La pandemia que apagó la cultura y aceleró la desigualdad
Los datos de organismos internacionales dejan en claro que el sector cultural mundial es uno de los más afectados por la crisis derivada de la pandemia.
Representación teatral para más de un centenar de ancianos de Sevilla que acudían el pasado 5 de marzo, por primera vez en un año, a una actividad cultural.
EFE / Raúl Caro
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Las restricciones para evitar la expansión del virus a escala global han tenido un fortísimo impacto en la sociedad. Tras un año de pandemia, las disparidades a nivel económico y social se ha marcado más. Gracias a obstáculos derivados de la crisis del turismo, el cierre de la cultura y el teletrabajo.
Los organismos internacionales constatan que el daño ocasionado es peor de lo previsto.
Una de las primeras medidas que se extendieron en marzo de 2020 fue el teletrabajo. Los llamados trabajos esenciales, como fábricas y supermercados, mantuvieron la asistencia dentro de lo posible, marcando una primera división en el terreno laboral.
A principios de 2021, el 77 % de los trabajadores de todo el mundo seguían perjudicados por medidas restrictivas. Esta cifra, en su punto álgido -en julio de 2020- llegó al 85 %, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En su informe La COVID-19 y el mundo del trabajo, la OIT destacó el contraste entre la pérdida generalizada de empleo en los sectores más afectados (hostelería, restauración, arte, comercio minorista y construcción) y el alza en aquellos de prestación de servicios que requieren una elevada cualificación, como las finanzas o los seguros.
Aunque no todo han sido desventajas para las empresas. Un estudio de la sociedad estadounidense especializada en comunicación, Twilio, apunta que la pandemia ha acelerado seis años la transformación digital de las pymes.
El terrible golpe a la cultura
Para la industria cultural, que representa 30 millones de empleos en el mundo, la pandemia también ha sido más dura de lo previsto.
En 2020, según la Unesco, se estima que la industria del cine perdió diez millones de puestos. Un tercio de las galerías de arte redujeron a la mitad su personal. El cierre de la industria musical costó más de USD 10.000 millones y el mercado editorial cayó un 7,5% respecto al año anterior.
Dentro de la situación de género, las mujeres ocupan una mayor proporción de empleos precarios en el sector del arte y la cultura. Siendo así más vulnerables a la inseguridad social y económica.
Además, que la cultura haya tratado de sobrevivir acelerando su conversión digital no hace de ella un sector más abierto: teniendo en cuenta que el 46% de la población mundial no tiene acceso a internet, el arte y la cultura han quedado vetadas para buena parte de ciudadanos.
Por su parte, la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC) augura un 2021 difícil y recuerda que en 2020 las recaudaciones mundiales de derechos de autores para creadores de música, obras audiovisuales, teatro y literatura disminuyeron un 35%. Lo que equivale a 3.500 millones de euros (aproximadamente USD 4.272 millones).
Sin festivales, con conciertos muy limitados y con numerosas restricciones, los parques y plazas han vuelto a convertirse en el foco de encuentro por excelencia, especialmente en los países más restrictivos con el ocio, como Francia.
La desigualdad se refleja también en el turismo, que en 2020 cayó un 74% (y hasta un 97% en abril de 2020). La peor parte se la llevó Asia (-84%), Oriente Medio (-76%), Europa (-71%), África (-70%) y América en último lugar (-69%), según la Organización Mundial del Turismo.
Con esta falta de perspectiva, no es de extrañar la preocupación de muchos Estados por el impacto mental que la situación provoca en sus ciudadanos.
La OMS ha recomendado dedicar más de un 2% de los presupuestos sanitarios a la salud mental, cuando actualmente destinan menos del 1%: "Solo la depresión y la ansiedad suponen una pérdida anual de casi un billón de dólares en productividad económica. Los países que inviertan en salud mental obtendrán recompensas".
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