Tres miradas hacia el "boom" de la literatura ecuatoriana de mujeres
Una poeta y dos narradoras conversan sobre la idea de un resurgimiento de la literatura en Ecuador, gracias al trabajo de las escritoras.
Andrea Rojas Vásquez, Julia Rendón y Natalia García Freire tienen criterios y posiciones claras sobre la literatura hecha por mujeres en Ecuador.
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¿Por dónde empezar? Quizás por un asunto importante dentro de esta dinámica de visibilización de la literatura ecuatoriana, que tiene a las escritoras a la cabeza de una ola importante.
Este, indudablemente, es el del valor literario.
Porque esta ola se sostiene por la impresionante calidad del trabajo de autoras como Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Solange Rodríguez Pappe, Daniela Alcívar, Gabriela Ponce, Sandra Araya, entre otras.
Escritoras que se arriesgan, tanto en temas como en maneras de contarlos.
Autoras que han publicado su trabajo en editoriales independientes de varios países iberoamericanos -sobre todo de España-. Y que tienen presencia en medios, en espacios especializados y en listas de lo mejor que se ha publicado en sus respectivos años.
Como pasó con Ojeda, con su novela Mandíbula (Candaya, 2018), y Ampuero, con su libro de relatos Pelea de Gallos (Páginas de Espuma, 2018), que, en el año de su publicación, aparecieron en la lista de los mejores libros del New York Times en español.
Ambas han seguido publicando. Y hoy comparten casa editorial con sus más recientes obras. Ya que Las voladoras (2020), de Ojeda, y Sacrificios humanos (2021), de Ampuero, se han publicado en Páginas de Espuma.
A su vez, Rodríguez, Alcívar, Ponce y Ojeda tienen libros publicados en la editorial Candaya, de España. Y la quiteña Sandra Araya publicó su magnífica novela La familia del Dr. Lehman, en Limbo Errante, en 2017.
"Siento que en Ecuador eso se me ha quedado en titulares", dice la cuencana Natalia García Freire, una de las escritoras que ingresó en esta lista en 2019 gracias a Nuestra piel muerta. Novela publicada por la editorial española La Navaja Suiza.
Libro que apareció reseñado por Marta Sanz, en el diario El País, y del que se habló en el programa de Televisión Española, Página Dos.
García Freire cuenta que Nuestra piel muerta ha funcionado en España por el trabajo con librerías, libreros y con blogs especializados, que han recomendado su lectura. Una especie de tejido que hace falta en Ecuador.
"De no ser por el trabajo de algunas librerías independientes de aquí (que importan el título), que hacen un trabajo enorme, mi libro no se leería. De no ser por ellas, esos titulares quedarían en eso, sería algo muy vacío", confiesa.
La relación entre lectores y libros todavía sigue siendo angosta.
Hay, entonces, un tema mediático, de marketing -necesario- para que el libro llame la atención y se lea.
Pero se producen otras cosas, en el medio. Porque es inevitable que al definir nombres, queden otros afuera. O que a través de la revisión que se hace en el exterior de estas obras se definan características generales de una literatura que es mucho más compleja.
Ella cuenta que cuando la entrevistan desde España aboga por hablar de la literatura ecuatoriana y su variedad, para que no se "la reduzca a algo salvaje y exótico".
Y da un paso más allá.
"A mí me gustaría que no se hable tanto en esta forma grandilocuente del boom de escritoras ecuatorianas. Si no que pase lo que todo escritor quiere, que es que su libro se lea y ya".
Pero hay algo que no ha cambiado en el país y es esta necesidad de que la refrendación venga de afuera, porque hay algo que sigue pasando en la cultura nacional. Ella lo cuenta mejor en este vídeo.
Natalia García Freire ha escrito durante el confinamiento una nueva novela, que entregó también a La Navaja Suiza y que se publicaría a fines de año.
Esta es una relación importante, porque se trata de apostar por un proceso independiente, con el que se establecen conexiones mucho más cercanas, dice ella.
Y eso revela un elemento fundamental dentro de esta idea del "boom". Que es cómo detrás de la labor editorial independiente existe una conciencia de tiempo y un ejercicio, no solo de descubrimiento de nuevas voces.
También entra el sentido de recuperación de obras de autoras que han sido olvidadas. Y que se han convertido en referentes para las escritoras más jóvenes.
Nuestra piel muerta se publicará en los siguientes meses en editoriales de Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Italia, Finlandia y Turquía. Hace solo unos días, García compartió la portada de la versión inglesa de su novela a través de redes sociales.
A la búsqueda de más voces
La quiteña Julia Rendón está en Barcelona en este momento. Se ganó una de las becas Montserrat Roig que da el Ayuntamiento de la ciudad, para avanzar en proyectos de literatura.
Lleva dos semanas de los dos meses que debe estar ahí, avanzando en lo que tal vez sea una novela -eso estará por verse-.
Una futura obra que acompañará al cuerpo que tiene armado con los relatos de La casa está muy grande (2015, Linda y Fatal ediciones, Argentina) y el texto infantil La mano de Malena (Loqueleo, 2019).
Pero eso no es todo. Yeguas y terneros saldrá este año con Editorial La Caída, de Cuenca.
Madre y escritora -"ese es un tema en sí solo", dice-, para Rendón hay una representación que se produce alrededor de la idea de este "boom", que ella prefiere definir como auge y visibilidad.
Celebra la calidad de las autoras que son parte del fenómeno, pero al mismo tiempo lo asume como consecuencia de la lucha feminista, que está marcando un cambio de mirada en muchos niveles.
Y hay un peligro que también sucede, con base a esa construcción pública.
Rendón también dosifica su reflexión. Porque para ella -al igual que para Natalia García Freire- hay un elemento crítico y de análisis que no funciona en el país, pese a que las editoriales independientes publican cada vez más títulos escritos por mujeres.
Que muchas veces termina por invisibilizar otros nombres, con obras de igual contundencia.
Por lo que ella propone que el tema de los contactos y conexiones deje de ser la base por la que el sistema editorial se mueva en el país. En lo que también incluye al trabajo periodístico, desde luego.
Sin embargo, esa conexión entre autores y autoras, resulta ser un mecanismo importante para que se lean otro tipo de obras. No solo para el país, sino para la región.
"Quizás los autores, cuando nos pidan reseñar obras, debamos hablar de estos libros de los que se habla poco", dice Natalia García Freire. Se trata de hacer que todo se vea.
Una apuesta que salga desde adentro
Andrea Rojas Vásquez es poeta y es lojana. En 2020 apareció su libros Matar a un conejo (El Quirófano Ediciones). Y en la actualidad tiene un poemario listo, que deberá salir bajo el sello de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo de Loja.
Pero también está trabajando en otro.
Rojas Vásquez habla de un "estado primaveral" alrededor de la literatura escrita por mujeres y, de cierta forma, celebra que suceda así. Porque no hay una homogeneidad en las propuestas y en la construcción de realidad.
Sí aclara que finalmente será el tiempo el que defina de mejor manera lo que está sucediendo aquí y ahora. Que ese será el trabajo de la gente que estudia literatura.
Por lo cual, este sentido del "boom" -o de establecimiento de un canon- es lo que menos debería preocupar.
Sin embargo, hay un valor gigante para Andrea Rojas en lo que sucede a nivel editorial.
Y tiene que ver con esa visibilidad literaria sobre lo que pasa en el país, algo que, en realidad, ella toma con pinzas.
Porque si bien se amplifica el valor literario de las mujeres que publican y de las que se habla en otros espacios -lo que permite que la mirada se abra a otras propuestas-, hay algo más.
Una certeza sobre las cosas que no se hacen bien en Ecuador y cómo, si se encuentra el mecanismo, se pueda generar que la mirada de muchas más personas gire a lo que se sucede literariamente en el país.
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