Tame Impala: un regreso que pudo ser más poderoso
"The Slow Rush", de Dame Impala.
PRIMICIAS / Diego Corrales
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Kevin Parker es el músico contemporáneo más interesante de todos. Compone, toca todos los instrumentos, se graba a sí mismo, produce sus canciones e impacta a todo el mundo.
Además de que es una especie de animal que consigue hacer canciones pop que tienen un pie en el mundo de la psicodelia del rock y otro en las pistas de baile, con destellos de hip-hop.
Parker es el espíritu solitario que prefiere el nombre de Tame Impala para su proyecto.
Lo sostiene, lo mueve, le da vida.
Tame Impala tiene su ADN.
Y en su cuarto disco, The Slow Rush, queda claro que el camino recorrido por Parker ha llegado a un punto en el que puede jugar con una idea conceptual -el tiempo, en este caso- y con algo de vulnerabilidad -como en Posthumous forgiveness, canción en la que arregla su relación con su padre, fallecido hace varios años-.
Sin embargo, quizá solo se trata de eso. Parker parece haber llegado a un límite en su propuesta y no parece encontrar maneras de sobrepasarla.
La contradicción constante
The Slow Rush parte de una contradicción.
Este "lento apuro" en el disco de Tame Impala se refleja en la tensión constante en la obra de Parker, que se centra en las paradojas: canciones a las que se les da mucha importancia la melodía y letra, pero que tienen su fuerza en las baterías, en los ritmos que aparecen.
También en la idea de que una sola persona puede construir un castillo sonoro tan bien sostenido como sucede como Lost in yesterday, el tema más pop del disco. Quizás Parker trabaja con un mapa muy claro en su cabeza.
Y en el ejercicio de hacer música, lo va transformando.
También aparece por aquí el falsete característico en su voz y ese tono dulzón que parecería no acompañar la imagen de Parker, que se vuelve una especie de Jesús delicado, en el terreno de la música. Pelo largo y barba, beats y sintetizadores.
Dulce Jesús mío, con efecto de eco.
El sendero de la continuidad
Hip-hop y disco como base rítmica y como espacio del que salen el resto de sonidos. Una voz que sigue llena de reverb y delays, pero ahora, en lugar de estar a 10, esos efectos están en 3. Terrenos de largos desarrollos musicales y una forma de psicodelia contenida.
The Slow Rush es el álbum de alguien que sabe cómo hacer las cosas y que prefiere mantenerse por el sendero descrito, con mínimos cambios o riesgos.
Porque la fórmula funciona.
Sin embargo hay un "pero" impresionante. Y ese es One more hour, la canción que cierra el disco. Parker deja que todos sus gestos reconocibles estén ahí, pero se arriesga, porque si bien está en su terreno, parece jugar con la idea la música de los 70 desde otro registro.
Arreglos que parecen salir de bandas de hard rock de hace 40 años dan un poder tan grande al tema, en el que Parker canta: "No fui lo suficientemente valiente para decirte que no habrá otra oportunidad".
Ese quizás sea el camino a seguir para que Tame Impala logre, no solo, hacer buenos discos, sino romper la magia que el mismo Parker se ha trazado y cautivar como si siempre fuera la primera vez.
Puede escuchar el disco aquí:
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