1804, varios documentos de la corona recomendaban construir cementerios fuera de la ciudad. El motivo de esto era principalmente la higiene. Es esa misma razón la que lleva a Eugenio Espejo a hacer una sugerencia muy parecida en sus Reflexiones sobre las viruelas.
A Espejo le preocupaba la sanidad de la ciudad, específicamente, la disposición de las basuras y de los cadáveres en cementerios dentro de Quito
Sin embargo, las autoridades locales no hicieron caso ni de las recomendaciones de Espejo, ni de las ordenanzas.
Pasaron ocho años para que la propuesta de Espejo se tomara en cuenta y se construyera el cementerio de los protestantes. Los panteones públicos fueron construidos por órdenes religiosas, en 1828: en el Tejar y San Diego.
Cementerios en Quito
- En total eran seis: de San Diego, del Tejar de la Merced, de San Sebastián, de San Blas, de San Marcos y de los protestantes. A inicios del siglo XX se mantenían tres cementerios parroquiales, pero desaparecieron poco después. El de San Sebastián fue, en parte, ocupado por nuevas construcciones y los otros se convirtieron en parques.
¿Cómo enterraban los quiteños a sus muertos?
El naturalista norteamericano James Orton, quien visitó Quito en 1867 señaló que los quiteños enterraban a sus muertos en plena noche, guiados por tenues antorchas, mientras entonaban canciones fúnebres.
Al respecto decía: “son extremadamente quejumbrosas, y constituyen la muestra más conmovedora de la música ecuatoriana. El cadáver, especialmente de un niño, a menudo se lleva sentado en una silla”.
Sobre los entierros de la clase adinerada, mencionó que esta encerraba a sus muertos “en nichos en el lado del Pichincha, hipotéticamente hasta la resurrección, pero realmente durante dos años, cuando, a menos que se haga un pago adicional, los huesos son arrojados a un pozo común y el ataúd quemado”.
Cementerios para pobres y ricos
- Las iglesias también sirvieron como lugares para enterrar a las personas. Así lo demuestran las lápidas empotradas en los muros del claustro principal de San Francisco. Cabe mencionar que las familias pudientes de Quito se enterraban en bóvedas cubiertas por estas lozas. Por otro lado, a la gente común la enterraban en los cementerios parroquiales.
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