Jagged Little Pill: Cuando Alanis Morissette era la dueña del mundo
Ya son 25 años de la publicación de un disco que resultó ser la carta de presentación mundial de una gran intérprete.
Orfaith Rivera / PRIMICIAS
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Para 1994 -el año en que se mató Cobain-, Alanis Morissette había terminado el colegio, había dejado Canadá por Estados Unidos. Se había quedado sin contrato discográfico -había lanzado dos discos más orientados al pop y al dance en su país natal- y no tenía nada que perder.
En 1994 conoció al productor y compositor Glen Ballard. Clic de inmediato. A componer canciones, a grabarlas y buscar disquera. En 1995, la compañía que creó Madonna, Maverick, lanzó el disco.
Y listo.
El tercer disco de Alanis Morissette se convertiría de golpe en una especie de borrón y cuenta nueva. Sus dos trabajos anteriores -Alanis (1991) y Now is the time (1992)- son casi invisibles. Buena suerte encontrándolos.
Jagged Little Pill -algo así como Pequeña Pastilla Dentada- es uno de los discos más vendidos de todos los tiempos y la cifra de ventas llega a los 33 millones de unidades y contando. Su importancia es tal que hasta se volvió un musical e iba a darse una gira mundial por sus 25 años, pero la pandemia dijo “presente”.
Incluso a pesar de que su portada parece haber sido armada en paint.
Este es un disco fuerte, con letras directas y con juegos de palabras que hicieron de Morissette una especie de guerrera en un ambiente lleno de guitarras y testosterona. Apareció la canadiense a mover algo, a mostrarse, a cantar con cierto sentido de lamento -con esos quejidos propios del grunge- a exponerse en las canciones.
No era la única mujer cantando en ese ambiente de hombres, es verdad. Pero, resaltó por la contundencia en su obra.
Lo que saltó a la vista con el primer sencillo que lanzó. Con una canción en la que la mujer molesta, escupe las verdades al hombre que la dejó. En You oughta know, Alanis canta:
“Estoy aquí para hacerte acuerdo del desastre que dejaste cuando te fuiste”.
Y Flea está en el bajo y Dave Navarro en la guitarra. Y el video musical donde ella muestra su energía, su ira, casi ocultando su cara con los movimientos y los cabellos que se caen en la frente. Ya no hay pop para discotecas. Hay algo más y el mundo lo entendió.
Una voz propia en formato pastilla
A Alanis le tomó tres discos llegar al tono que era perfecto para ella y para el momento que pasaba el mundo.
Un tono que, desde la música, le dio prioridad a las notas mayores, a ciertos espacios optimistas -con contadas excepciones- y una cadencia pop más que palpable. Cruzada, eso sí, por el uso de guitarras como firma.
Algo que era básico en la música de entonces.
Y coros importantes, pegadizos, con varias capas de voces, para gritarlas a cada momento.
El trabajo de Ballard -como productor y compositor, junto a Morissette- fue el de encontrar el ropaje sónico preciso, que no fuese agresivo, sino que trabajara para la fuerza natural que brotó del encuentro de ambos.
Se supone que el promedio de composición de cada canción del disco fue de, aproximadamente, 40 minutos.
Y que en el proceso de grabación de las maquetas, las tomas de la voz a lo mucho eran dos por canción. Morissette luego replicaría las mismas intenciones y melodías durante la grabación final.
Esa pulsión es casi mágica: la voz de la misma You oughta know no se grabó de nuevo, se usó la versión que hicieron en el demo.
La naturalidad de la música es el terreno perfecto para esas letras de absoluto despojo, cantadas también con coraje y buena voluntad. Morissette no solo tiene una voz poderosa y sabe qué hacer con ella. Es el vehículo más contundente para las letras, que son el gran punto del disco.
En 1995, Alanis Morissette llegó como esa mujer visceral y cruda que se necesitaba entonces. Una mujer en una especie de tránsito de descubrimiento, de reconocer lo que tiene adentro, de sacarlo, de dejarse la piel en el camino.
Como si se tratara de contener sus vivencias e ideas en canciones de tres minutos.
En cierta paz y en cierta angustia.
Y en el camino lograr un disco clásico, que 25 años después se deja escuchar con la claridad del paso del tiempo, pero con los oídos enfocados en sus fortalezas.
El disco se puede escuchar aquí:
Otras recomendaciones
“Canicas”, de Mauro Samaniego
Una “nueva” canción que adelanta el que sería el primer disco solista de Mauro Samaniego -el cerebro y corazón de Da Pawn y Tripulación de osos- y que debería salir en su totalidad este 2020. Un tema que parece viajar al pasado, a los juegos de canicas, como la descripción de un momento anterior, en la que todo era posible y todo era mejor. Como si añorar fuera una manera de sentirse bien. La dinámica de la canción apoya la idea de la inocencia, mientras Samaniego canta “No entiendo todavía cómo aliviar”. Esta canción marca la aparición del nuevo sello discográfico Clvb de Pesca.
“Zona”, de Peter Goodend, Letelefono y Pastizales
Uno de esos momentos que inicialmente no se sabe definir, pero que, en cuestión de segundos, adquiere valor. Una canción en clave de trap que no solo se convierte en reflejo de cómo un género mirado con cierto desprecio por gente que cree que sabe de música se puede convertir en vehículo de algo poderoso y de la unión de sensibilidades y estéticas tan puntuales como las de Pedro Bomfin (de Lolabúm), Letelefono y Pastizales. Quizás el destino del indie ecuatoriano está en remover el género urbano y darle una nueva sustancia.
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