Hace 40 años fue asesinado John Lennon, un artista irrepetible
A 40 años de su asesinato, un recuento sobre cómo se estaba moviendo el exbeatle, que lo dejó todo para ser un mejor padre, que sanó algunas heridas y que buscaba regresar al terreno de la música, cuando lo mataron el 8 de diciembre de 1980.
El 8 de diciembre de 1980, John Lennon fue asesinado a la entrada de su casa, en Nueva York.
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John Lennon era un tipo violento. De joven era capaz de irse de golpes con quien sea, por lo que sea. A mediados de 1963 le cayó a golpes a un conocido Dj luego de que le hiciera preguntas sobre las dos semanas de vacaciones que había tenido Lennon con Brian Epstein, manager de The Beatles, en España.
Epstein era homosexual y eso disparó rumores que un Lennon joven, de Liverpool y algo ebrio, en la fiesta de cumpleaños de Paul McCartney, no pudo aguantar y golpeó a Bob Wooler.
Lo tuvieron que detener entre todos para que no pase a mayores. Wooler quedó con un ojo morado y varias costillas lastimadas.
Seis años después, Lennon, enojado con Paul McCartney, literalmente se subió la cerca de la casa de su colega en The Beatles y entró con violencia a reclamarle a Paul por su ausencia en una sesión de grabación.
La situación fue tensa -McCartney llevaba poco tiempo casado con Linda Eastman- y terminó con Lennon agarrando una foto de ambos y lanzándola contra el piso.
Lennon era un músico importante, famoso, una especie de faro. Hablaba de que todo lo que se necesita es amor, mientras era agresivo en casa, con su esposa Cynthia. O no sabía cómo relacionarse con su hijo Julian.
Todos asumían que era por su temperamento, casi que lo justificaban.
Durante sus 20 y 30 años pasó por muchas cosas: era parte del grupo más relevante del mundo, se volvió solista, se casó, fue padre, se divorció, se volvió a casar, se hizo adicto a la heroína, salió de esa adicción.
Se sometió a tratamientos psicológicos experimentales, hizo canciones cada vez más personales. Exponía sus miedos, sus sensaciones, sus aspiraciones, sus ideas políticas y activismos a través de su arte.
Dejó Inglaterra y se instaló en Nueva York. No dejó de ser ese tipo temperamental y Yoko Ono, su esposa, lo mandó a volar a mediados de 1973.
Estuvieron separados un año y medio y fue a finales de 1974, en el 'backstage' del concierto de Elton John en el Madison Square Garden, de Nueva York, se reconectaron. Los últimos cinco años de Lennon fueron ese momento de madurez importante, que armaron a un nuevo artista y una nueva persona.
Un proceso que se interrumpió el 8 de diciembre de 1980, cuando Mark David Chapman le disparó mientras él ingresaba al edificio Dakota, en el que vivía con Yoko y Sean, el hijo de cinco años.
Yoko estaba delante de él y se dio la vuelta cuando escuchó cuatro detonaciones.
-Me han disparado - dijo John y cayó.
Los gritos de Yoko Ono alertaron lo que pasaba.
En 1971, en una entrevista para Rolling Stone con Jann S. Wenner, Lennon se refirió a lo que Yoko representaba para él como artista y lo que le daba:
"Yoko es importante para mí. No creo que ella reciba todo el reconocimiento que debe tener hasta que muera. Estoy yo y quizá pueda contar con una sola mano a la gente que pueda tener una idea de lo que ella es o cómo funciona su mente o lo que su trabajo significa para esta generación estúpidamente idiota".
John Lennon la admiraba y eso generó varios cambios.
La estrella de rock que colgó la guitarra y se puso a hacer pan
Entre 1975 y 1980 muchas cosas habían pasado con Lennon.
Primero, en su cumpleaños número 35, Yoko Ono dio a luz a Sean Ono Lennon. Antes había estado embarazada, pero había sufrido abortos. Esta vez todo salió bien y Lennon decidió estar ahí para el pequeño Sean.
Porque tuvo una revelación de boca de su mujer: no tenía por qué seguir siendo el John Lennon que todo el mundo conocía.
"Yoko me dijo que no tenía que hacerlo más. Y eso me descolocó. Nunca me había preguntado si el mundo podría seguir adelante sin otro disco de John Lennon, o si yo podría seguir adelante sin hacerlo. Finalmente me di cuenta de que la respuesta a ambas preguntas era sí", dijo Lennon a The Angeles Times en 1980.
Entonces se quedó en casa. Se encargó del hijo de ambos, mientras Yoko se dedicaba a los negocios con el dinero de la familia.
Él hacía pan y llevaba a Sean al parque, pasaba con él -con ayuda de una niñera-; mientras ella se reunía con abogados y contadores, estudiaba el mercado y decidía invertir el dinero en dos campos rentables: la ganadería y lo imbobiliario.
Inversiones millonarias que resultaron exitosas.
Ese tiempo generó cambios en él. Quizá nunca pudo dejar de ser el tipo temperamental -en el documental Imagine, Sean Lennon recuerda alguna clase de guitarra con su padre y cómo él perdió rápido la paciencia-, pero sí hubo un cambio de perspectiva.
Estaba a punto de cumplir 40 años y la música volvió a sonar con él. En un nuevo registro, desde una nueva posición. No era el mismo de antes y si bien no renegaba de su pasado activista, Lennon estaba encaminado en mostrarse como un tipo de mediana edad con una nueva mirada sobre la vida.
Fantasía estéreo
Cinco años sin componer. En unas vacaciones a mediados de 1980, en un bote, las aguas fueron complicadas y John Lennon se encargó del timón del bote y de la experiencia salió renovado, como si tuviera algo más que decir, como si hubiera comprendido algo más.
Las canciones salieron rápido. Lennon le insistió a Ono que se uniera a él, porque encontraba que la música que estaba sonando en las radios en ese tiempo le debía mucho a la obra musical de su esposa.
La pareja grabó Double Fantasy entre agosto y octubre de 1980. El 17 de noviembre el disco ya estaba afuera.
Una especie de recuento de la relación, o de conversación sobre lo que había sido el matrimonio, sobre lo que podían llegar a ser. Canciones de él y de ella que parecían dialogar entre ellas.
Si John cantaba I'm losing you, Yoko cantaba I'm moving out.
Tres semanas después, mientras la policía detenía a Mark David Chapman sentado en una banca cerca del edificio Dakota, Lennon era llevado al Roosevelt Hospital. Le preguntaron si sabían quién era. Él asintió. Fue la última reacción que tuvo.
Llegó sin signos vitales. Lo intentaron revivir por varios minutos, pero fue imposible. El daño de los disparos fue mayúsculo y, sobre todo, afectaron al corazón y pulmones. Había perdido un volumen impresionante de sangre, casi el 80%.
Lennon estaba emocionado en esos días. Seguía grabando música con el mismo equipo con el que había realizado el disco. Lo último que grabó, la tarde y noche del 8 de diciembre de 1980, fue la guitarra que explota en Walking on thin ice, de Yoko Ono. Lennon siempre fue un guitarrista enfocado en lo experimental.
Si no lo hubiesen asesinado, Lennon habría seguido un camino de revelaciones. En el que iba a dejar en claro que ya no era el mismo de antes y que, sin renegar del pasado, podía no reclamarle al mundo las inequidades, sino tratando de entenderlo.
En un poco menos de 10 años, Lennon pasó del optimismo de Imagine, al cinismo absoluto de Nobody told me. Algo más iba a pasar, pero lastimosamente solo queda elucubrarlo.
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