La carretera del Carchi que se construyó con una minga
Esta es la historia de un hecho de heroísmo colectivo. Ocurrió hace casi un siglo, cuando cientos de carchenses se unieron para levantar un camino que les habían dicho que era imposible de construir.
Carchiapertura
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Esta nota está basada en el artículo "La carretera del hombre desnudo", de Verónica Rivadeneira, publicada en la revista Mundo Diners, de julio.
Los hechos los recoge el historiador y docente Carlos Landázuri Camacho, en su libro "Un pueblo y un camino, la carretera oriental del Carchi". Se trata de un relato de unión, desprendimiento y honradez.
La construcción de la carretera duró 10 años y los moradores de los alrededores salían a la minga cada vez que eran convocados.
No hubo sobreprecio ni corrupción. Nadie se robó un centavo.
"Los ricos competían entre sí para contribuir con la carretera, no para hacer negocio con ella. Y los pobres, que siempre son mayoría, competían para trabajar más que el vecino y con sentido comunitario", cuenta el autor del libro.
Se hizo camino al andar
Los organizadores de las mingas iban por las haciendas y pedían colaboración para alimentar a los mingueros. Contaban que de una hacienda dieron dos novillos y lanzaban una pregunta: ¿ustedes cuántos pueden dar?. Algunos decían que podían dar tres novillos o la cosecha de papas. La competencia era por cuál hacendado daba más alimentos, dinero y obreros.
Incluso, para no quedarse atrás, trabajaban por la noche con la tenue luz de unos candiles.
Las mujeres preparaban y llevaban comida. También apoyaban en la construcción cuando los hombres no podían más. Eran parte de los comités para recaudar fondos y algunas donaban sus joyas.
No aceptaron un "no"
- El proyecto de la carretera no era fácil por su geografía, en particular de una zona conocida como Duendes. Esa era una quebrada profunda sobre la que los ingenieros de Quito decían que no se podía construir la carretera. Entre 2.000 y 3.000 personas participaron y rompieron la roca con dinamita para avanzar aquel tramo. También levantaron los puentes provisionales, de troncos y tierra, como los 'allpachakakuna' incas. Por ahí pasaron automotores durante tres años.
La minga era toda una fiesta
Hace cien años la vida era rural y monótona; las mingas rompían esa calma. No todo era trabajo. De hecho, había bandas de pueblo, tragos y muchos romances.
La cantonización de San Gabriel se celebró con tres días de minga, las personas viajaron distancias de treinta kilómetros.
¿Le suena fácil? Antes de responder, considere que hace un siglo esa distancia implicaba un largo desplazamiento a caballo. Imagine a todo un pueblo trasladándose hacia la minga. Como no podían regresar a sus casas, se quedaban a dormir acampando en medio del frío y, quizá, cubiertos por gruesos ponchos de lana.
No queremos terminar esta reseña sin contarle qué sucedió con la carretera.
La vía que construyeron los pobladores, mediante mingas, se transformó en la Panamericana.
Fue pavimentada y, en la actualidad, la mayor parte tiene cuatro carriles. Pero existe un tramo —entre Bolívar y Cunquer–que no se utiliza porque está cubierto con ramas y matorrales.
Lea la nota original aquí.
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