Cuando Joao Gilberto, Tom Jobim y Stan Getz se juntaron
Antônio Carlos Jobim, Stan Getz y João Gilberto durante la grabación del disco 'Getz / Gilberto'.
UMG
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Un cúmulo de coincidencias y la gran necesidad de encontrar el siguiente que explote. En los años 60 el rock y la música pop empezaban a ganarle terreno al jazz y no quedaba más remedio que la renovación.
Así que, gracias a una serie de viajes a Brasil, los músicos norteamericanos descubrieron el bossa nova. Y lo empezaron a tocar, lo grabaron, hicieron discos.
El gran saxofonista Stan Getz estaba realmente impactado por el género. El guitarrista Charlie Byrd se encargó de 'evangelizarlo' y el productor Creed Taylor hizo lo que debía hacer: juntar a Joao Gilberto y a Tom Jobim, en el A&R Recording Studios en Nueva York, para grabar durante el 18 y 19 de marzo de 1963 el que es considerado uno de los mejores discos de jazz de la historia.
Un disco que va a ser escuchado una y otra vez por fanáticos en todo el mundo. Y que solo en su año de lanzamiento vendió 2 millones de ejemplares y quitó a The Beatles el número uno de los charts norteamericanos, que mantenían con su disco A hard day's night.
Getz / Gilberto es un disco de ocho temas, con una duración de 33 minutos, en el que el brasileño presenta su voz y su guitarras únicas. Canciones como The Girl from Ipanema, Desafinado, Doralice y Vivo Sohando forman parte de este proyecto que, se puede decir, no deja de ofrecer una mirada del bossa nova un tanto exótica, que se mantiene hoy en día.
Este es un trabajo en el que Getz es el saxofonista más dulce que nunca fue; un álbum en el que Tom Jobim compuso casi todo e hizo los arreglos y tocó piano. Un grabación que presentó al mundo la figura de Astrud Gilberto que, hay que recordarlo, no era cantante profesional.
Este y otros puntos los define muy bien Marisabel Manrique, fanática de Gilberto y quien durante dos años mantuvo un programa radial sobre música brasileña:
La grabación de este disco no dejó de ser compleja, con muchos momentos intensos, de lucha de poder y de enfrentamiento entre dos artistas que tenían muy claro lo que querían y no siempre estaban de acuerdo. Sin embargo, el terreno para ganar era el de Stan Getz.
Cuenta Roberto Muggiati, para la Gazeta de Povo que la tensión por la participación de Astrud Gilberto -entonces esposa de Joao- generó una dificultad, ya que ni él ni Jobim la querían cantando, porque no era profesional, desafinaba y no tenía la fuerza que ellos querían:
"Pero cuando quise que me tradujeran las canciones y ella cantó Ipanema y Corcovado, me di cuenta que las letras en inglés eran increíbles... y que Astrud era lo suficientemente buena como para ponerla en el disco", contó alguna vez Getz sobre el proceso.
Poco tiempo después, Astrud se divorciaría de Joao e iría a Estados Unidos, donde mantendría una relación profesional y amorosa con Getz.
Gilberto vivió con la fama de tener un temperamento fuerte. Muchas de las peleas durante la grabación fueron resueltas por Tom Jobim, quien ante los reclamos de su amigo, decidía traducir las expresiones como alabanzas a Getz.
"No creo que haya sido un mal tipo", dice Manrique , "lo que creo es que era un energúmeno. Un tipo que podía parar un concierto porque el aire desafinaba su guitarra y paraba hasta afinar de nuevo. Creo que él pasaba de los convencionalismos de las estrellas de esa época. Él era quien era".
Su muerte, el 6 de julio de 2019, dejó en evidencia mucho del cariño y respeto que Gilberto generó entre fanáticos y otros artistas que sin él ni existirían. Esto no solo por músicos brasileños como Caetano Veloso, Gal Costa o Chico Buarque, sino en gente como Jorge Drexler y hasta Leonard Cohen, sobre quien fue una influencia innegable.
Luego de 17 discos —la mayoría de ellos en vivo— Joao Gilberto es la leyenda que le dio la vida que el bossa nova necesitaba. No era compositor, era el intérprete, el que podía cantar como si fuese un ave, manejar su voz como le diera la gana, como si siempre hubiera fiesta. No era Dylan, fue Elvis. Esa especie de rey que consiguió abrir el espectro y darle vigencia, forma y, por qué no, permanencia.
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