El legado de Chick Corea, del jazz fusión, al rock y al flamenco
El gran pianista y compositor, que falleció el 11 de febrero a los 79 años, le regaló al mundo un cuerpo de trabajo en el que cruzó varios géneros. Siempre con resultados geniales.
Chick Corea y su banda Chick Corea Elektric Band tocando en el Orbita Hall en Breslavia, el 22 de junio de 2017.
EFE / EPA / Maciej Kulczynsk
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El pianista y compositor estadounidense Chick Corea, fallecido a los 79 años a causa del cáncer, deja uno de los legados más impresionantes del jazz.
Sí, esa es la palabra precisa: "impresionante": 23 premios Grammy y casi un centenar de álbumes en los que convirtió el género en un océano de intercambios.
Ya fuese a orillas del rock, los sonidos latinos, la música clásica o el flamenco.
De joven había grabado el excepcional Tones For Joan's Bones (1966) y colaborado con Dizzie Gillespie y Sarah Vaughan cuando publicó Now He Sings, Now He Sobs (1968), considerado el gran arranque de su carrera discográfica en solitario.
En él, junto al bajista Miroslav Vitous y Roy Haynes, trazó un disco aún clásico, pero su calidad sirvió para mostrarle al mundo su virtuosismo a las teclas.
Una carrera como pocas
El que llegaría a ser el gran adalid del jazz fusión no tardó en sentirse hipnotizado por la vanguardia musical. Esto tras integrar la banda de Miles Davis en lugar de Herbie Hancock, justo cuando este emprendió históricos proyectos experimentales como In a Silent Way o The Bitches Brew.
El resultado fue Paris-Concert (1972), que hizo como parte del cuarteto Circle (con Anthony Braxton, Barry Altschul y Dave Holland), en el que dejó volar su creatividad a costa de la ortodoxia en las armonías tradicionales.
Pero el gran salto de su carrera llegaría con Return To Forever (1972), el álbum del éxito La fiesta, que abrió camino al encuentro con el flamenco y está considerado una de las obras magnas del jazz.
Para él reclutó a Stanley Clarke al bajo (en el primero de sus muchos encuentros), Joe Farrell al saxo y flauta y a Airto Moreira en la percusión y Flora Purim como vocalista. Ella le dio un toque brasileño que se convirtió en algo mágico al contacto con el teclado eléctrico de Corea.
El mismo equipo intentó replicar la pócima y el fruto volvió a ser sobresaliente, con grandes momentos en solitario, incluido el propio Corea. En temas emblemáticos como 500 Miles High, Captain Marvel y, sobre todo, Spain, Esta última escrita a partir del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, que 12 años antes ya había usado con igual maestría Miles Davis en Sketches of Spain.
No sería el final de Return To Forever como formación, ni mucho menos.
En su siguiente encarnación, para el álbum Hymn of the Seventh Galaxy (1973), incorporó la guitarra eléctrica de Bill Connors y la batería de Lenny White, ensanchando de nuevo los límites del jazz.
La mirada giró al rock, que Corea asumió de buena gana con sintetizadores y composiciones como Captain Senor Mouse o las dos partes de Space Circus. Un viaje por el espacio.
Surgieron después proyectos absolutamente personales e igualmente memorables como My Spanish Heart (1976), en el que su autor puso los dedos al servicio del jazz fusión electrónico y el corazón al de sus orígenes latinos.
Así surgieron dos suites del tamaño de Spanish Fantasy y El Bozo. En un trabajo que reunía la calidez de su "pianissimo" y el riesgo de unos cambios de tempo indómitos.
El pianista que supo escoger a músicos impresionantes
Las colaboraciones de lujo junto a músicos y amigos fueron marca de la casa durante toda su carrera, especialmente a finales de los años 70. En esa época, además del álbum Friends, lanzó dos entregas como testimonio de su encuentro en directo con otro grande de las teclas, Herbie Hancock, con el que había girado por EE.UU.
Entre esos aliados esporádicos apareció el guitarrista Paco de Lucía. El español, en 1982, participó en Touchstone, en el que volvió a retomar la senda del flamenco.
Aunque Corea fue uno de los grandes impulsores del jazz electrónico con su Fender Rhodes, también fue considerado una figura clave del piano acústico.
Lo mostró en trabajos como el aplaudido Remembering Bud Powell (1997), en el que rindió tributo a Bud Powell, figura del bebop.
De nuevo conectado a los vatios, los años 80 estuvieron marcados especialmente por la Elektric Band. Corea armó este grupo con el guitarrista Frank Gambale, el saxofonista Eric Marienthal y el bajista John Patitucci.
Ello dio lugar a álbumes como Eye Of The Beholder (1988), considerado de los mejores discos de fusión de la década.
Corea nunca dejó de lanzar discos a un ritmo vertiginoso y a girar sobre sus pasos. El nuevo siglo, por ejemplo, vio cómo emprendía revisiones de la música clásica, con Mozart en el horizonte.
Pasada la edad de jubilación, cuando otros artistas podrían haber dado por forjada su leyenda y haber bajado revoluciones, creó una nueva formación. Esta vez fue acompañado por jóvenes talentos que confluyeron en uno de sus trabajos de madurez más inspirados, The Vigil (2013).
Su extensa producción, de hecho, llega hasta 2020. El año pasado lanzó Plays, que era un reflejo del eclecticismo de toda su obra. Con este último trabajo rindió homenaje a Mozart, Gershwin, Bill Evans, Antonio Jobim o Thelonious Monk.
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