“La carnada” o cómo se cae en la trampa, tarde o temprano
En su nueva novela -que aparece pocas semanas después de la anterior-, Ernesto Carrión cambia un tanto de registro y apuesta por una historia donde el pasado siempre encuentra maneras de atrapar.
En su nueva novela, Ernesto Carrión entrega una historia que, a pesar de leerse con rapidez, deja en claro que no se debe escribir todo para decirlo todo.
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Una carnada sirve para atraer a la presa. Es un recurso propio de la cacería; un engaño, siendo precisos. Es una herramienta para conseguir las cosas que se buscan. Y Martín busca algo, a dos tiempos. En el pasado y en el presente.
Antes, más joven, necesita conseguir algo, una cercanía con Paula, la novia de Pepe, su gran amigo. Y como no puede estar con ella, lo próximo es mejor: un viaje a Salinas con ellos y otros amigos, con una chica que han llevado para que sea su “cita” en esos días.
Después, el presente: una enfermedad mortal que lo obliga a volver a Ecuador y, de cierta manera, a cerrar un malestar abierto. Es como si el cáncer terminal que le es diagnosticado lo arrastrara, de golpe, al pasado.
A esa historia que ha estado ahí, como un barco que está hundido y que se convierte en hito geográfico y metáfora de algo más que está por hundirse.
La carnada (Seix Barral, 2020) es un título que también parece cumplir su sentido de artificio. Porque la relación no es directa, pero está.
Ernesto Carrión construye una novela que es efectiva en su manejo de estructura -saltos de tiempo entre capítulos- y en el recurso de fabulación que ofrece. Porque todo se va construyendo en función de generar atención, retirarla, mostrar algo más y volver a lo anterior.
Martín tiene ese cáncer que lo lleva a regresar de Estados Unidos, donde estaba su presente y su futuro. Estar de vuelta en Ecuador es mirar hacia atrás y él lo hace. La enfermedad lo “engaña” y esa culpa que parecía descansar fuera de él, regresa como condición de vida.
Quiere saldar eso que pasó, y quien lee la novela va a entrar de lleno a una caída en espiral, hasta llegar a ese punto cero, que se llega y que destroza tanto a los personajes como al lector o lectora.
Porque Carrión ha dirigido el recorrido en varias direcciones y, de alguna forma, en el desenlace, todos los senderos se amarran.
Todos los caminos conducen a la miseria. Es inevitable.
El relato del pasado
Carrión arma una especie de colcha de retazos -si se puede usar esta imagen-. Recuerdos y acciones, historias y juegos se cruzan entre sí, se tuercen y ofrecen distintas versiones sobre una conciencia de final.
Ya sea la existencia de unos vecinos que han llegado a la playa, con una calma que pende del hilo. O una tal Frau Troffe que baila hasta que su cuerpo se rompe y que en el camino contagia a más personas, en una especie de rito “a lo flautista de Hamelin”, en el que todo el mundo baila, en una especie de explosión rave.
Todo sabe a final.
Los personajes se rompen, están rotos o se van a romper.
Todos y todas en una especie de cápsula en la que cualquier giro o movimiento va a apuntar a una misma dirección.
La carnada es también una historia sobre qué hacer con el pasado, cómo asumirlo, cómo hacer una ficción personal con él. La responsabilidad se hace necesaria, y la idea de asumir el costo de las acciones, también.
Pero esta no es una historia moralista en ningún momento. No se trata de aceptar algo, ni de pedir perdón porque sí. En el fondo se trata de encontrar una respuesta, o de decidir algo. Martín la está buscando y al llegar a ella, el terreno se difumina. El desenlace de la novela es ese espacio en que todo es un señuelo y al final, una vez que el anzuelo se ha mordido, no hay posibilidad de retorno.
Ese pasado es presente. Y la novela -que se puede leer con soltura- tiene un truco final: se queda dando vueltas en quien la lee, y permite que sus fragmentos y temas permanezcan más tiempo. Como si se tratase de un juego para encontrar una explicación y un desenlace adicional.
Como hacen los personajes de la novela con la historia de Frau Troffe: buscando una razón y una explicación a ese baile ritualístico y mortal.
Ernesto Carrión nos ha dado claves en La carnada para que sepamos qué hacer con ella. Eso es morder el anzuelo y acceder a buena literatura.
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