La apuesta que John Templanza Better le hace al horror rinde frutos
"Limbo" es una novela rara, con la que John Templanza Better crea una historia que se construye paso a paso.
Diego Corrales, PRIMICIAS
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La novela se llama Limbo. Y al menos para las personas que crecieron en Latinoamérica, con una enseñanza religiosa firme y culturalmente presente, eso tiene un solo sentido.
Estar en un lugar que no es ningún lugar. Vivir entre paréntesis.
Permanecer a la espera, en un trance. Y si se sigue con la línea religiosa, se podría hablar moverse a través de un purgatorio.
Ni el cielo, ni el infierno. Algo en el medio, que no se conoce o no se entiende del todo.
Y en este panorama John Templanza Better arroja al lector a una especie de adivinanza, en la que cada una de las partes / capítulos / apartados de la novela, va ofreciendo pistas.
Como un modelo para armar, como el trabajo de un arquitecto que busca desencajar al lector. Limbo es una tremenda apuesta que le devuelve al horror cierto sentido de incomodidad.
Eso, en un momento como este, es importante.
Porque, a la larga, la literatura no es necesariamente una válvula de escape. Es, en realidad, un ejercicio de cuestionamiento.
Ese extraño lugar en el que pasan las cosas
En Limbo hay doy hermanas, albinas y gemelas. Son judías polacas y viven en la ciudad de Crisantemo. Ellas se encargan de librar a los niños muertos no bautizados del peso de permanecer en ese espacio al que van las almas que no aceptan a Dios.
Y un día les llega un niño. Y ese niño resulta que no está muerto. Se queda con ellas, crece, se reconoce y cambia.
La extrañeza se mueve a sus anchas en este universo. Plagado de personajes, de ambientes, de cajas dentro de cajas. Asesinos, santas que dan miedo, gente con dos cabezas.
John Templanza Better es un discípulo impresionante de David Lynch.
En ese detalle radica el horror de la novela, en que como sucede con las historias de Lynch, el colombiano apuesta por la confusión y por atorar al lector en espacios que no resultan comunes.
Limbo funciona en el minuto que quien lee asume el terreno en el que está.
¡Y vaya terreno! Un delirio total, donde hay seres que tienen alas y una sensación que desde el Caribe el horror puede resultar lugar conocido, plagado de esas historias que se cuentan a niños.
'Caribe Horror History'. Suficiente para acercarse a esta novela. Que, finalmente, exige que quien la lee piense cómo fue su educación religiosa y las ideas sobre normalidad que tuvo en la niñez.
Eso, al menos, es un camino que un buen libro ofrece.
Otras recomendaciones
"El Instituto", de Stephen King
Una novela de ciencia-ficción en la que Stephen King resultó ser absolutamente contemporáneo. En plena época en la que la administración de Donald Trump separaba a padres inmigrantes ilegales de sus hijos, y colocaba a los niños en jaulas, King lanza esta novela en la que hay un instituto en el que secuestran y tienen prisioneros a niños, separados de sus padres, para experimentar en ellos las capacidad telequinéticas que tienen. El terror es lo humano.
"Frankenstein o el moderno Prometeo", de Mary Shelley
Novela que Mary Wollstonecraft Shelley publicara en 1818, cuando ella tenía 20 años y que empezó a escribir a los 17. Si existe la genialidad, ella era la verdadera genia. Un científico crea vida, armando un monstruo con parte de cadáveres. Rechazo, crueldad, violencia y cuestionamiento sobre la dignidad de la vida. Creación y creador enfrentados en una historia que sigue siendo revisada y versionada, porque no se trata de una historia de terror, sino de un dilema existencial brutal: ¿somos de dónde venimos o hacia dónde vamos? Quizás el horror se decanta por ahí.
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