El penco, una industria en ciernes y con múltiples beneficios
Los habitantes de la parroquia Salasaca, a 15 minutos de Ambato, usan el penco para elaborar champú, artesanías, vestimenta e incluso pizzas.
El cocinero Xavier Masaquiza, su esposa y madre sacan provecho a las propiedades curativas del penco y amasan la pizza.
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Salasaca está ubicada a 15 minutos de Ambato. Es una parroquia milenaria, cuya población llegó en el siglo XV desde Bolivia y se asentó en la zona de Pelileo, trayendo el denominado penco.
El penco es parecido a la sábila (aloe vera), pero con hojas muy grandes. También lo conocen como guarango en esa comunidad andina, parroquia del cantón Pelileo, y es poco explotado en la industria.
Para Rufino Masaquiza, sería una gran ventaja comercial que se preste mayor atención a los cultivos del penco y a su industrialización.
Rufino es docente y emprendedor. Desde 2015 viene estudiando cómo obtener mayores beneficios al extracto del penco.
En su patio ha sembrado pocas plantas, de las cuales elabora el champú de manera artesanal, pero espera hacerlo de una forma más técnica e industrial.
Asegura que ha presentado su proyecto a diferentes organismos estatales, pero ninguno le ha aprobado un crédito por USD 50.000 para potenciar su laboratorio y elaborar más champú de penco, un producto que tiene múltiples beneficios.
Adaptable a múltiples usos
Rufino contó que los ancestros utilizaban el penco para la vestimenta y en los alimentos.
Pues del corazón de la raíz se extrae el líquido al que denominan Tzawar mishki (dulce del penco), bebida que la cocinaban hasta convertirla en miel y con eso endulzaban todas las preparaciones. El zumo del penco es parecido al agua de coco.
Mientras que de la rama se saca la cabuya, con la que elaboran shigras (bolsos), sacos, zapatillas, artesanías y diversos objetos para decorar el hogar.
Además, los hombres y mujeres magullaban las hojas para extraer la sabia y lavarse el cabello para mantenerlo suave. Aún los más adultos mantienen esta práctica.
A Rufino le motivó el secreto del champú y aprendió técnicas milenarias que las adaptó con la ciencia y ahora oferta su marca Armana Puzku (espuma de baño).
“No sabemos aprovechar las propiedades de este producto. Si se lo industrializara, la gente se quedaría aquí. Espero que aprueben mi proyecto, que generaría fuentes de empleo y tendría ganancias con la planta ancestral", mencionó Rufino.
En la actualidad, invierte USD 50 para elaborar 50 unidades de champú, que los vende en USD 5. Además del penco, también utiliza el romero, sauco, ortiga y otras hierbas que se cultivan en el campo.
Xavier Masaquiza, también indígena de Salasaca, es un joven cocinero que vio el potencial del penco. Él aprovecha el líquido para elaborar pizzas y panes.
Explicó que en lugar de utilizar huevos y levadura solo utiliza la harina y el jugo del tzawar mhiski.
El resultado es una pizza o panes crujientes con sabor agradable. De un penco se pueden obtener hasta 15 litros y para elaborar una pizza para cuatro personas se requiere medio litro.
“El penco es un regalo de Dios que tiene propiedades medicinales extraordinarias. Nuestros ancestros, solo con el ‘agua miel’, se curaban las reumas, dolores estomacales e incluso hasta mejoraban su piel", explica Masaquiza.
Agrega que "antes no utilizaban más endulzantes que la miel del penco. Los jóvenes queremos rescatar esos saberes ancestrales y adaptarlos a la modernidad”. Xavier tiene su restaurante ‘Kawlla’ (crujiente) en la elegante zona de Ficoa, en Ambato.
Una planta noble
En Tungurahua, al penco se lo encuentra más en Salasaca y en pocas cantidades en los cantones Cevallos y Quero.
Los artesanos utilizan las hojas para obtener la cabuya y elaborar objetos que se venden en las ferias. De hoja y media pueden elaborar un bolso o shigra mediano, que se lo comercializa a USD 7 y la inversión es de USD 4, según Gloria Chango.
Edwin Caizabanda, teniente político de la parroquia, reconoció que al penco no se le ha dado la importancia que se merece, por lo que insiste en impulsar la industrialización, como ocurre en países como México, Guatemala, Venezuela e incluso Colombia.
El mayor uso que lo dan en la parroquia es para dividir los límites de las viviendas. Se estima que entre los 14.000 habitantes se han plantado unas dos millones de plantas, ya que la mínima cantidad que utilizan para cercar los terrenos es de 60 y hasta 300 plantas.
Del total de habitantes, apenas el 1% aprovecha el penco, la mayoría solo usa la planta para alimentar al ganado y como cercas, lamentó Caizabanda.
En una exposición con técnicos del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), Luis Antonio Parra, investigador de la Universidad de Guanajuato, en México, mencionó que es un buen momento para revalorizar estas plantas porque son buenas opciones productivas.
Esto se debe al cambio climático, degradación de suelos, elevación de temperaturas de los últimos tiempos y a que las empresas están cambiando el plástico por productos elaborados a base de fibra del penco.
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