María Fichamba: el Estado y los amigos se olvidaron de mi papá
Jesús Fichamba se vio obligado a pedirle al presidente de la República, Lenín Moreno, un sueldo vitalicio, pero no tuvo suerte. A cambio le ofrecieron una casa, pero el trámite quedó inconcluso.
María José Fichamba y sus hermanos cuidaron de su padre Jesús hasta su muerte en Guayaquil.
Cortesía María José Fichamba
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Jesús Fichamba estaba inconsciente cuando su hija María José llegó a la casa de Wilson Veintimilla, el compadre que lo había acogido desde hace siete años.
Ella lo encontró acostado en la cama. El tenor de Otavalo no había respondido su teléfono durante toda la mañana, por lo que María José, con quien hablaba todos los días, llamó a Veintimilla para preguntar por él.
"Tiene que venir a ver el estado en el que está", le respondió. Así que cerca del mediodía tomó un taxi para dirigirse al sector de La Floresta, en el sur de Guayaquil.
Cuando entró al dormitorio, la hija de Jesús intentó reanimarlo, pero él no la reconoció. El coronavirus había invadido su organismo, por lo que María José se comunicó con el músico Gustavo Pacheco para llevarlo al Hospital Municipal Bicentenario.
"Cuida a tu mamá y a tus hermanos, despídeme de todos los seres queridos", alcanzó a rogarle Jesús, mientras ingresaba llorando al hospital, el 14 de abril de 2021.
Él sabía que era el final de un camino lleno de éxitos profesionales, pero también de decepciones personales.
Jesús, el hombre que en 1985 puso de pie a Ecuador y al mundo con su soberbia interpretación del tema La Pinta, la Niña y la Santa María, en el Festival OTI de la Canción en España, no tenía casa, trabajo, ni seguro médico.
En septiembre de 2020, ahogado por la crisis económica y el confinamiento, que suspendió los actos públicos, Fichamba decidió jugarse una carta: solicitarle al presidente Lenín Moreno un sueldo vitalicio para mantenerse.
Para ello, envió un escrito a la Dirección de Atención Ciudadana de la Presidencia de la República, pero la propuesta fue negada. Sin embargo, las autoridades de gobierno le ofrecieron gestionar una casa para él.
Las últimas presentaciones que pudo hacer fueron el 25 de julio de 2020 en el Teatro Centro de Arte, en Guayaquil, y el 13 de octubre, cuando el gobernador del Guayas, Luis Chonillo, premió la trayectoria de Fichamba y de su amigo Pacheco.
Fichamba realizaba los trámites para conseguir la vivienda prometida, cuando el 3 de abril, el Covid-19 interrumpió sus planes. Así que todo quedó inconcluso y murió el 26 del mismo mes en el Hospital del IESS Teodoro Maldonado Carbo, donde lo recibieron cuando su salud empeoró.
Al no tener recursos, la tumba para el artista fue gestionada por el Municipio de Guayaquil. Lo único que dejó, además de las canciones, fueron su pasaporte diplomático, doce ponchos y algunos sombreros.
"Hubo mucho egoísmo, él pidió ayuda, pero fue ignorado. El Estado y sus amigos se olvidaron de mi papá".
María José Fichamba
Sus últimos días
Tras su regreso de España, en 2010, donde vivió diez años y tuvo a su último hijo, Gael Fichamba Contreras, el artista decidió acercarse a su esposa Shirley Salazar y a su hijos mayores Coralia, Jesús y María José.
Ellos trabajaban en su negocio de calzado brasileño en la Bahía de Guayaquil y él los acompañaba en sus jornadas laborales, ayudando en lo que podía.
También se rendía ante las atenciones familiares con su comida favorita, caldo de gallina y sancocho de pescado, en la vivienda de los Salazar, en el centro de la ciudad.
Aunque ninguno de los Fichamba heredó su amor por el canto, Jesús disfrutaba escuchando cantar a su nieto Mateo, de 4 años, quien podría ser el sucesor.
Y María José, que tiene previsto interpretar La canción de los Andes, en algún festival en memoria de su padre.
Tras su muerte llegaron los homenajes. Varios artistas nacionales unieron sus voces para interpretar La Pinta, la Niña y la Santa María, una canción cuya autoría musical está en disputa entre Pacheco y Luis Padilla desde hace 12 años.
Sus herederos publicaron un comunicado para solicitar a los medios de comunicación "abstenerse de promocionar supuestos homenajes, videos y medios audiovisuales con fines de explotación, promoción, auspicios o beneficios económicos".
En fin, problemas del mundo terrenal que no borrarán de la memoria nacional a aquel indígena otavaleño que, con moño, poncho y alpargatas, llegó a España para gritar en si bemol que su raza indomable no se sometía, 500 años después del viaje de las tres carabelas de Colón a América.
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