Visiones sobre el aislamiento y la crisis desde las artes vivas
Una de las últimas funciones de La Insensata, Carpa de Circo, en diciembre de 2019, en Machachi.
Cortesía de "La Insensata, Carpa de Circo" / foto de Luis Páez
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Todo está parado en este momento.
Hay algunas ideas que rondan en las cabezas de Tanya Sánchez y Matías Belmar, de Círculo Artes Escénicas. Sobre qué hacer, sobre organizarse.
Pero las ideas no son solo reacciones al momento que se vive.
El terreno de la reflexión es también espacio para la previsión, para comprender el mundo que se viene, para analizar el espacio en el que se está y los criterios que se manejan.
Ambos, Tanya y Matías, tienen en las artes vivas su espacio de control, su espectro laboral, su paréntesis para crear y representar. Hasta febrero estuvieron de temporada, lo que revela el golpe económico que han sufrido.
No es un golpe nuevo. Desde la perspectiva de Belmar, ya son cuatro años de tener que buscar con dificultad espacios para presentarse.
Anticiparse a los hechos
Lo de ambos es labor artística y familiar.
Hay un carácter itinerante en lo que hacen, por lo que empiezan con funciones en Quito parte del año y luego viajan a la zonas costeras del país para continuar, el resto del tiempo.
Viajan con sus tres hijos, con la carpa que ellos tienen y en la que realizan funciones. La llaman La Insensata y el pasado diciembre de 2019 tuvieran la última función en ella.
Como lo explican en el siguiente audio, Tanya y Matías suelen empezar las funciones en marzo. Pero los anuncios de lo que podía pasar, de que el coronavirus iba a llegar, los hizo adelantar la temporada.
Con eso en mente, para ellos no tiene sentido que las autoridades -sobre todo del Ministerio de Cultura- no hayan tomado previsiones para proteger al sector. No se trata de reaccionar, sino de proteger.
La sociedad versus el trabajo artístico
Cualquier intento, sobre todo estatal, de permitir actividades artísticas en época de pandemia; o de lanzar planes de ayuda a personas vulnerables del sector, se choca con un paradigma.
Sin importar posición o sitio de dónde venga el criterio, el arte y la cultura no son prioritarios. No son importantes.
Siempre hay algo con más relevancia.
Ellos lo han vivido en carne propia. Cuando a inicios de 2018 debieron suspender las funciones de su obra La Cantina, en Tumbaco, porque -en pocas palabras- los reclamos de los vecinos de la zona en la que estaba la carpa, fueron suficientes para que sufrieran acoso por parte de autoridades.
¿Razones? Entre ellas la más absurda: en el lugar se vendían droga y bebidas alcohólicas.
El prejuicio hacia la figura del artista.
Especialmente en una obra de teatro, diseñada en el espacio del circo, con acrobacias y coreografías, con siete artistas en escena. Y sí, había jabas de cerveza alrededor de la carpa, porque eran parte de la escenografía.
La Cantina se ha seguido presentando, después de este incidente, sobre todo en otras ciudades. En Quito, se ha debido adecuar a espacios teatrales más tradicionales.
Para ellos, esta dinámica de incomprensión sobre el arte se repite, incluso desde el discurso presidencial. Cuando se habla de ellos como generadores de belleza, creadores de sentimientos y gestores de lo intangible y elevado.
Pedidos y acciones
Hay que seguir haciendo lo que mejor se hace. Así que mientras están guardados, Tanya y Matías piensan en cómo generar ingresos propios y para las personas que trabajan con ellos.
Buscan alternativas. Indagan formas de seguir en el campo de las artes vivas, desde formatos digitales. No tanto desde la idea de la "reinvención", sino de encontrar lo que ellos tienen para ofrecer en ese formato.
En el trayecto hay un par de proyectos que están llevando adelante y hasta un proceso particular de crowfunding:
Pero eso no es todo. Para ambos, el sector cultural -sobre todo el de las artes escénicas- debe ser tomado en cuenta por las autoridades, que no solo sea considerado el primero en cerrar y el último en abrir.
Hablan de protocolos.
Sí, protocolos. Basados en la comprensión de las necesidades de los artistas, con el criterio de que el arte acompaña y aporta a la sociedad.
De que deberá ser importante en esta "nueva normalidad".
Porque las artes escénicas no deben ni pueden estar encerradas todo el tiempo. Y ellos esperan estar ahí, presentes con sus obras, cuando las condiciones se los permitan.
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