Gustavo Cerati, ese ángel eléctrico
Gustavo Cerati, recordado siempre.
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Llevaba varios años en una cama, un poco más de cuatro, a consecuencia de un accidente cerebro vascular que tuvo en Caracas, Venezuela, en plena gira de su último disco, Fuerza Natural. Estaba en coma.
Fanáticos lo visitaban a diario, estaban afuera de la clínica donde reposaba. Coreaban sus canciones, hablaban con sus familiares, en especial su madre, Lilian Clark, y le enviaban todas las fuerzas posibles. El 4 de septiembre de 2014, Gustavo Cerati murió.
Hoy, Cerati tendría 60 años recién cumplidos.
No es que la leyenda empezara con su fallecimiento. El mito estaba plantado en la humanidad hacía rato. Cerati el músico, el cantante, el amante de la electrónica, el guitarrista, el compositor, el líder de Soda Stereo, el del pelo ensortijado, el de voz seductora, el de ojos claros, nariz eterna y elegante. Estaba todo ahí.
Él es importante y es figura visible en muchas personas, sin que la edad sea relevante en eso. ¿Por qué? Andrea Puga, fanática de Cerati, da una respuesta desde su experiencia.
El compositor de canciones eternas
Gustavo Adrián Cerati Clark empezó a componer desde muy joven. Se sabe, por ejemplo, que la estructura central de En la ciudad de la furia la había desarrollado en su guitarra a las 15 años.
Con el paso del tiempo, esa capacidad creció. En la música de Cerati -desperdigada en cinco discos de estudio como solista y siete en Soda Stereo, sin contar con trabajos en vivo y con otros artistas- hay una conciencia sonora pop muy fuerte, también hay seducción y vulnerabilidad.
Hay estrofas, coro, estrofa, coro, algún cambio en la mitad, un solo, preferentemente de guitarra, y luego el coro al final.
Esa estructura se repite en muchos de sus temas. No en todos. Lo de este músico no es un descubrimiento o un deseo mayor de experimentación. Es solo la comprensión de la receta y llevarla a niveles de sofisticación que no se había visto antes.
La música de Cerati es precisa, como si toda búsqueda estética llegara a buen puerto. Ya sea que use baterías programadas, loops o arme samplers de canciones de otras personas -¿Qué es el pop sino el eterno robo de ideas entre toda la humanidad?-, o empuñe la guitarra eléctrica, no hay canción que sobre en su discografía.
Ni siquiera las instrumentales, que parecen apostar por la monotonía. Como pasa en Aquí & Ahora (Y Después), de su disco Bocanada (1999). O con X-playo, en Sueño Stereo (1995).
"Cuando estoy haciendo un disco estoy en un estado en el que, por supuesto tengo contacto con el exterior, pero de alguna forma también es como estar dentro de una nave espacial, en la cual tengo amigos. Pero no puedo pensar en ellos cuando hago un disco, porque no sé. A algunos les puede gustar, a otros no, quién sabe", dijo Cerati, en una entrevista promocional del disco 'Siempre es hoy', en 2002.
Para Paúl Urquiza, fanático del músico argentino, la principal característica que encuentra en su obra es la curiosidad.
"Siempre estaba buscando nuevas formas para su música. Absorbía rasgos de sus influencias y los pasaba por el filtro propio y lo entregaba adaptado a lo que entendemos como rock en nuestro idioma. Pasamos de post punk a 'shoegaze' y ni nos dimos cuenta cómo lo hizo", asegura Urquiza.
Tiene mucha razón. De esa sonoridad agresiva casi punk del primer disco de Soda Stereo -se puede escuchar el tema El tiempo es dinero- ocho años después, la banda ya estaba inmersa en otra etapa, influenciada también por grupos como My Bloody Valentine. El tema En remolinos, de Dynamo, es la prueba más popular de que el 'shoegaze' pasó por Latinoamérica.
"Cerati dijo mil veces que se comunicaba mejor con sonidos, así que su aproximación a la música fue muy sensorial" dice Urquiza, sintetizando la capacidad sonora de Cerati,
El hombre de las letras
No es secreto que en las letras de Gustavo Cerati se encuentre uno de los puntos más fuertes de su identidad como artista.
Ya sean imágenes oscuras de obsesión -como El rito y Persiana americana-, pasando por rupturas amorosas -Fue, Vivo, Adiós-, o emociones estrictamente personales, como la muerte de su padre y el nacimiento de sus hijos -reflejadas en Té para tres, Ojo de la tormenta, Te llevo para que me lleves-.
"Cerati marca con sus letras a varias generaciones, comenzando por Soda Stereo, hasta su último álbum, y no solo por sus letras, sino también por sus sonidos espaciales", dice Caramelo P Acosta, fanática de Cerati.
"Con él oímos toda una galaxia explotar. Cada detalle en sus discos marca la diferencia. Así me diga que 'Poder decir adiós es crecer', prefiero no hacerlo".
En sus letras están las evidencias de un tipo que absorbía sus lecturas y las transformaba en los versos de sus canciones.
Si bien no era un gran lector, Cerati leía poesía y se nota. Es tan sencillo encontrar rasgos de Octavio Paz (Puente), de Federico García Lorca y de Rainer Maria Rilke. También están Borges, Quiroga, Oscar Wilde y Edgar Allan Poe, este último en la canción Corazón delator.
Alejandra Pizarnik está presente en su disco Amor Amarillo. Y ni hablar de la lectura que hizo del diario de Brian Eno, Un año con los apéndices hinchados, que él aseguraba le había ayudado a tanto.
Para Urquiza, la capacidad lírica de Cerati es uno de sus puntos más altos:
"Aunque él nunca se consideró bueno en ello. Sus letras transmiten más sensaciones que historias y en ocasiones esas sensaciones van provocadas, más allá de lo que dicen las palabras, por cómo suenan esas palabras".
Paúl Urquiza, fan
Todo queda en las canciones. En la obra, en la música.
El mito de Cerati sigue vivo y viene con banda sonora. Hay muy pocos artistas así y sus fanáticos lo saben.
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