Tres empresarios indígenas que conquistaron el éxito desde la pobreza
Los empresarios indígenas Luis Alfonso Chango, Rodrigo Llambo y Ángel Yucailla son reconocidos por su éxito económico. Ellos derrotaron al racismo, a la discriminación y a la pobreza.
Luis Alfonso Chango, Rodrigo Llambo y Ángel Yucailla son reconocidos por el modelo de éxito económico.
PRIMICIAS
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En el corazón del mágico páramo de Ambato, provincia de Tungurahua, personajes indígenas han enfrentado a la adversidad para llegar a la prosperidad y convertirse en referentes de liderazgo y éxito en el cooperativismo.
Tungurahua es la cuna del cooperativismo indígena. De las 890 cooperativas aproximadas que existen en el país, 240 cooperativas indígenas están en la provincia y de estas, 170 solo en Ambato.
PRIMICIAS recaba la historia de tres personajes indígenas que supieron enfrentar los desafíos económicos que parecían insuperables, pero que con visión, tenacidad y trabajo han logrado transformar sus vidas y la de las comunidades.
Luis Alfonso Chango, Rodrigo Llambo y Ángel Yucailla son reconocidos por el modelo de éxito económico. Han trasmutado el racismo, la discriminación y la pobreza. Sus historias son faros de esperanza en Ambato y más allá de las fronteras.
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Luis Alfonso Chango
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Es frontal y en ocasiones polémico, en especial con la Federación Ecuatoriana de Fútbol. Luis Alfonso Chango es el presidente vitalicio del Club Deportivo Mushuc Runa SC, en español Hombre Nuevo. Pero antes de incursionar en el fútbol profesional con su propio equipo, ya había fundado una cooperativa de ahorros cuando tenía 27 años, que ahora es la más grande del país: Cooperativa Mushuc Runa. Fue la primera en su grupo. La formaron 38 socios con 20.000 sucres cada uno (USD 28,57) hace 23 años. La nombraron ‘Hombre Nuevo’ (Mushuc Runa). Todo surgió ante la necesidad de vencer el racismo, cuenta Chango. Antes de la crisis bancaria de 1999, el sistema financiero era muy elitista y excluía al sector indígena. Los primeros años no tenían local y prácticamente hacían oficina en un parque de la ciudad, pero la crisis económica, cuando empezó la dolarización, fue la oportunidad para Mushuc Runa. Los bancos quebraron y Luis Alfonso encabezó el peregrinaje de captar los clientes de casa en casa, en las comunidades, aprovechando también que lo conocían, porque fue secretario político de la parroquia Juan Benigno Vela. En la actualidad, Mushuc Runa cooperativa de ahorros cuenta con un patrimonio de USD 70,1 millones, alrededor de 270.000 socios, y USD 570,1 millones en activos, con más de 26 oficinas en el país y genera USD 5 millones en utilidades. Pero Luis Alfonso ha sabido aprovechar las oportunidades y su nombre lo ha convertido en una marca. Impulsa ferias para emprendedores en el Complejo Recreacional e intercultural del mismo nombre, que está ubicado en el cantón Tisaleo; fundó una inmobiliaria con su nombre y dirige otras empresas que dan trabajo a indígenas e hispanos. Incluso hasta lanzó su libro ‘Todo es Posible’, el 18 de septiembre de 2023, en el que cuenta su biografía y a la par da consejos para que otras personas emprendan y no se desmotiven. Luis Alfonso, de 54 años, antes de conocer el éxito económico vivió en la extrema pobreza. Desde los siete años salía con su padre a vender ajo a Ambato, Quito y otras ciudades. Pero eso sí, estudió y nunca se dejó discriminar. Es abogado con especialidad en Finanzas y Alta Gerencia en el INCAE de Costa Rica. Asegura que aprovecha cada oportunidad y que aprendió hacer negocios entre pruebas y errores. “El éxito es importante, pero lo que debe definir al ser humano es siempre ser buena persona y crear esos lazos de amistad duraderos”, recalca el empresario.
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Rodrigo Llambo Chalán
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Desde niño le fascinaban los números y el trabajo, aunque lo segundo no era opcional porque la necesidad lo ameritaba. Fue en las calles donde aprendió a ser emprendedor y visionario. Vendió cebollas, ajos e incluso fue hasta ‘canillita’ (voceador de periódicos). Rodrigo Lambo, de 41 años, asegura que nunca le huyó al trabajo, pues también debía hacerlo para ayudar con la economía en el hogar y tener sus propios recursos para pagarse los estudios. Sus padres, pese a ser analfabetos, siempre lo impulsaron a estudiar. Recuerda que fue objeto de burlas, cuando sus compañeros con los que se gradúo en el bachillerato de Informática se reían al verlo vender periódicos, incluso hasta los mismos habitantes de sus comunidades llegaron a marginarlo. Pero las críticas formaron su carácter. Como era bueno con los números siempre pensaba en tener su propia empresa para ayudar a más personas de sus comunidades con pocas aspiraciones a créditos y a los estudios. A los 22 años, en un segundo intento, junto con su primo Cristhian Chalá y su amigo Daniel Zurita, se fraguó la idea de crear una cooperativa porque vivió en carne propia cuando sus padres pagaron a un tramitador mestizo para acceder a un crédito al Banco de Fomento, "porque los indígenas no podían ingresar a los bancos", menciona. Cuando empezó la idea no tenía dinero, pero sí muchas aspiraciones. Después se sumaron otras 24 personas y debían reunir USD 500 por socio. Para hacerlo vendieron cuyes, conejos, borregos, vacas e incluso buscaron trabajos extras para reunir el capital. En la actualidad Cooperativa de Ahorros Chibuleo, que le hace honor a la comunidad de donde son los socios y su gerente general, tiene una cartera de créditos de USD 284 millones y está en el puesto 16 de las cooperativas con mayor peso en la cartera de crédito del país, sedes en 18 provincias y emplea a 430 personas. Rodrigo Llambo es oriundo del barrio La Libertad, en Chibuleo San Alfonso. A los 19 años compró su primera casa. Tiene varios diplomados en Alta Gerencia, Toma de Decisiones y Liderazgo y una maestría en Administración de las Organizaciones de la Economía Popular y Solidaria. Incluso es docente de maestrías. Tiene tres hijos y es esposo de la actual alcaldesa de Ambato, Diana Caiza.
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Ángel Yucailla Baltazar
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A sus 42 años, ha liderado la formación de dos cooperativas de ahorros: Cooperativa Ambato y Sierra Centro. La primera es familiar y tiene 20 años, pero renunció hace 13 para formar la propia: Sierra Centro. La idea fue motivada por Luis Alfonso Chango, quien, en una fiesta familiar a la que fue invitado para ser padrino de uno de sus hermanos, le sembró la idea de que formaran una cooperativa familiar y que sean sus propios jefes. Procesaron el proyecto y también vendieron los animales que criaban en el campo, carros y casas para crear la primera cooperativa familiar donde trabajó en atención al cliente. Después ascendió a gerente comercial, pero no estaba satisfecho y quería tener su propia marca. En 2009 renunció de la empresa familiar y junto a otros 13 amigos fundó Sierra Centro, pero no en Ambato sino en Latacunga, donde queda la sede central. En la actualidad, la cooperativa cuenta con más de USD 23 millones en activos y 28.000 socios aproximados. Da empleo a 94 personas, de las cuales el 20% es indígena y el 80% mestiza. Cuentan con diez agencias a escala nacional. Pero su camino también estuvo lleno de adversidades, pero nunca se limitó. Es oriundo del barrio El Calvario, de Chibuleo San Alfonso, a 20 minutos de Ambato. Es el penúltimo de ocho hermanos. Su hermano gemelo murió a los tres meses de nacido. “Siempre me esforcé por ser el mejor. En mi mente estaba la idea de que si iba a estudiar debía esforzarme y dar lo mejor. Ahora que soy gerente, pues también quiero ser el mejor de todos”, recalca. Para estudiar primero tenía que cumplir con los deberes en el hogar. A los 12 años terminó la escuela, pero sus padres fueron a rogar con un quintal de papas y un cuy a un mecánico de Ambato para que le enseñara la profesión. Como empezó a tener dinero se olvidó de estudiar el colegio. Pero en su camino apareció el párroco cuencano Víctor Marín, quien lo motivó a seguir los estudios. Le regaló los útiles escolares y el uniforme, pero como no tenía dinero para movilizarse desde la comunidad hasta la ciudad, ayudaba a su padre con la venta de la leche. En el colegio empezó a relacionarse con los profesores, quienes lo motivaron a buscar sus sueños. Al terminar el bachillerato empezó su carrera para ser sacerdote, pues su mayor anhelo en ese tiempo era dirigir la diócesis indígena. Después trabajó de chofer con la madre superiora dominica, la cual asegura que fue una de sus mejores experiencias porque aprendió más sobre liderazgo. Es padre de dos hijas y después de crear sus empresas empezó a estudiar. En la actualidad es abogado e ingeniero en administración de empresas. Estudia una maestría de Gestión Empresarial. Además, es dueño de otras tres empresas, una de ellas se dedica a recuperar las carteras vencidas en bancos y cooperativas.
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