Kazajistán frente a Borat: la realidad es otra, dicen conocedores del país
El actor Sacha Baron Cohen, quien interpreta a Borat, durante el lanzamiento de la primera película de ese personaje el 23 de octubre de 2006.
Reuters
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La secuela de Borat, la película del británico Sacha Baron Cohen, sobre un periodista kazajo que da una imagen negativa del país, es poco realista y ofrece una imagen distorsionada de Kazajistán.
Esto, de acuerdo a varios conocedores nativos y extranjeros de la nación centroasiática, en conversación con EFE.
En la sátira políticamente incorrecta de la sociedad estadounidense, Cohen, en el personaje de Borat Sagdiyev, vuelve a contraponer los extremos de ambas culturas y muestra a Kazajistán como un país de tradiciones vetustas.
El sexismo, la misoginia, el racismo y el antisemitismo son temas recurrentes en el filme. Que ha generado malestar en gran parte de la sociedad, que lo considera injusto con el país y con los kazajos.
Aliya Aizakhmetiva, una joven emprendedora kazaja dice que la película "no coincide con la realidad".
"La situación es completamente diferente. Nuestro país es muy bonito, tiene muchas oportunidades de trabajo, negocio, de educación, de servicios médicos", asegura en perfecto español.
Visión extranjera
Desde una perspectiva más neutral, el español Pedro Mantilla, que estudia un máster en Nur-Sultán, afirma que el filme "es toda una sátira en la que se exageran los problemas que hay y tampoco es certera porque no se parece a Kazajistán en muchas cosas".
Para Arturo Rojas, un profesor de México, Kazajistán es diversidad, ya que en ese país conviven más de cien grupos étnicos.
"Realmente no considero que haya un gran problema en cuanto al racismo en este país, porque hay muchas culturas, lo que ha hecho que puedan aprender a coexistir entre ellas sin necesidad de llevar a conflictos internos", explica.
El madrileño Diego Amado está de acuerdo.
"En los cinco años que llevo aquí, puedo decir que Kazajistán no es lo que representa la película", sostiene.
"Por supuesto aquí no hay ningún tipo de racismo, antisemitismo o misoginia intrínseca en la sociedad kazaja. Es verdad que hay diferencias culturales, pero las mujeres no están encerradas en jaulas ni tampoco todas las mujeres se tapan la cara", dice Amado.
Mujeres empoderadas, pero quedan trabajo
La profesora Inna Hakobyan y la arquitecta Zhemis Kapakova recalcan que Kazajistán es un lugar donde conviven "personas de mentalidad abierta". Y cada uno puede "ser lo que quiera ser".
La periodista y bloguera kazaja Shiara Rahim dice que en su país las mujeres no usan burkas ni hiyab y no se cubren la cara.
"Somos mujeres libres y exitosas. En mi entorno tengo muchas amigas, mujeres maravillosas y talentosas que han llegado lejos en los negocios, en la política, en la creatividad, en todos los sectores", subraya.
Aunque hay oportunidades para las mujeres, la embajadora de Israel en Kazajistán, Liat Wexelman, reconoce que todavía queda trabajo por hacer.
"Creo que todavía se puede mejorar la igualdad de género, porque, como podemos ver en la toma de decisiones en la economía y la política no hay suficientes mujeres", dice.
Ella cree, no obstante, que hay buena voluntad en la sociedad civil y el Gobierno para incluir a más mujeres en puestos de alto nivel.
El mensaje contra el odio y el antisemitismo
En cuanto al tema del antisemitismo que toca la película, la diplomática destaca su participación en diferentes congresos sobre la tolerancia y el respeto entre diferentes etnias, religiones o ideologías.
"Creo que es muy importante y muy simbólico que tengamos este mensaje de unión desde Kazajistán contra el odio y el antisemitismo", indicó.
Al tiempo que aseguró sentirse segura y bien acogida en el país centroasiático.
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