La historia del cadáver errante de Eva Perón
Eva Perón murió un 26 de julio de 1952 y, desde ese momento, su cadáver errante peregrinó cerca de 20 años dentro y fuera de Argentina.
El cadáver errante de Eva Perón peregrinó por 20 años.
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Esta nota sobre el cadáver errante de Eva Perón está basada en el artículo: El cadáver errante, de Jorge Ortiz, publicado en la revista Mundo Diners de noviembre 2022.
Un cáncer desgarró las entrañas de Eva Perón, venerada por los pobres y "descamisados", de Argentina. Por lo tanto, la muerte le llegó después de una agonía larga y cruel.
La velación de Eva Perón duró trece días. Un féretro con tapa de vidrio contenía el cuerpo de la mujer que estaba cubierta con un sudario claro y una bandera celeste y blanca. Entre sus manos tenía el rosario que le regaló Pío XII. Frente a su ataúd desfilaron miles de personas llorosas.
Pese al cáncer y sus estragos, el cadáver dejaba ver a una mujer joven y hermosa. La razón de esto es que su cuerpo fue momificado por un experto español, Pedro Ara, quien borró todo rastro de dolor o sufrimiento del rostro de Eva.
Monumento a Eva Perón
El cadáver fue depositado en la sede de la Confederación General del Trabajo (CGT). Ahí tenía que estar hasta que se construyera en su honor el "monumento a los descamisados", según ella lo llamaba.
Sin embargo, cuando Perón fue derrocado por un golpe militar, en septiembre de 1955, los restos de Eva seguían en la CGT, al cuidado de Ara.
Al cabo de dos meses, en noviembre, un militar de línea dura, el general Pedro Eugenio Aramburu, llegó al poder e incautó el edificio de la CGT. Entonces el cadáver errante empezó un peregrinaje asombroso.
El ejército decidió excluir el cadáver de Eva de la vida política y lo puso a cargo del teniente coronel Carlos Eugenio Mori. Él lo mantuvo en un camión que cada noche estacionaba en un cuartel distinto para despistar a los peronistas que lo buscaban.
Lo curioso es que cada mañana, junto al camión, aparecían una vela y un ramo de flores.
Mori Koening se desconcertó y se llevó el cuerpo a su oficina, en el Servicio de Inteligencia, y allí lo tuvo, hasta 1957.
Un cuerpo errante
Aramburu ordenó a dos militares que, en secreto, llevaran el cuerpo a "algún país europeo".
En coordinación con un sacerdote italiano, el cadáver de Eva fue a parar a una tumba sin nombre. Pero, en un sobre cerrado, el presidente recibió los datos del sepulcro y sin abrirlo, lo envió a un notario. Como consecuencia no se supo nada más de los restos de Eva.
Recién en mayo de 1970, dos militantes del grupo guerrillero Montoneros secuestraron al general Aramburu y le exigieron que les revelara el lugar donde estaba sepultada Evita.
Pero Aramburu no lo sabía. Y lo mataron. Pocas semanas después, el notario entregó el sobre sellado al nuevo gobernante argentino, Alejandro Agustín Lanusse.
Al fin se supo el paradero del cadáver: estaba en el cementerio mayor de Milán. En 1971 los restos fueron llevados de Italia a Francia y después a España, donde se había exiliado Perón. El cuerpo de Evita se quedó allí, en Madrid, incluso cuando Perón volvió a la Argentina en 1973, para otra vez ser elegido presidente.
Después de un año, en octubre de 1974, el cuerpo momificado regresó a Buenos Aires.
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