Los rostros de la migración venezolana son los mismos rostros de la migración ecuatoriana
Edu León, fotoperiodista español que reside en Ecuador desde 2011, presenta 'Migrar es tocar tierra'
Eduardo Varas
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El concepto detrás de Migrar es tocar tierra es evidente, sencillo, directo. En algún punto del recorrido de la muestra —que se puede observar hasta fines de junio en el Parque Urbano Cumandá, en Quito— hay una carpa hecha de plástico negro y cobijas. Como aquellas que se veían en el terminal terrestre de Carcelén, cuando centenas de migrantes venezolanos llegaron hace un año al país, huyendo de las condiciones de su Venezuela natal.
Una carpa en la que adentro hay colchones, como los tenían quienes debían permanecer ahí. Una carpa en la que también hay televisores. En una pantalla hay imágenes de archivo en las que se ven el llanto y las despedidas de las familias en el aeropuerto de Quito, hace 20 años, cuando la crisis económica obligó a un millón de ecuatorianos salir.
En otra pantalla pasan fragmentos del documental Problemas personales (2002), de Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera, las escenas muestran las dificultades y el trato hacia ecuatorianos que viajaron a España, a inicios del siglo XXI.
El shock no es intelectual. No pasa por ahí. El impacto se produce por las sensaciones contrapuestas: en esa carpa, la migración venezolana y ecuatoriana son una sola.
El trabajo del fotoperiodista Edu León es producto de varias voces. Están los migrantes con los que viajó en más de 10 ocasiones el año pasado, así como el aporte de varios artistas e instituciones que han ayudado a que Migrar es tocar tierra sea un hecho.
También está su intención de componer un tejido en el que no haya ninguna diferencia entre habitantes de un país y otro. Y así, discutir la xenofobia y clasismo que se han hecho evidentes en Ecuador, frente a la llegada de los venezolanos.
En la propuesta de León, el visitante participa. Hay fotos de los viajeros enterradas en montículos de tierra y los asistentes las desentierran y las colocan en otras posiciones. Escriben en post-it sus historias, escuchan las voces de otros como ellos y reaccionan a eso.
Hay un impacto emocional fuerte en lo que sucede ahí. En las palabras que suenan, en los acentos, en los testimonios que surgen y que han sido ignorados por las coberturas mediáticas —como el relato de las personas que han fallecido en su tránsito, tanto venezolanos como ecuatorianos, en su intento por ir a Estados Unidos, y de las que no existen cuerpos sino solo palabras y memorias—.
Esta muestra es un ejercicio periodístico que se cruza con estructuras y soportes del arte para decir lo que quiere decir.
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