Línea Imaginaria, una muestra de cine ecuatoriano en España
Anuncio de la muestra de cine ecuatoriano Línea Imaginaria, en la Gran Vía, una de las calles más importantes de Madrid.
Redacción Primicias
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La muestra de cine ecuatoriano Línea Imaginaria, en su tercera edición, llega este viernes 18 de septiembre a Madrid, con la proyección de La Mala Noche, de Gabriela Calvache.
Cuatro directoras y dos directores exhibirán sus obras, hasta el 26 de septiembre. La sede será la Cineteca del Centro Cultural Matadero. Sin embargo ese no será la única forma de ver los seis filmes que forman parte de la muestra.
En este tercer año de la muestra todo se mueve con un reto: la crisis del Covid-19. Ante las limitaciones de aforo, los organizadores dieron el salto a las redes, así que algunos visionados serán en línea, a través de la plataforma Zine.
Más allá de La mala noche, otras películas que se proyectarán en esta edición son Alba, Azules Turquesas, Huahua, Panamá y Torero.
La organización detrás
María Cristina Carrillo inició el encuentro en 2017. Ese año, junto a otros ecuatorianos, latinoamericanos y españoles, creó Periscopio Sur Asociación por el cine latinoamericano en Madrid.
El propósito: armar una muestra de cine ecuatoriano, sostenible en el tiempo y cuya sede fuera algún espacio cultural emblemático.
Ambas cosas se cumplieron desde la primera edición de Línea Imaginaria, una muestra gratuita, que reúne lo mejor y más nuevo del cine nacional.
En conversación con PRIMICIAS, Carrillo -antropóloga y cineasta, que en 2011 presentó su documental La Churona, que habla de inmigración ecuatoriana en España con un componente religioso de por medio- dio algunos pormenores de lo que pasará en esta edición.
Este es el tercer año de Línea Imaginaria en Madrid. ¿Se ha consolidado?
En principio, nos planteamos hacer muestra en lugar emblemático de Madrid, en el que se proyecta cine latinoamericano e independiente. Fue importante conseguir ese lugar y la respuesta del público fue excelente desde la primera edición.
En esta, la presencia de espectadores ecuatorianos fue mayoritaria, mientras que en la segunda edición creció el público de latinoamericanos y españoles que se interesaban en el cine ecuatoriano.
La organización de esta tercera edición ha sido complicada por la crisis de Covid-19. Al principio no sabíamos ni siquiera si se abriría la Cineteca.
Después decidimos plantearnos una muestra en formato híbrido, que combine proyecciones presenciales, con la oportunidad de mantener la muestra on line, convirtiéndola en una oportunidad de que las películas lleguen a todo el territorio español.
¿Cómo se planteó la necesidad de crear esta exhibición?
El objetivo ha sido siempre que se visibilice el cine ecuatoriano en España. Aquí había presencia del cine argentino, festivales de países como República Dominicana, pero del cine ecuatoriano se sabía muy poco.
Nuestra línea ha sido, desde el principio, combinar obras recientes con películas emblemáticas de la cinematografía ecuatoriana.
El año pasado hicimos un homenaje a los veinte años de Ratas, ratones y rateros, del director Sebastián Cordero. En la primera edición, presentamos Con mi corazón en Yambo, de María Fernanda Restrepo; ambas, películas fundamentales para que el cine ecuatoriano sea lo que es hoy.
Muchos españoles identifican a los ecuatorianos con inmigrantes que solo buscan trabajar ¿Esta muestra es parte de un esfuerzo por abrir ese espectro?
Justamente ese era mi deseo. Cuando filmé el documental La Churona (2011), vi que existía la necesidad de ocupar otros espacios a nivel geográfico y también simbólico. Mostrar una diversidad de temas que nos producen orgullo, que superan ese único nivel de lo laboral, con que se asocia a los ecuatorianos.
Desde la primera edición, cuando veían los paisajes, las calles o escuchaban los acentos, parecían descubrir esas narrativas o imaginarios distintos.
Lo mismo pasaba con el público de otros países de Latinoamérica o con los espectadores españoles. Tras salir de una proyección, alguien me comentó: no tenía idea de que existía ese presidente Roldós, o no sabía nada del caso Restrepo.
Cuando vieron a Toty Rodríguez, un grupo de españoles se declararon maravillados por esa actriz, de la que no conocían nada.
¿El cine ecuatoriano ha ganado esos nuevos espacios simbólicos?
La sorpresa, para nosotros, es la cantidad de público que tuvo Línea Imaginaria desde la primera edición. En las dos primeras ediciones, hubo llenos casi todos los días en la sala más grande de la Cineteca, que tiene capacidad para 250 personas. Había colas para pedir entradas en la boletería.
Pero, además, la muestra apunta a convertirse en una plataforma para el crecimiento, no solo a nivel de público, sino también de industria. Queremos que los cineastas, productores, realizadores españoles se interesen en el cine ecuatoriano, con miras a distribuir estas películas.
¿Y esto está pasando?
Por el momento, hay una repercusión cada vez mayor en los medios españoles. Empiezan a conocernos.
Hay festivales y periodistas especializados que nos han pedido películas para visionarlas. Nos pidieron nuevo material de Darío Aguirre a quien ya conocían; también el filme Cuando ellos se fueron, de Verónica Haro, y varios de Sebastián Cordero.
Antes de la muestra ¿qué se conocía del cine ecuatoriano en España?
Poco, en algunos festivales. Sonaban los nombres de Sebastián Cordero, de Tania Hermida. Había como un goteo. Recuerdo que al principio me decían: bonita idea, pero riesgosa, porque si pones cinco películas en la primera edición, te quedarás sin nada para las siguientes.
¿Cómo se manejará este modelo híbrido, en el contexto de la pandemia?
Estamos tomando todas las medidas de seguridad. En cuanto al aforo físico, la Cineteca lo ha restringido a un setenta por ciento.
Por eso hemos limitado la programación presencial a dos días, para que se pueda limpiar la sala después de cada proyección (antes teníamos una semana con dos o tres proyecciones diarias). Repartiremos mascarillas, tomaremos la temperatura, se guardarán las distancias de seguridad…
Por otro lado, el visionado on line nos plantea el gran reto de que la gente acceda a ver cine ecuatoriano por primera vez. Nos aliamos con plataforma ecuatoriana Zine, porque nos parece que hay que sumar esfuerzos para promocionar nuestro cine. Ha sido una perfecta coincidencia.
Este año se privilegia la presencia de cineastas mujeres. ¿Responde a una especie de “boom” de realizadoras, como está ocurriendo en la literatura ecuatoriana?
Desde primera edición sabíamos que la segunda o tercera sería dedicada especialmente a mujeres. Es necesario visibilizar esas miradas. En una ocasión entrevisté a Mónica Vásquez, que dirigió Tiempo de Mujeres, a finales de los ochenta. Ella me decía que era una cosa “marciana” ver a una realizadora en su tiempo.
Hoy es algo totalmente natural, aunque nos falta incursionar en el ámbito técnico. En España hay una asociación de mujeres directoras de fotografía, por ejemplo. En Ecuador, han despuntado las directoras y editoras mujeres, pero no hay sonidistas.
¿Qué temas quedarán en el aire sobre Ecuador, después de esta edición?
Una mirada desde la diversidad. Los temas planteados por las realizadoras no son solo intimistas, de cosas pequeñitas, como se suele pensar.
No todas las películas de mujeres tienen una mirada feminista o están atravesadas por temas de género. Las películas de los dos directores hombres también nos plantean esa diversidad, desde lo étnico, en el caso de Huahua, o en la vivencia de un episodio de la historia desde las sutiles diferencias de clase, como en Panamá.
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