En 20 años, el país no ha logrado atraer inversión extranjera directa
El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la inversión extranjera en el país recuperará a niveles previos a los de la emergencia sanitaria, recién en 2024.
Trabajadores en la mina Fruta del Norte, en Zamora Chinchipe, en noviembre de 2019.
Lundin Gold
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La necesidad de atraer inversión extranjera directa es uno de los temas recurrentes en el discurso de los políticos ecuatorianos porque significa entrada de capitales. La última campaña electoral fue una muestra de ello: esa fue una de las promesas de varios candidatos.
Pero, como dice el refrán entre el dicho y el hecho hay mucho trecho.
En los últimos 20 años, aumentar el nivel de capital extranjero que se invierte en Ecuador ha sido una meta difícil para los cinco gobiernos que ha tenido el país en ese tiempo, independientemente de su ideología política.
Y, será aún más complejo para quien llegue a gobernar en mayo de 2021: el país y el mundo se encuentran en una profunda crisis económica por la pandemia de Covid-19.
Incluso, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la inversión extranjera en el país, recién en 2024, se recupere a niveles previos a los de la emergencia sanitaria.
El monto más alto que ha llegado por inversión extranjera directa, en las últimas dos décadas, fueron los USD 1.388 millones que se registraron en 2018, durante el gobierno del presidente Lenín Moreno.
En agosto de ese año entró en vigencia la Ley de Fomento Productivo, Atracción de inversiones y Generación de empleo, pero la normativa no tuvo el impacto esperado.
El entonces ministro de Comercio, Pablo Campana, proyectaba que con esa ley la inversión anual hasta 2021 iba a ser de USD 3.000 millones. Pero, en 2019 apenas ingresaron al país USD 949 millones. Menos de un tercio de lo prometido.
Ese año, Colombia obtuvo USD 14.493 millones por inversión de capitales extranjeros, y Perú USD 8.892 millones.
Poca seguridad y libertad
Que a Ecuador no lleguen más capitales no depende de la ideología política del gobierno de turno, sino de la estabilidad jurídica que se garantice en el país y de la tramitología, aseguran representantes del sector productivo, como Patricio Alarcón, presidente de la Cámara de Comercio de Quito (CCQ); y Patricio Zambrano, presidente de la Cámara de Industrias de la Producción (CIP).
Por esos factores la economía ecuatoriana es catalogada como “mayoritariamente no libre”, según el Índice de Libertad Económica 2020, a cargo de la fundación estadounidense The Heritage.
"En una sociedad económicamente libre, las personas son libres para trabajar, producir, consumir e invertir como mejor les parezca".
Índice de Libertad Económica 2020
Los tintes políticos
Si bien los montos de la inversión extranjera no han despuntado con los últimos cinco gobiernos, lo que sí ha variado, teniendo en cuenta el factor político, es la procedencia y el destino de los recursos.
Durante el gobierno de Rafael Correa, por ejemplo, una de las tendencias más marcadas fue la llegada de capitales desde China.
China se ubicó como uno de los tres principales inversionistas en Ecuador, entre 2009 y 2014. Durante esos siete años, el gobierno chino y sus empresas fueron aliados estratégicos del gobierno ecuatoriano para la construcción de grandes obras de infraestructura como hidroeléctricas, puentes, carreteras.
Algunas de ellas, sin embargo, ahora son cuestionadas por problemas contractuales y estructurales.
En los últimos años, con la llegada de Lenín Moreno al poder en 2017, quien se deslindó del proyecto político de su antecesor, y el inicio de minería a gran escala en 2019, el tablero de inversionistas de Ecuador se reestructuró.
Desde 2017, Canadá ha liderado la inversión extranjera en Ecuador. Eso se explica, especialmente, por la inyección de capitales para la explotación de minas y canteras. Fruta del Norte, uno de los principales proyectos mineros del país, está a cargo de la empresa canadiense Lundin Gold.
El futuro de la inversión extranjera directa que llega a Ecuador, por lo menos de los siguientes cuatro años, dependerá del ritmo al que se reactive la economía mundial y, en parte, por los planes del nuevo gobierno, que asumirá el poder el 24 de mayo de 2021.
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