El ladrón de manuscritos ataca al mundo editorial y nadie sabe por qué
McEwan, Hawke y Atwood son los rostros más visibles de algo que ha venido pasando desde hace tres años en el mundo editorial anglosajón: alguien roba manuscritos, nadie sabe por qué.
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Como todo misterio, aquí hay más preguntas que respuestas.
Porque alguien -varias personas- o algo está robándose manuscritos de escritores y escritoras con fama, así como de gente menos importante o nueva en el mercado editorial.
Pero, lo hace y ya. Los manuscritos no circulan en espacios de piratería, ni en la deep web, y aparentemente nadie los tiene. Solo se los roba -utilizando el método del 'phishing'- y listo. No se puede ni hablar de competencia o de mercado de piratería. Porque no hay nada.
Ni siquiera chantajes, ni pedidos de dinero. No hay rastros, nada.
Solo hay delito. Pero no lleva a ningún lado. Y lo peor es que no es nada nuevo.
El mecanismo -que ha sido descrito por Elizabeth Harris y Nicole Perlroth, de The New York Times- es puro y duro fraude informático: alguien del mercado editorial -autor, editor, agente- recibe un correo electrónico de alguien conocido en el que le piden la entrega de un manuscrito.
Y entre ingenuidad y confianza extrema, estos documentos de libros que no han sido publicados, son enviados, sin problema.
Un ejemplo de la situación
Harris y Perlroth cuentan la historia del autor James Hannaham, casi víctima de algo similar, como un ejemplo del mecanismo.
A inicios de diciembre se anunció que su novela Re-entry se publicaría próximamente, a través de Little, Brown. Dos días después, Hannaham recibió un email de su editor, Ben George, en el que le pedía la última versión del manuscrito de la novela.
Lo que le pareció extraño al autor de la premiada Delicious Foods (2015) es que el mail le llegara a la cuenta ligada a su página web, la que él rara vez usa. Entonces abrió su email personal, subió el manuscrito, puso un saludo y envió el correo.
Enseguida lo llamó George: "Yo no te pedí el manuscrito".
Esta es la situación que se repite y, por el momento, este tipo de fraude ha perjudicado a decenas de editoriales y gente del medio. Entre las víctimas se encuentran escritoras importantes como Margaret Atwood y autores como Ian McEwan, así como el actor Ethan Hawke y el periodista Ronan Farrow.
Pero, también hay reportes de que libros de cuentos y trabajos de escritores desconocidos han estado en la mira de este ladrón -o ladrones-. Lo cual no tiene mucho sentido, tomando en cuenta de que estas publicaciones tienen un valor mínimo en el mercado.
El tema es que una vez que este proceso llega a su fin, el manuscrito simplemente desaparece. No hay prueba de que se haya vendido o que aparezca en otra editorial.
El ladrón conocedor del medio
Lo que más llama la atención es que este ladrón sabe cómo funciona el sistema editorial. Y es por eso que sus "robos" han resultado fructíferos.
Ha conseguido mapear de manera precisa cómo están conectados los agentes, autores y editores y cómo tendrían acceso al material que busca. Sabe cuáles son los pasos a seguir desde que un libro es enviado a revisión hasta que se lo publica. Sabe a quién escribir en qué momento y hasta usa el término "ms", que es la manera con la que se define a los manuscritos dentro del mundo editorial.
¿Es alguien de adentro? Probablemente.
"Saben quiénes son nuestros clientes, cómo interactuamos con ellos, dónde entran los agentes junior y dónde entrar los principales (...) Son muy buenos", aseguró Catherine Eccles, la dueña de la agencia literaria Eccles Fisher, en Londres.
En 2018, una serie de emails circularon entre diversos autores y agencias firmados, supuestamente, por Eccles, pidiendo manuscritos e información de ciertos escritores. Todo era perfecto, desde el membrete de la agencia en los emails, hasta la firma que incluían y la dirección electrónica. Sin embargo, una vez que se respondía el correo iba a un dominio diferente, no al de Eccles Fisher.
Ese mismo año, en octubre, Penguim Random House advirtió a sus empleados, a través de un memo, titulado: "Importante: nueva alerta de phishing". Esto, de cara al arranque de la Feria del Libro de Frankfurt, la más importante del mundo.
"Recientemente hemos visto un incremento en los intentos por robar nuestros manuscritos. Esto ha ocurrido varias veces en todo el planeta. Los individuos que lo intentan tienen un sofisticado conocimiento de nuestro negocio y debemos protegernos de estas amenazas", decía el comunicado interno de Penguin Random House.
Como sucede con todo fraude de este tipo se pide que no se coloque información en redes sociales que, por ejemplo, dé detalles de acuerdos o personas involucradas en una negociación literaria. Esto para no revelar cosas que ayuden a los ladrones.
Pero aquí, incluso sin decir nada, los emails siguieron llegando con datos que muy pocas personas podían saber.
Hay varios ejemplos de autores que reciben supuestos emails de editores, con información que muy poca gente podría conocer. A veces, cuando no hay respuesta insisten. En la nota de The New York Times, se habla del caso de Cynthia D’Aprix Sweeney, autora de la novela The Nest.
Cuando ella vendió su segunda novela -solo enviando un fragmento parcial del manuscrito- empezó a recibir mails de su agente literario, Henry Dunow, o de alguien que decía serlo. Y en esos correos había detalles de la novela, como nombres de personajes y parte de la trama. Le pedían que enviara el manuscrito completo.
Obviamente no lo hizo.
Editoriales grandes y pequeñas han advertido sobre esta situación que todo el mundo conoce.
Para muchos es la movida de alguien que funciona como un cazador de talentos literarios, que busca conseguir todo para ver qué vende. Sin embargo, no hay destino para nada de esto.
Porque, una vez más, no hay pedidos de dinero a cambio de no publicar los manuscritos y no han sido publicados.
Solo se los roba y ya. Ha venido pasando en Europa desde hace tres años y solo en 2020 se incrementó este tipo de actividad en Estados Unidos. Y los métodos van mejorando.
Los ladrones incluso compran dominios para copiar nombres importantes dentro del sistema. Se sabe que llegaron a crear el dominio Salornonsson.com, muy parecido a Salomonsson, la agencia literaria sueca más famosa. Esto para engañar a autor danés Jo Nesbø y pedirle un manuscrito. El engaño no prosperó.
Al final, hay crimen, pero nadie sabe qué pasa con el cuerpo ni quién es el criminal.
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