Panamá: dos personajes que sostienen un relato sobre el pasado del país
Diego Coral y Jorge Fegan, protagonistas de 'Panamá'
Ostinato Cine
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Javier Izquierdo tomó una historia que había escuchado hace varios años: de cómo una persona que conoce se encontró a la salida de un cine en Panamá con Juan Carlos Acosta, mucho tiempo antes de que el nombre de Alfaro Vive Carajo sonara en los medios ecuatorianos y cómo pasó conversando toda la noche con él.
Habían sido amigos de colegio, uno de ellos estaba ligado a asuntos relacionados con la banca ecuatoriana de entonces; el otro quizás ya estaba encaminado a tomar acciones en función de lo que creía.
Izquierdo no revela el nombre de la persona que se lo contó —no es para nada necesario que lo haga—, pero sí deja en claro que “todo lo demás es ficción”. Se trata, entonces, de partir de una anécdota y de ahí salir adelante.
Por eso la frase ‘Basada en hechos reales’ que se lee al inicio de Panamá es una etiqueta necesaria y un mecanismo que usa un director que regularmente juega con la ficción y la realidad en su obra.
No en vano su anterior trabajo estrenado es el documental Un secreto en la caja (2016), donde la tensión entre realidad e invención es la fuerza detrás del filme.
Aquí, Jorge Alejandro Fegan y Diego Coral le dan carne a José Luis y a Esteban. El primero es la transfiguración de Acosta: dice que es periodista y utiliza, cada vez que puede, nombres falsos. Algo está haciendo ahí, porque no es gratuita su permanencia en un país que no es el propio.
En la primera toma está limpiando un arma. Es parco, casi robótico y distante. Habla con decisión, pero a veces -en función a su interpretación- hay cierto nivel de vulnerabilidad como si detrás de su determinación existiera un terror universal.
Coral le da a Esteban la fuerza arrolladora que puede tener alguien que se considera un ganador en la vida. Un tipo que empezó de menos, que de a poco consiguió lo que tiene y que se retuerce en los vicios del poder. No es detestable (ninguno de los dos cae en eso), pero sí está construido como un personaje que es capaz de salirse con la suya siempre.
La película es un enfrentamiento retórico entre ambos, entre las distancias que los sostienen y separan, con los recuerdos como golpes en el rostro, con un cariño que se vuelve a encender entre los dos y que va a determinar mucho del desenlace. Esta eterna conversación entre José Luis y Esteban encuentra en Mi cena con André (1981), de Louis Malle, un punto de referencia.
El filme está rodado en blanco y negro, en locaciones en Quito y Guayaquil. El rodaje tomó siete días y el resultado de ese trabajo se puede ver la noche de este sábado 22 de junio de 2019 a las 20:00, en la sala Alfredo Pareja de la Casa de la Cultura, en Quito. La entrada es gratuita.
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