Miel y su disco 'Edén': un viaje minimalista y místico
Con "Edén", el proyecto Miel presenta una producción que crece a medida que más se la escucha.
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Son dos músicos que hacen todo. Son nueve canciones y un poco más de 28 minutos de duración. ¿Para qué hacer discos largos si en menos de 30 minutos puede contenerse todo un universo?
Edén dura un minuto menos de lo que dura el primer disco de The Ramones.
Edén es también un disco que poco tiene que ver con el punk. En realidad hay una estética sonora particular, que apuesta por lo minimal, por el traslado que se produce a escucharlo en su totalidad. Un viaje que se puede repetir varias veces, porque esa es la ventaja de algo que dura poco.
“Puedes escuchar 10 veces Edén en el tiempo que te toma escuchar un disco de Pink Floyd” dice Martín Flies, una de las mancuernas del proyecto.
A su lado está Damián Segovia, el otro lado de la moneda. Hay varias cosas que se les puede preguntar. Las primeras son lugares comunes, como el cuestionamiento sobre por qué el proyecto tiene el nombre que tiene o cómo conciben cierta consecuencia genética alrededor de la experiencia artística que los ronda.
Porque ambos son hijos de músicos reconocidos en el país.
Ambos encontraron la música en tiempos distintos -Martín ha tocado en varias bandas de la escena local-, eran amigos del bus en la época de colegio, y se dedicaron en confinamiento a terminar el disco en el que venían trabajando.
Crearon canciones, desarrollaron temas -antes de la pandemia, en varias presentaciones en vivo-, desecharon música, recuperaron otras. Ambos entendieron que hacer un disco es apostar por algo.
Es un tema de mirada, ¿o de oído? Es decidir, tomar partido. Lo interesante de lo que consigue Miel es permitirle a quien escucha el disco enfrentarse no a un producto, sino a una experiencia. Y las experiencias no suelen ser repetitivas. Cada vez que se escucha Edén se percibe algo distinto.
A eso se le une una estética visual propia. Hay un sentido de sensualidad en cómo Segovia y Flies se presentan en la portada.
Una sensualidad que se refleja en lo sonoro, que va “in crescendo” mientras Edén deja lo idílico y se vuelve más corporal. Porque sí, eso es posible percibir a través de un disco.
De dónde salen los sonidos
Edén parece trip-hop, parece tomar algunas cosas que suenan al Cerati de Bocanada, que acarician al mejor Massive Attack. Miel mira hacia atrás, un poco hacia atrás, para traer al presente una transformación a través del sonido.
Es pop, es electrónica, impresiona.
De un momento personal, de cierta intimidad casi acústica -la maravillosa Girasoles abre el disco-, Edén se decanta por una corporalidad que en el tercio final del disco llega a su cenit. Centro, como cierre, es un magnífico ejercicio de cómo el dance puede ser declaración de principios.
Edén tiene su carácter místico. Ellos lo saben. Es mostrar el paraíso, salir de él y encontrar un equilibro. Por eso hay imágenes cargadas de contundencia, como sucede con las flores, ya sea en los títulos de las canciones y en su aparición reiterativa en la letra de los temas.
Sí, hay algo conceptual aquí. Pero no es que tenga un concepto como un disco de Pink Floyd. En otras palabras, nada es arbitrario. Ese equilibro es abrir la cabeza, abrir las ideas y, al final, reflejarlas en el cuerpo. Por eso este disco va de menos a más. Y el “menos” no es inferior.
Al final, cuando todo está por acabarse, cantan: “No pienso salir de aquí, se marchitan las flores que dejé atrás”. Pero ya están afuera.
Edén tiene que ser paradoja, también.
Una paradoja intensa que tendrá en el escenario del Teatro Sucre su componente en vivo. Con una particularidad. Ninguno de los dos quiere que se lo vea a través de la web. Todo presencial. Un sentido “old school” que tiene significancia en este momento y en esa búsqueda que intentan Segovia y Flies, musicalmente.
El concierto iniciará a las 17:00. Miel estarán acompañados por Nicola Cruz, Amantina y Andrés Benavides.
Se puede escuchar el disco completo aquí:
Otras recomendaciones
'En un robot folk punk', de Billordo
Diez minutos son suficientes para que Billordo lance su arsenal de siempre. Pero, como siempre, hay una diferencia, una oportunidad de enfrentarse a algo más, incluso cuando recupera canciones que había publicado antes.
Guitarra acústica, tres y cuatro acordes, y la sentencia de encontrar en esa sencillez una forma de sátira. “Ya sabemos que Internet es una mierda / y que el fin está por llegar / si estas es la humanidad no quiero conocer a la que no lo es”, canta en La Internet es una mierda.
Ahora, las voces son varias, hay una necesidad de experimentar y de hacer un conteo en todas las canciones. Eso es todo lo que se necesita hoy.
'En esta Navidad', de Tonicamo
Tonicamo puede hacer de todo. Sobre todo hacernos reír. De una manera consiente. Lo están buscando, les encanta la risa como un mecanismo musical. Y aquí, en este tema navideño, lo consiguen.
No solo porque se burlan de los villancicos que se hacen para esta época, sino que son capaces de intentar música en otros registros, de hacerlo bien y de congeniar una especie de sintaxis en que la burla es aquello que se toma en serio.
Los dos primeros versos lo dicen todo: “En esta navidad, papito no llegues borracho / que llora el niño Dios y mi mamá también / En esta Navidad, papito ya no jales coca, porque no mejor me compra una pelota”. ¿Algo más que agregar?
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