La crisis carcelaria y su impacto en el comercio de Guayaquil
Guayaquil ya no está confinamiento obligatorio, pero la gente elige no salir por temor a la violencia en las calles. Los comercios reportan pérdidas de hasta un 50% desde la masacre en la Penitenciaría del 28 de septiembre.
Un vendedor detrás del mostrador en un restaurante de Guayaquil, el 26 de noviembre de 2021.
Carolina Mella
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Las dos últimas masacres en la Penitenciaría del Litoral y el aumento de los crímenes violentos en las calles impactan en los negocios, restaurantes y cafeterías de Guayaquil.
“Si la pandemia no consiguió golpearnos, ahora lo está haciendo la delincuencia”, dice Emilio Carrión, dueño de una cafetería en el sector de Urdesa.
“La gente tomaba sus medidas de bioseguridad por el Covid-19, pero venía. A partir del problema de las cárceles eso ya no pasa”, agrega Carrión, quien estima que sus ventas han caído por lo menos en un 60%.
Esto ocurrió justo después de que los negocios comenzaron a experimentar una recuperación cuando se avanzó en la vacunación contra el Covid-19.
“En los meses de pandemia nunca cerrábamos en rojo, pero los últimos dos meses estamos cerrando en contra”, explica este emprendedor.
Según Francesca Ferrero, quien dirige la Asociación de Restaurantes y Cafeterías, los socios han reportado pérdidas entre el 30% y el 50% después del 28 de septiembre. En esa fecha se registró la peor matanza carcelaria del país, que dejó 118 presos asesinados.
"Comenzamos a ver un impacto en la facturación que ya estaba golpeada por la pandemia, pero esta vez hay efectos en otros cantones como Samborondón, donde hay seguridad privada. Eso nos dice que la gente siente miedo".
Francesca Ferrero, directora de la Asociación de Restaurantes y Cafeterías.
Un año violento en las calles
Esta violencia en las cárceles se refleja en las calles. Las estadísticas del Ministerio de Gobierno demuestran un leve incremento, por ejemplo, en robos a unidades económicas, en un 5% en lo que va el año 2021 con respecto a 2020.
Pero las muertes violentas, producidas bajo sicariato, aumentaron de 1.173 a 2.196, es el año más violento en la historia del país.
El problema no se limita solo a los lugares de alimentos, los comerciantes del popular lugar de compras de La Bahía, en el centro de la ciudad, también reportan pérdidas. Luis Sánchez quien tiene un local de venta de celulares y accesorios, señala que las ventas han bajado un 20%.
“Nos hemos adaptado a los requerimientos de los clientes, como aceptar transferencias bancarias, porque la gente tiene miedo de andar con dinero, o incluso, hacer envíos a domicilio, porque no quieren salir de las casas”, dice Sánchez.
Este servicio lo ofrecen a los clientes que viven en parroquias y cantones cercanos a Guayaquil y que optan por no viajar y pagar el costo del envío.
La desventaja, según Sánchez, de perder la presencia del cliente en los locales, es que se podía negociar precios e incluso se vendía más que de manera remota.
Miedo a los motorizados
Pero dentro de Guayaquil, el servicio de entrega genera miedo, señala Emilio Carrión. “La gente no sabe quién es la persona que entrega el pedido, eso es evidente incluso en el local cuando llega el motorizado y los clientes se ponen tensos”.
Algunos dueños de negocios piensan en modificaciones en su infraestructura para reorganizar la sección de entregas a domicilios, y evitar cualquier confusión o temor a los clientes, comenta Ferrero de la Asociación de Restaurantes y Cafeterías.
Como organización han mantenido reuniones con las autoridades de Guayas en búsqueda de soluciones concretas. Pero el problema se ha agudizado con la última masacre del 12 de noviembre.
Pese a la adversidad, los emprendedores y comerciantes procuran estar unidos, y buscan instalar el botón de auxilio para contactarse con la Policía de las zonas. También analizan implementar alarmas comunitarias o contratar seguridad privada, los cuales son costos que los negocios asumen, por un problema que el Estado abandonó durante años.
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